Por Aitana Enciso
El festival Primavera Sound, que este año cumplía 10, aparentemente no ha conocido la crisis. Desde 2008 ha pasado de 80.000 asistentes a unos 120.000 en la edición que acaba de terminar, elevando también los precios de los abonos, aumentando los patrocinadores, y creando el Primavera Pro, un espacio de negocios para que se produzcan contrataciones entre grupos y promotores de conciertos.
Siguiendo esta política, el sábado 28, el día que asistí, decidió retransmitir la final de la Champions entre el Barça y el Manchester United. Aduciendo que se podían colapsar los accesos por parte de aficionados que salieran del recinto para ver el partido en el barrio donde se encuentra el Fòrum, destinó uno de los dos escenarios más grandes, el Llevant, a pasar el partido, consiguiendo de paso que los asistentes consumieran dentro del festival y no en los bares de la zona.
Con esto lo que pretendo constatar es que el festival no es ninguna ong, sino un negocio bien organizado y floreciente. Y sin embargo, afortunadamente, no permaneció ajeno a los acontecimientos que se produjeron en Barcelona durante esos días en la Plaza Cataluña, cuando los Mossos de esquadra agredieron a los acampados del movimiento 15 M. Carteles solidarizándose con los indignados, llevados por trabajadores o en los puestos de comida, y cantantes que hacían referencia a estos desgraciados hechos y que dedicaban canciones a los acampados , sobre todo el viernes pero también el sábado, mostraban que eventos alejados de la «spanish revolution» no permanecían completamente ajenos.
La baza principal del festival son las actuaciones que programa, trayendo grupos internacionales que no suelen dar muchos conciertos en el resto de España, reapariciones de grupos tras un largo tiempo de silencio, o bien primicias en exclusiva, como el directo de los Fleet Foxes, del sábado, que nunca habían pisado nuestro país.
Visto el aumento de público, también se consolida como fiesta en sí misma, donde mucha gente asiste no tanto por las actuaciones sino para pasárselo en grande. Esto conlleva bastante peligro, pues está a punto de caer en la masificación excesiva, si no lo ha hecho ya. El escenario Llevant, donde se retransmitió el partido y donde pudimos ver a Mogwai más tarde, estaba situado tan lejos de los demás que se tardaba unos veinte minutos en llegar. De momento el nivel de los grupos no se ha visto especialmente afectado, pues el cartel de esta edición era muy atractivo y conjugaba calidad, novedad y veteranía perfectamente. Lo que no cuadraba era la magnitud de los escenarios, que quizás son un poco excesivos; y, en concreto en el San Miguel, un sonido defectuoso en varias actuaciones que no era de recibo, teniendo en cuenta el dineral que cuestan las entradas.
Después de todas estas apreciaciones, que me parecía mal pasar por alto, mejor me centro en la música. Teniendo en cuenta que el sábado actuaban 63 artistas, hablaré de los directos que pude ver.
Para empezar, nada más entrar a las siete, en el escenario Myspace nos encontramos con un mini directo de unos veinte minutos de Cuchillo, un grupo barcelonés que se dedica a la psicodelia experimental, y que ya tiene un par de discos. Sonaban especialmente bien, haciendo más acústicos los pocos temas que interpretaron, Sombra y mar, Último silencio y Black and white numbers.
http://www.myspace.com/cuchillo
El concierto de Fleet Foxes empezaba a las ocho menos veinte. Tocaban en el escenario San Miguel, el más grande hasta esta edición, y aunque parece que fue el propio grupo el que pidió actuar allí, y realmente tuvieron un llenazo, no fue buena idea. El folk de nueva generación de este grupo de Seattle y sus preciosas armonías vocales hubieran brillado mucho más en un recinto cerrado, y los problemas de sonido del escenario en las canciones más orquestales estropearon la actuación. Aun así, cada vez que Robin Pecknold ejecutaba los temas más sencillos, voz y guitarra, dejaba patente porqué tenían a veinte mil personas delante, y a una multitud de fans enloquecidos en las primeras filas. Se centraron en repasar su último disco, Helplessness Blues, aunque también recuperaron varios temas del anterior (Fleet Foxes), como White Winter Hymnal. Dejaron muy buen sabor de boca, ojalá regresen pronto, solos y a un auditorio.
