Solo se vive una vez: Carlos Suárez, la luz prodigiosa


Por Don Quiterio

   El cine español, desde siempre, ha contado con un puñado de directores de fotografía de primer orden. Ahí están, sin irnos muy lejos, los Aguayo, Trenas, Aguirresarobe, Rojas, Alcaine, Escamilla, Cuadrado, Amorós, Pérez Cubero, Arribas, Paniagua, Berridi, Gusi, Burman, Gusi, Gormenzano y tantos otros, que han elevado con su pericia las posibles cualidades de cualquier película.

  Ahora acaba de fallecer el asturiano Carlos Suárez, hermano menor de Gonzalo Suárez, para quien dirige la fotografía de sus primeros cortos –‘El horrible ser nunca visto’ (1966) y ‘Ditirambo vela por nosotros’ (1967)- y participa en casi todos sus largometrajes: ‘Morbo’ (1972), ‘Beatriz’ (1976), ‘Parranda’ (1976), ‘Epílogo’ (1983), ‘Don Juan de los infiernos’ (1991), ‘La reina anónima’ (1992), ‘El detective y la muerte’ (1994), ‘Oviedo Express’ (2007) o ‘Remando al viento’ (1987), acaso su mejor película, un onírico melodrama de tanto preciosismo visual como potencia narrativa. Unos filmes, en conjunto, que sus pomposos diálogos lastran, a veces, los evidentes aciertos plásticos, de imágenes tan firmes como elaboradas, con referencias a El Bosco, Dalí o Fellini.

  Durante el último tercio del siglo veinte, con más de cien trabajos a sus hombros, Carlos Suárez enlaza un rodaje tras otro y trabaja para cineastas como Luis García Berlanga, Fernando Fernán-Gómez, Pilar Miró, Manuel Gutiérrez Aragón, Eloy de la Iglesia, Miguel Hermoso, Jaime Chávarri, Jorge Grau, Francesc Betriú, Pedro Olea… Con Berlanga, más allá de la ‘trilogía nacional’, perpetra en ‘La vaquilla’ (1985) una suerte de retrato goyesco de las dos Españas, y en guerra civil, en un filme coral presidido por un sentido del humor popular y desmitificador, con complicados travelling y numerosos personajes, entre los que encontramos al zaragozano Fernando Sancho.

  En ‘Cinco tenedores’ (1979) y ‘Gary Cooper, que estás en los cielos’ (1981) se une Carlos Suárez, con su luz, a las composiciones musicales del turolense Antón García Abril. La primera es un trabajo alimenticio de Fernán-Gómez, un picaresco vodevil sin interés especial. La segunda es un sensible retrato femenino cargado con notas autobiográficas de la realizadora Pilar Miró.

  Gutiérrez Aragón hace un punto y aparte en su filmografía, de obras socialmente comprometidas, y apuesta en ‘La noche más hermosa’ (1984) por la comedia romántica en una puesta al día del Cervantes de ‘El curioso impertinente’. Un tema que en otras manos hubiera caído en el vodevil vulgar, chabacano, en las del cineasta cántabro deviene una elegante meditación sobre la sempiterna batalla de los sexos, de humor refinado e irónico, donde no falta el acento mágico marca de la casa, con una fotografía, destellante y metálica, de Carlos Suárez, que alumbra algunas imágenes muy brillantes.

  También dirige la fotografía de ‘¿Pero no vas a cambiar nunca, Margarita?’, segunda película del ácido humorista Chumy Chúmez protagonizada por Silvia Aguilar y el zaragozano Antonio Garisa (de quien se acaba de publicar una excelente biografía a cargo del periodista Carlos Arévalo); ‘La puñalada’ (Grau, 1989), tan curiosa como irregular intriga ambientada en el siglo diecinueve, con bandoleros campando a sus anchas por el Pirineo catalán y aragonés, o ‘Cuentos para una escapada’ (1979), fallido filme infantil estructurado en siete episodios (dirigidos respectivamente por Gutiérrez Aragón, Chávarri, Carles Mira, José Luis García Sánchez, Miguel Ángel Pacheco, Emiliano de Pedraza y Teo Escamilla), en uno de los cuales aparece como actor el realizador zaragozano José Luis Borau.

  Carlos Suárez dirige igualmente la fotografía de sus propias películas como realizador –‘El jardín secreto’ (1984), ‘Adiós, tiburón’ (1996), ‘Los Porretas’ (1996)-, en una limitada filmografía que, al menos, consigue el aplauso popular en sus sucesivas adaptaciones para el cine o la televisión de las tiras sobre el personaje de Makinavaja del dibujante Ivà, publicadas en ‘El Jueves’ a partir de 198un humor corrosivo, escatológico, ideológico, que hace del argot y el acento una particular academia. Pero Suárez acaso confunde el poder corrosivo de la miseria con la chabacanería, carece de forma y más bien parece todo una sucesión de episodios pobremente hilvanados. En el segundo título para la gran pantalla, ‘¡¡Semos peligrosos!!’ (1992), y junto al protagonista encarando por Andrés Pajares (le sustituye Pepe Rubianes en la posterior serie televisiva), aparece nuestra querida Lita Claver, la gitana de la Magdalena.

  Carlos Suárez y su luz prodigiosa, en fin, como el título de la película realizada en 2002 por Miguel Hermoso, libre adaptación de la novela homónima de Fernando Marías, quien igualmente se hace cargo del guion de esta bella historia de amistad viril otoñal cuya cualidad sentimental es noble y penetrante, aunque la dramaturgia parece limitada en el desenlace, y donde la premisa es que Federico García Lorca no muere en el fusilamiento, pues malvive anónima y miserablemente en la Granada de principios del siglo veinte, recordando viejos tiempos y su felicidad en la madrileña residencia de estudiantes junto a amigos como Luis Buñuel.

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