Romance de otoño-verano


Por Jose Joaquín Beeme

    Billy Wilder con su habitual escritor I.A.L. Diamond y Luciano Vincenzoni se divirtieron un mundo exponiendo en Avanti! (1972) los contrastes culturales entre un cierto norte y un cierto sur, entre una América envarada e industriosa y esa Italia calmuda y estereotípica del dolce far niente, pero también…

…aquella misma América seria, gris e hipercapitalista frente a una Inglaterra entonces pop, colorista y anticonvencional.

    Estaban ya en la pieza teatral que Samuel A. Taylor (el autor de Sabrina) había estrenado sin mucho éxito en Broadway cuatro años antes, sólo que ambientaba en Roma lo que en pantalla es puro Mezzogiorno.

    Jack Lemmon (Wendell Armbruster jr) es un tycoon de Baltimore, rico heredero con una vida de éxito programado que, llegado a Italia para repatriar el cuerpo de su padre muerto en accidente de tráfico, se ve atrapado en una doble malla que pulveriza sus rígidos esquemas: por un lado la burocracia italiana (el papeleo timbrado tiene los colores de la bandera) y la indolencia meridional que no excluye el chantaje, por vía de unas polaroids comprometedoras, ni el secuestro de cadáveres para restituir el mal fario que cayó, junto con el Fiat 500, sobre unos viñedos; por el otro, un amor espontáneo, torrencial, con una londinense romántica y rellenita, la Pamela que interpreta Juliet Mills, que replica casi especularmente, en las postrimerías del «verano del amor», el que transcurrió durante otros diez veranos consecutivos entre sus respectivos progenitores.

    Ironía wilderiana, los vicios italianos se quedan chicos al lado de la trapacería de los propios yanquis, cuando un funcionario del departamento de Estado, deux ex CIA, aterriza en Ischia para nombrar adjunto a la embajada al finado Armsbruster, amparándose en la igualdad de oportunidades en el empleo, que no admite discriminación por razones de salud o (así estés muerto) ausencia de ella, tal como recoge la ley de derechos civiles de los tiempos del presidente Johnson, lo que permite saltar las trabas de las autoridades locales y expedir el fiambre (que a la postre será el de un conserje tiroteado por una novia desairada) por valija diplomática en un helicóptero de la Armada.

     Película que funciona o funcionaba como una promoción balnearia de Ischia, la pobladísima isla volcánica del Tirreno, con sus baños de barro radioactivo, y que Wilder conectaba en el recuerdo con Breve encuentro de Lean y yo con Roma Termini del gran De Sica. Estrenada tanto en Italia como en España con un banal y explícito título de comedieta (¿Qué ocurrió entre tu padre y mi madre?), se nos hurtaron a los españolitos del tardofranquismo los desnudos integrales de la pareja protagonista, con sus correspondientes líneas de diálogo que, mientras se daban un chapuzón iniciático en la bahía de Nápoles o retozaban en la suite del Excelsior, hacían progresar su propio despojamiento anímico. 

    Cuenta en su banda sonora con deliciosas versiones orquestales, con su punto justo de melancolía, de dos iconos del cancionero italiano: Senza fine de Gino Paoli y Un’ora sola ti vorrei de Bertini-Marchetti, que ha conocido múltiples registros, famoso el de Ornella Vanoni pero impagables, porque llevan la pátina de la nostalgia, las viejas pizarras con Nuccia Natali y Fedora Mingarelli.


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