Por Sara Muñoz Rando
La poesía no se concibe sin música, como tampoco se escribe a teclado. Es por ello por lo que el flamenco asciende a la categoría de poesía pura: letra, música y sentimiento. Pena, risa y tarantos.
“La poesía solo sirve para memorizarla” esputaba una sacrílega catedrática catetica que, aunque publicó su tesis, nunca conoció el secreto: la poesía se siente. Juan Ramón Jiménez creía saber lo que era. No el flamenco sino la poesía pura… Ay Juanico, si te hubieran llevao’ a un tablao’ cuántas hojas rotas te hubieras ahorrao’. Tendría que ser habitual durante el periodo escolar asistir un tablao flamenco. Aunque si aparece la obligatoriedad lectiva ¿dónde queda el arte? Del mismo modo que la poesía se recita, cobrando vida entre los labios de quien la lanzan y los oídos en los que se posa, el flamenco hay que verlo en directo para sentirlo en cuerpo y alma.
En la Peña Unión Flamenca me topo con ella:
Sus poros supuran arte.
No le cabe dentro tó lo que lleva consigo.
Que te convaliden la asignatura que antecede a la muerte
si tu cara y tu cora no laten bien fuerte
pa’ pa’ pa’ pa’ con su taconeo presente.
Su contorno desdibuja
cuando sus manos abrazan
los compases que se sueltan
del cajón que el tempo marca.
Sus manos: pestañas
Sus ojos : palmas
Su pelo se mueve al son
que la guitarra encarna.
Sus manos trenzan
Sus ojos narran y te cuentan
lo que su boca aguarda
mientras otro nos canta.
Sus manos no me tocan pero me palpan
Sus ojos no me miran pero me ven
Ella se me agarra al alma
mi alma se me va con ella.
Sus manos me atrapan, magia,
sin llegar yo a poder abrazarla, fuck that.
La promesa, dicen.
La primorosa, digo.
Su cara acuña tanto sentir
que parece que tiene canas.
Ella no baila y vuela.
Ella hace magia, vaila y buela.
Garbo, rasmia, pitera y olé.
Me siento en el váter y me pregunto qué hará ella ahora. ¿También pensará “qué frío” cuando se sienta? Yo creo que la Garlochi no caga. Demasiado mundano para las musas.
Ella hace magia, vaila y buela.