Hagan sus apuestas / Daniel Clemente

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Por Daniel Clemente

    Ha saltado el escándalo en el mundo de las apuestas: el vibrafonista ha confesado que falló la nota adrede en el compás 82.

   Había mucho en juego, su familia al completo, esa era la amenaza, al fin y al cabo no le ofrecieron tanto dinero como para fallar en su compás favorito, «el Naranjito». Por eso se pagaba tanto por el error. Empezó la cosa en el primer cuarto de siglo con su Mercé haciendo anuncios y el flamenco empezó a retransmitirse en horarios de máxima audiencia. El resto de la historia todo el mundo la conoce, in crescendo. Ahora mediado este bizarro siglo XXI, traca fallera, ¿quién cuenta el redoble del tambor?, la trama valenciana de apuestas amañadas, como en Aragón, como en todas las comarcas, ha resonado como una bomba en los oídos de todo el mundo musical. Marca el director y a ver quién tiene la suerte…

    Nadie hasta este momento se había atrevido a reconocerlo, pero la música ya no es lo mismo desde que llegaron los patrocinios, primero las televisiones, luego el mundo de las apuestas, los magnates rusos, Turquía y los países árabes. “Ya no se usa chaqué, parecemos pilotos de motos”

   Escándalo a escándalo ya nadie se extraña de que la Filarmónica de Morón lleve el doble de peso en sus vuelos, o de que el primer violín de la Camerata Pachorra se rompa el dedo cada vez que tiene que viajar a Melilla, o que el Campeonato de Europa de Secciones de viento madera lo gane siempre La Principal de la Bisbal haciendo tres pasajes malos y uno bueno.

   Al final respuestas llenas de tópicos, ya se sabe, las notas unas veces suenan bien otras veces suenan mal. Lo teníamos todo controlado hasta el allegretto, pero en ese momento hemos cambiado de tuba y ya no hemos controlado los tempos. El crítico tiene la culpa, el escenario era muy pequeño y tienes al público muy cerca y eso siempre mete presión. Cuesta acostumbrarse a la altura, nunca habíamos tocado en 4,42. El director siempre tiene la misma queja : Los conciertos son muy largos, los músicos acaban doblados y los percusionistas, redoblados.

    ¡Hagan sus apuestas! La banca siempre gana.

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