OperaMía (Abril 2020)

Por Miguel Ángel Yusta

    La tremenda crisis mundial de la pandemia por el Covid-19, ha puesto de manifiesto, entre otras muchas, dos importantes facetas que se refieren al mundo de la ópera.

    Por una parte las numerosas y perfectas retransmisiones de acontecimientos puntuales ya transmitidos en su día y que ponen al alcance de millones de personas los teatros, funciones y producciones de primera línea con unas condiciones técnicas de muy alta calidad. Eso lo hemos podido comprobar especialmente en funciones que ya habíamos presenciado y que, al revisarlas, nos muestran detalles que dificilmente se ven en un teatro aunque, eso sí, las voces ecualizadas nunca tendrán la vibración, la proyección y recorrido aéreo que en una sala pueden disfrutarse.

    Pero, esencialmente, es más importante el beneficio de la difusión de obras que, de otra forma, la inmensa mayoría de los espectadores no podríamos disfrutar y, a través de ello, la afición y el incremento del interés por las grabaciones del género de un importante número de nuevos aficionados.

   Otra parte, y esta mucho más entrañable, es la apertura de sus casas a través de streaming de numerosos artistas para ofrecer generosamente sus actuaciones al público, en directo y con aportaciones que muchas veces están llenas de emoción. El reencuentro con los cantantes fuera del habitual escenario está lleno de sorpresas y esa cercanía, la desmitificación del espectáculo operístico, el sentir que el «divismo» es cosa del pasado (cosa que comprobamos personalmente desde hace años) así  como una actitud solidaria, hace que esas sesiones sean seguidas con interés, cuando no entusiasmo,  por numeroso público sea o no aficionado.

    Y hablando de solidaridad bueno es recordar que no todos los protagonistas del mundo de la ópera son «de primera división» ni cobran cachés espectaculares. Muchos, como en tantas otras actividades de la vida cotidiana, lo están pasando mal. Cancelaciones, retrasos en los pagos y disminución de contratos, hacen que muchas de estas personas, con un gran equipaje de trabajo, sacrificios y conocimientos profesionales, tengan un futuro difícil también en esta época tan llena de incertidumbre. Y la ópera mueve diversas profesiones: cantantes y también músicos, escenógrafos, vestuario, iluminación y muchas más con los consiguientes oficios añadidos.

   Malos tiempos para todo. Para todos. Será preciso pensar, tras el esperable paso de la pandemia, en una seria reflexión, con los parámetros de la experiencia y el horizonte de una nueva era, para crear fórmulas que vuelvan a restituir e ilusionar esta maltrecha sociedad.

    Las gentes de la ópera, como importantes constituyentes  del mundo cultural,  seguro que estarán con su arte y su trabajo en primera línea en la batalla de la recuperación social, creando ilusión, cultura y belleza, que son ahora más necesarias que nunca.

Artículos relacionados :