Italia: Trenes


Por JoseJoaquín Beeme

    Pavesas en carroza de hierro candente. Muñecos en una caja de juguetes lanzada a toda velocidad. Túnel del sueño, dormidero en flashes: strangers in the night de los azules insondables.

Por José Joaquín Beeme
Corresponsal del Pollo Urbano en Italia

    Lanzadera del ajedrez de los campos. Infatigables vermes de las montañas. Historias de estación que de continuo unen y desunen, en conjunción diyuntiva (robemos a Unamuno una de sus filologiquerías). Eso y más son, para mí, los trenes. Tengo una colección de ellos en el baúl de mi cabeza: los armo y los combino según el muelle y el fuelle de mi rumbo viajero, entro y salgo en la seguridad del azar, los guardo con cuidado porque nunca se sabe. Cuando la calculadora Suiza prefiere el transporte sobre raíles —más barato, concentrado, ecológico— frente al que quema neumáticos —costosísimo en vidas, espacio consumido, desintegración del ambiente, reservas monetarias que engordan a cuatro jeques y sus multinacionales, impuestos crecientes que no consiguen disminuir su uso—, será que los demás somos, como poco, pobres imbéciles que no ven más allá de su cerebro pequeñoburgués. A lomos del caballo de hierro vino la revolución industrial, y por eso se ganó el odio de los iconoclastas, pero hoy ha adquirido una pátina romántica a la que difícilmente me resisto. Salvo que me encajen en vagones borregueros con overbooking y sin más acondicionamiento que el airacho de los montantes: Trenitalia. O que, como avisaba el guardagujas de Arreola (Confabulario, 1955), me encadenen sin fin a falsas estaciones y espejismos, a dispositivos en las ventanillas que, como un diorama de pesadilla, crean vanas ilusiones en el ánimo de los pasajeros. La especialista Litvak (El tiempo de los trenes) recuerda los «románticos interludios» que han brindado a la literatura los ferrocarriles, el entusiasmo progresista que infundía a los pintores (Regoyos). Aunque a veces se presentasen como estrepitosas criaturas infernales (el «Tirso de Molina» de Clarín). Como sea, yo os prefiero, máquinas de otro tiempo que chocáis hierro con hierro y me dais el paisaje, la vida, convertida en cine.

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