Pollerías (Noviembre 2024)


Por Martín Ballonga

     ¡Un éxito sin igual del Pollo Urbano! Una sección de Martín Ballonga con píldoras, runrunes y comentarios que nos llevaran por pequeñas pistas a caminos de interés asegurado para nuestros lectores…


   Dionisio Sánchez
ha descubierto en el trastero de una casa solariega zaragozana una máquina de coser del siglo XV, a pedales, con la que, al parecer, se diseñaron los ropajes de Cristóbal Colón antes de partir al Nuevo Mundo. Ahora, por fin, dejará de coser cintas de amarre de trinquete para una multinacional del deporte y se asociará con Eugenio Monesma para una nueva serie documental de los oficios perdidos, subvencionada con dos kilos, ¡dos!, por el Gobierno de Aragón, la Diputación Provincial y el Ayuntamiento de Zaragoza.


   La serie ya se está grabando, en exteriores e interiores de Zaragoza, con las voces en off de María José Moreno y Luis Felipe Alegre, según un libreto de Adolfo Ayuso.

   Ya no dirá nuestro gran jefe de ‘El Pollo Urbano’ que no gana ni para comprar ovillos de hilo, que el oficio de periodista está que arde. Está claro que nuestro subdirector pollero, Carlos Calvo, se ha convertido, a su lado, en un mero novillero. El torero es él.

   Coincidiendo con este descubrimiento, casualidades de la vida, el cineasta y etnógrafo Eugenio Monesma presentó el otro día un libro titulado ‘100 oficios para el recuerdo’, un tributo a los trabajos tradicionales de la España rural que recoge la labor artesanal que muchas personas durante generaciones desempeñaron y hoy, en su mayoría, han desaparecido. Monesma siempre ha tratado de dar voz a “los de abajo”, sin dar nunca prioridad a la estética, sino a un contacto directo con el entrevistado y el impulso de su testimonio. El fondo por encima de la forma.

   La vestimenta que lucía Pilar Alegría en su última comparecencia en el Congreso, ya conocida como Pilar Bulería, es obra de nuestro incombustible Dionisio Sánchez con su cosedora a pedales. Vestía un traje de chaqueta de color hueso, que debe ser el color de las trolas descarnadas. La disculparíamos si, al menos, alguien nos contara que cuando sale de la sala de prensa de Moncloa va murmurando: “Lo que hay que hacer para ganarse la vida”. Pero lo suyo no llega al nivel de sofisticación intelectual que exige el cinismo. Lo suyo, más bien, parece una suerte de sonambulismo cognitivo, por decirlo con elegancia. Está el Congreso para cambiar los escaños por divanes.

   Después de un laborioso trabajo de investigación y de hacer muchas llamadas perdidas, la dirección pollera puede afirmar con rotundidad que Cristóbal Colón no nació en Génova, ni en Valencia, ni en Barcelona, ni en Mallorca. Ni tan siquiera era portugués. Colón nació en Zaragoza, vivió en el barrio judío de la ciudad, se sacó el carnet de barcos haciendo ejercicios en el río Huerva y el de almirante en el Ebro. Y descubrió las Américas con un cachirulo en la cabeza.

   La peregrina idea de que fuese judío sefardí, según un documental reciente, es meterse en una selva de donde no se sale vivo si no es en compañía india. Hasta Tarzán se hacía acompañar por las gentes del lugar, además de por Chita.

   Colón es ya un símbolo pop al que Andy Warhol habría hecho famoso si fuera de su órbita cultural, como el dólar, pero el descubridor se quedó como un señor con peluca y las piernas al aire con unas medias de señora, al estilo del Fernando Fernán-Gómez de ‘La venganza de don Mendo’: “Y el no llegar da dolor, / pues indicas que mal tasas / y eres del otro deudor; / más ¡ay si te pasas! / Si te pasas es peor”.

   De deudores, tasadores y testaferros, en efecto, está la política en nuestro país. Tanto la derecha como la izquierda se apresuran a inventar diferencias entre ellas en la reacción al olor de la propia mierda, pero esa presunta intolerancia no se la traga ni la santa cofradía del aplauso sincrónico. Ábalos, valenciano al fin como Zaplana, parece incluso más enfangado que Bárcenas o nuestro Luis Roldán, mientras Pedro Sánchez bascula sobre esas caderas juncales que derriten a Almodóvar.

   La delincuencia llegó hasta arriba. Los dirigentes se quitan las acusaciones de corrupción señalando que el adversario es más corrupto que ellos. Se amenazan con dosieres. Todos los denostados preparan su respuesta. El caso es que tengamos un gran lío mental. Como decía Truman, si no puedes convencerlos, confúndelos.

   La historia de España sigue escribiéndose en los juzgados. Hay una relación de sórdida hermandad entre los moralistas y la inmoralidad, como Jordi Pujol se encargó de demostrar. Es sonrojante el espectáculo de vulgaridad que dan cada vez que vemos en qué se gastan el dinero cuando meten mano en la caja. El otoño es un regreso.

   Ya nos advertía Luis García Berlanga, en la trilogía iniciada con ‘La escopeta nacional’ (1977), el esperpéntico retablo de la clase política como visión goyesca y quevediana de la recolocación de principios y fines. O en ‘Todos a la cárcel’ (1993), un mosaico de chanchullos, enchufes, chorizos, corruptelas, tacos, fútbol y demás, con extracción carpetovetónica.

   Lo advertía muy bien la cineasta libanesa Jocelyn Saab: “Si no sabemos a quién referirnos, terminamos por no saber quiénes somos”. Y Colón que siga apuntando con el dedo…

Los picos de oro: Nueva subsección de estas pollerías donde van a quedar reflejados algunos de los discursos que se tiran nuestros representantes políticos. Los lectores pueden opinar escribiendo a elpollo@elpollourbano.net  manifestando los puntos que conceden a cada uno de los contendientes. El ganador pasará a la fase final, “Pico de Oro del Año”  que se disputará en el verano de 2025. Aquí están los primeros:

nº3: Lorena Orduna, Alcaldesa de Huesca

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