Fuera de las grandes ciudades. Reencuentro con Marruecos (III)


Por Marshall

      Buena parte de la realidad de nuestro vecino del Sur no son grandes ciudades, mezquitas, zocos y medinas pintorescas.   Marruecos es aún muy rural. Y el salto entre las ciudades y los pueblos es muy grande.

     De hecho se percibe en un simple vistazo. La comparación con la misma realidad rural en Europa es aún más grande.

      El Marruecos más rural tiene un pie puesto en el semi-nomadismo, dado que nómadas en el sentido estricto quedan cada vez menos, y son aún miles de personas las que lo practican. El burro en el Norte del país y el camello en el Sur son el compañero diario y los rebaños son parte del paisaje.

 

 

     De esta última visita reseñaré tres pequeñas pinceladas. De otros viajes a la zona me quedan recuerdos de pueblitos en el Atlas, de pastores abrevando rebaños en una mínima charca, de asentamientos en mitad de ninguna parte en el Sáhara ocupado… Ahora me quedaré con tres pequeñas ciudades.

 

       En este viaje recalamos en Moulay Idriss, donde está enterrado uno de los muchos parientes de Mahoma que da nombre a la ciudad (o quizá no porque tumbas de estas hay a patadas por todo el mundo musulmán). Esta es una ciudad de peregrinación, aunque es un Islam muy relajado.
Miles de turistas pasan por aquí, pero a menudo ni pisan el casco urbano, porque acuden directamente a visitar las cercanas ruinas romanas de Volubilis.

      Nos invitaron a cenar unos peregrinos y pudimos conversar sobre la importancia de estas peregrinaciones vacacionales para muchos musulmanes no especialmente devotos.

    Mucha gente toma esta peregrinación como una forma de pasar un puente vacacional y con la excusa comen fuera, se tatúan con henna y quedan con parientes para peregrinar juntos.

    El mausoleo, una gran cueva con una terraza a cielo abierto, está vedado a no musulmanes, pero el entorno es bastante ameno y la plaza prinicipal es un bullir de merchandising mahometano.

     Respecto al entorno, toda la zona está llena de olivares y la mecanización de la agricultura parece aún lejana. Eso sí el aceite es de calidad superior y acompaña a todos los platos de la zona.

 

      Seguimos camino y recalamos en Azrou, una localidad muy bereber. Un cruce de caminos donde pasamos el fin de año.

    Su nombre quiere decir la roca en bereber y es lo que se ve desde todas partes: una formación rocosa que se eleva junto al centro de la ciudad, que consta en realidad de varios núcleos dispersos,

      Azrou tiene su interés en el mercado que ocupa prácticamente todo el centro. Desde tenderetes de frutas o todo tipo de cacharrería usada a tiendas de alfombras de bastante calidad. Para interesados en comprar artesanía, sobre todo alfombras, es un buen lugar. Nosotros volvimos con una, cómo no, ese souvenir que, a menudo, terminas sin saber muy bien dónde meter.

       Estuvimos allí el último día de 2019. Por ello había a la venta todo un surtido de pasteles de colorines deseando  feliz año en francés, unos cuantos con faltas de ortografía, por cierto. Cumplimos con el fin de año en mangas de camisa (sorprendente pues la ciudad está a más de 1200ms) y con nuestro pastel de rigor.

        Pero el mayor interés de la zona es el Parque Nacional de Ifrane, una zona montañosa con abundantes cedros y que alberga unos cientos de ejemplares de macacos de Berberia o del Atlas. Este babuino, en peligro de extinción, estaba extendido por buena parte del Magreb, pero su presencia ahora se limita a unas cuantas colonias aisladas en zonas montañosas. 

      Aunque se trata de una especie protegida por desgracia es frecuente verlos como animal de feria para tomarse fotos.

 

     Nuestros intentos de ver macacos en libertad fueron un fracaso. Lo que sí nos encontramos fue mucha comunidad bereber y nuestra hija hizo amiguitas.

     Respecto a alojarse o comer en la zona del parque es bastante caro, lo que contrasta con las humildes viviendas donde se apiñan las familias locales. Además hay malas comunicaciones. 

 

      Proseguimos viaje hacia Fez en autostop y subimos hasta los 1600m de Ifrán ,una ciudad como caída desde otro lugar. Con una estética alpina que la podría situar en Suiza o el Tirol pero en cutre y decadente. Sorprendente.

     Edificada para la élite colonial francesa es ahora un resort de vacaciones donde los marroquíes acaudalados acuden a refrescarse en verano o a esquiar en invierno.

       Para un rato nada más.

       Cogimos taxi compartido de nuevo y seguimos viaje. Nos esperaba Fez.

Las estupendas fotos son obra de Paloma Marina

El blog del autor: http://yosiplauma.blogspot.com/

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