30 años de la caída del Muro de Berlín / José Luís Llera


Por José Luis LLera Gil

    Aún cuando 30 años no es periodo de tiempo para conmemorar  una efemérides, si al menos,  en el caso de la caída del muro de Berlín merece festejarlo y bien.

Creo que Alemania del Este  junto con Checoslovaquia, fueron los dos países comunistas que , en primer lugar, visité de esa parte de Europa y guardo por tanto un especial recuerdo del telón de acero, de las gentes del Este y de la Ciudad de Berlín con sus cuatro Potencias gobernantes.

    No soy amigo de mentiras y, por consiguiente de mentir, por lo que todo cuanto digo en este artículo lo puedo demostrar sobradamente para que tengan argumentos y poder  opinar quienes deseen conocer antes  la verdad de una época y de unos países.

    Ahora  nadie hace caso de lo que sucede en esa parte de Europa porque ha cambiado todo, pero la primera vez que fui a Checoslovaquia, ya sabía que a mi llegada tenía que ir a una Agencia Oficial de Viajes , acreditarme como profesional que iba a una reunión,  responder a varias preguntas, abonar anticipadamente una cantidad de dinero, y recoger mis vales para comidas, no del magnífico hotel donde estaba hospedado, sino de Restaurantes de la Ciudad.

   No está bien decirlo pero cuando doy mi opinión a través de EL POLLO URBANO no  debo silenciar y sí destacar mi viaje en coche por las calles de Brno, conducido por una personalidad de la Embajada de España y cantando, a voz en grito,  el himno nacional español.

     Pero quiero a más referirme a Berlín Oriental, que no sé si fué el primer país visitado por mí dentro del telón de acero o el segundo, aun cuando el orden es lo mismo.

    Ya la llegada en avión al Berlín occidental , por el famoso corredor aéreo, era triste e incómoda. Yo quería aprovechar para pasar 24 horas, en el Berlín oriental, que podía lograr mediante el pago de una cantidad de marcos occidentales que te cambiaban, a la par, en la aduana  oriental  por marcos de esa zona, y no podías llevar periódicos ni revistas occidentales, ni mucho menos artículos  que iban en contra de la opinión comunista.

   Todo era triste, las gentes, las calles, el MURO, a lo que contribuía el aire de peligro que se advertía. Cualquier error que tuvieras, como turista occidental, te conduciría sin más a la cárcel, vigilado por las soldados (mujeres) que pululaban por las fronteras y  sin pedirte especiales aclaraciones.

   Era lo mejor ir acompañado de un diplomático español y así hice. Desde mi llegada lo fui  por un español cualificado dentro de la Embajada que me llevó a recorrer Berlín Oriental. Me llevó, lógicamente, a ver la puerta de Brandeburgo, no sin antes decirme y señalarme en  el ascensor de su Oficina que no hablase ciertos temas,   ni ahí ni en su despacho, pues estaban plagados de micrófonos ocultos, al igual que el chalé donde vivía, propiedad del Gobierno alemán oriental, que pagaba , al cambio, un millón de pesetas de alquiler mensual y que tenía una habitación cerrada permanentemente a la que no tenía nunca acceso. El elevado pecio era fijado por el Gobierno alemán oriental y llevaba consigo que todas las obras y reparaciones en el mismo eran realizadas por obreros del Gobierno sin cargo para el usuario.

   Cuando entramos a la plaza de Brandeburgo me dijo  “YA VERÁS COMO DE UNA BOCACALLE, SALE UN COCHE DE POLICIA ALEMAN ORIENTAL A VER QUIENES SOMOS. Lo intentamos pero al ver que así era regresamos rápidamente a otro lugar de Berlín oriental.

    Siempre guardo un especial recuerdo, de mi visita al magnífico Museo de Pérgamo, con una pareja de soldados orientales vigilantes, con su recorrido marcial, a veces, y un grupo bastante numeroso de turistas, me imagino, y de habitantes de Berlín oriental. Me hubiera gustado hacerme una fotografía en la puerta de entrada junto a los guardias, pero cuando le pedí el favor de que disparara mi cámara a un ciudadano  éste se echó para atrás, me dijo que NO, Y PUDE VERLO ASUSTADO.

     Hay algo más que podría  contar, pero creo que no es necesario para dar una visión de lo que era un país eminentemente comunista. Luego he hecho bastantes viajes a Alemania ya reunificada  y la última vez visité Leipzig, que conserva grandes bloques de viviendas con su estilo peculiar de ventanas sin persianas, sin lujos ni decoración de fachadas, según estilo comunista.

   No obstante debo decir que si se tercia otro día hablaré de otros   países también que fueron comunistas y de mis vivencias en ellos. Antes y después .

    Vuelvo a insistir que lo narrado, es la pura verdad. No es ni siquiera mi opinión sino la realidad que viví en alguno de mis viajes, especialmente a las dos Alemanias cuando existían como tales. Hoy en dia, Berlín es una ciudad única, visitada por millones de turistas cada año, bonita y cosmopolita.

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