Tailandia: ‘Chiang Mai en dos conversaciones’


Por Marshall

      Si uno quiere huir de la ríada turística que toma Chiang Mai como una especie de parque multiaventura que incluye rafting, canopy, ciclismo btt y elefanting, aunque parezca mentira hay varias posibilidades dentro de la misma ciudad para conocer algo más de la realidad tailandesa e …

…incluso echar un cable a alguna buena causa.

    Para empezar hay que dejar clara una cosa: Sólo hay un centro de recuperacion de elefantes en la zona de Chiang Mai, aunque hay varios en ciudades cercanas como Lampang. Muchos de los presuntos centros de recuperación no son sino shows turísticos y conviene preguntar en qué consiste exactamente la labor de recuperación del centro donde nos llevan, porque podríamos estar generando el efecto contrario: la explotación de los elefantes.

    Mi jornada en la turística Chiang Mai empezó por todo un clásico: un cafécito en una cafetería hokkien, al estilo puramente italiano, pero con café de las cercanías, de excelente calidad y cultivo orgánico. Hay muchas en Chiang Mai, pero probablemente las más interesantes son los pequeños chiringuitos situados en una esquina, que distribuyen cafés, como el de la marca Nacha, que benefician directamente a comunidades locales.

    Más tarde, hice caso a una recomendación de la sacrosanta Lonely Planet y acudi a charlar con un monje novicio al Wat Chedi Lung.

    ¿En qué piensa la juventud tailandesa? Pues en política y antes de lo que pensaba, pues hasta el momento había sido un tema del que no había tenido ninguna información. Miedo a una nueva junta militar, a un posible retroceso en jóvenes por un lado apegados a su tradición budista, pero que también andan ávidos de blackberries, Facebook y una cierta libertad sexual.
Hablo primero con un chico de instituto con una perfecta dicción inglesa, un tanto británica, que deja a la altura del barro mi inglés de fuerte acento castellano y volumen excesivo para un oriental. Me queda claro que mi volumen de conversación es comparable al de un vendedor callejero. Todo esto entre sonrisas, pues la cortesía, el «no perder cara» es fundamental.

    Para Sengsopam su forma de ver la vida es un tanto diferente. Con 8 años ya de formación para monje, pues lo habitual es empezar el noviciado en cuanto se termina la primaria, la vida se presupone tranquila y meditativa, pero eso no quita para que sea un gran seguidor del hip hop y ávido lector de prensa en inglés.

    Hablamos de Eminem, de la cantidad de preconceptos que se tienen sobre el budismo y ellos tienen sobre lo que llaman «cristianos», así, en general.

     Planteo abiertamente si los monjes intervienen en política, algo tan común entre la jerarquía católica, pero él lo ve más bien como cosa de otro tiempo, algo que ya no es habitual y es más típico de otros países. Supongo que se refiere a la cercana Myanmar o puede que a Tibet, aunque en Tailandia pertenecen a otra corriente del budismo.

     Nadie, o al menos no lo encontré en todo el viaje, cuestiona lo más mínimo a su longevo monarca o la figura en sí de la monarquía y las alusiones a la política son más bien tímidas.

     De hecho, por lo conversado, cuando un niño empieza a convertirse en monje se despega bastante de la familia. Sensopam es del mismo Chiang Mai, pero eso es poco común. La mayor parte de los monjes provienen de zonas rurales y culturalmente tienen poco que ver con la agitada vida urbana tailandesa, que tiene mucho más en común con cualquier ciudad occidental, tal y como la concebimos en Europa, que con las tradicionales formas de vida, que en Tailandia se asocian más a una cierta forma de atraso cultural. Chocante, pero es así.

    Al fin y al cabo el hecho religioso en este país no es muy distinto de lo que puede ser en España. La gente acude a rezar, pero no en multitudes, y es muy raro quien acude al templo con frecuencia. Es más una costumbre social que un fervor y un hecho social comparable al que puede existir en el mundo musulmán, por ejemplo.

     El budismo está presente en la sociedad y era buena parte de su realidad para mi conversador monje, pero uno termina por darse cuenta de que no deja de estar hablando con una persona joven, con las inquietudes propias de cualquier joven y con una mirada crítica que sorprende.

    Lástima de ese toque efímero que traen todos estos viajes de observador tranquilo para poder saber más de esas realidades tangenciales al viaje como son las personas.

     Una ciudad convertida en escenario turístico dice muy poco al visitante. Un par de simples conversaciones te cuentan más que el más espectacular de los museos.

 

Reportaje publicado en miércoles, 1 de octubre de 2014

El blog del autor: http://yosiplauma.blogspot.com/

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