Robin Pecknold, de Fleet Foxes Foto: Inma Varandela
http://www.youtube.com/watch?v=iWAlmCppfB8&feature=related
Cuando terminamos de ver a Fleet Foxes, coincidiendo con el Barça, nos fuimos a Einstürzende Neubaten. Grupo de culto de los ochenta, al que yo conocía solo de nombre, nos dejaron pasmados con su música industrial, mezclando instrumentos con metales, tuberías de pvc o contenedores de plástico. Tocaron temas antiguos y nuevos, con contundencia y en buenísima forma, en una mezcla de concierto y performance; con un cantante que tan pronto hacía chistes a costa del fútbol como nos apabullaba sus tremendos aullidos. Un verdadero espectáculo.
Einstürzende Neubaten Foto: Susana López blanco
http://www.youtube.com/watch?v=qATbl7eS09c&feature=related
Nos marchamos un poco antes de que terminasen, para esperar a PJ Harvey. La inglesa, que lleva veinte años de carrera, venía acompañada por sus músicos de siempre, como John Parish, y a presentar Let England Shake, su último trabajo. Con una puesta en escena muy cuidada, a la izquierda de su banda, un tocado de plumas y un resplandeciente vestido blanco, estaba iluminada por un foco y concentraba toda la atención. Let England Shake es un disco temático, inspirado en la Primera Guerra Mundial, pero cuyas letras suenan tremendamente actuales y críticas. Harvey siempre ha sido una artista comprometida e inquieta, y no se cansa de experimentar, en este caso con un nuevo instrumento, el autoarpa, que intercambiaba con una guitarra eléctrica según las canciones. Repasó fundamentalmente este último disco, y un silencio respetuoso le acompañó durante todo el concierto. Apenas hizo concesiones a los fans, hablando poco y rescatando pocos temas antiguos, como Big exit , C’mon Billy, Angelene o Sky lit up, que adaptó a los nuevos. Su delicadeza, su potencia vocal y un sonido perfecto demostraron porqué es una de las grandes.
PJ Harvey y su autoarpa Foto: Inma Varandela
http://www.youtube.com/watch?v=qh4eNtVq-u4
Aunque escuchamos las primeras canciones de Mogwai cenando, los acordes de How to be a werewolf lograron que nos levantáramos y llegáramos por fin a verlos al escenario Llevant. Con un sonido perfecto, los escoceses presentaban Hardcore will never die, but you will, su último trabajo, quizás más accesible que otros anteriores, pero también rescataron temas antiguos, como Batcat, con el que terminaron el concierto. Teniendo en cuenta su post-rock complejo, lleno de arreglos electrónicos y complicados riffs, a priori parecen candidatos a sonar regular al aire libre. No lo hicieron, sino todo lo contrario, rematando una actuación impecable y genial. Ojalá lo hubiese visto entero, habrá que repetir.
http://www.youtube.com/watch?v=0Mz3BUw5NjE
Desgraciadamente para mí, que soy fan, después de ellos tocaban Animal Collective, en el escenario San Miguel, a quienes tenía muchísimas ganas de ver. Este grupo norteamericano se dedica a la electrónica desde hace diez años, y su último disco, de 2009, Merriweather post-pavillion, es una mezcla entre el baile y la experimentación de lo más recomendable. Como no les había visto nunca, desconocía que antes solían ensayar las canciones nuevas en sus conciertos habitualmente. Y eso es lo que hicieron el sábado, un ensayo con público de un montón de sus temas nuevos, que sonaban deslabazados y a medio terminar, y que contrastaban poderosamente con Did you see the words , Brother Sport o Summertime clothes, deslumbrantes junto a las canciones sin identificar. Algunas de las nuevas también eran buenas, pero para mí fue un concierto equivocado, y que además no se escuchaba demasiado bien. Consiguieron espantar a buena parte de los miles de espectadores que habían congregado, que huían ante la imposibilidad de bailar.
Panda Bear, de Animal Collective Foto: Inma Varandela
http://www.youtube.com/watch?v=74q8Y3m9ZBQ&NR=1
Remontamos la noche gracias a Dj Shadow, un mítico músico inglés del sello Mo’ wax, que con una puesta en escena espectacular, gracias a una esfera blanca giratoria y unos potentes visuales, tenía a todo el público del Llevant dando botes. Terminamos con la sesión de Dj Coco en el ATP, previsible y calcada a las que realiza en la sala Razzmatazz, pero bastante efectiva.
Y hasta aquí mi relato del sábado en el Primavera, a ras de suelo. ¿Repetiré al año que viene? No tengo ni idea, pero esta vez me lo pasé en grande.