Por Carlos Calvo
Los eruditos de la literatura, o así, con sus vicios privados y sus públicas virtudes, ningunean al cómic la denominación de novela gráfica.
Les parece una falta de respeto llamar de esta manera al noveno arte. Sea como fuere, el cómic o el tebeo o la novela gráfica o el noveno arte (llámenlo como quieran) se ha acercado últimamente a otras disciplinas de las artes y las letras (cine, fotografía, escultura, pintura o literatura) con resultados verdaderamente encomiables. A través de la lectura de estos cómics, en cualquier caso, los interesados en otras artes podrán descubrir o afianzar su afición por el arte de la viñeta, en unas obras vanguardistas en todas sus propuestas, maravillas gráficas que sorprenden en cada página y muestran que el lenguaje del cómic tiene mucho que aportar en lo que cuenta y en cómo lo cuenta, ya hablen de Samuel Beckett, de Truman Capote, de Ava Gardner, de Vivian Maier, de Eduardo Chillida o de Luis Buñuel.
Es el cineasta de Calanda, precisamente, el protagonista del cómic ‘Buñuel o los sueños del deseo’ (editorial Reservoir Books), obra del dibujante Fermín Solís y los guionistas Esteve Soler y Óscar Arce, y en sus páginas se narra la escritura de la película ‘Belle de jour’ (1967), un libreto coescrito por el francés Jean-Claude Carrière, según la novela homónima de Joseph Kessel. Un recorrido sobre la extraña creación del mayor éxito comercial del aragonés en un mano a mano con su guionista de cabecera. Y donde los dos se enfrentan al relato de una joven ama de casa casada con un atractivo cirujano con el que tiene muy poca relación íntima. Debido a esa carencia afectiva, Sévérine, que así se llama el personaje interpretado por Catherine Deneuve, empieza a ver en sus fantasías sexuales una vía de escape a las limitaciones que su matrimonio le impone. Fantasías como la dominación o el sadomasoquismo se dan cita en la vida de la mujer, que decide llevar una doble vida y empezar a frecuentar una casa de citas donde acaba por ejercer la prostitución.
El trío formado por Arce, Soler y Solís diseñan a esta mujer de clase acomodada que, ante el temor de padecer frigidez y sin conseguir satisfacer por las noches a su marido, decide emplearse durante el día en un burdel, pues ha descubierto que solo el masoquismo logra excitarla. ‘Buñuel o los sueños del deseo’ muestra cómo el cineasta turolense se asoma a los abismos de la pasión más desesperada y disecciona los pasos de una esposa burguesa que vive atormentada por sus obsesiones sexuales, que libera en la prostitución. Con esa imagen de la protagonista atada a un árbol en el bosque de Boulogne, Buñuel utiliza los supuestos surrealistas en una película cínica y amoral, y no se entretiene en el relato realista de las miserias o alicientes del oficio más antiguo del mundo, ni se recrea en las carnes de Sévérine. Se limita a estimular nuestra imaginación con escenas que revelan detalles significativos.
Así, un hombre de negocios chino, feúcho y regordete, entra en la habitación de la prostituta y le exige que contemple el contenido de una cajita, de la que surge un zumbido inquietante. El espectador desconoce el contenido. Enseguida, una elipsis narrativa permite imaginar la perversión más extravagante. Después, Sévérine aparece tumbada en la cama. La criada del prostíbulo descubre sangre en su toalla. “Este hombre da miedo”, dice. Pero Sévérine, dándose la vuelta hacia la cámara y con un rictus de satisfacción, contesta “¿qué sabrás tú?”. Después de esta escena, el espectador ya no tiene dudas sobre el perfil psicológico de la protagonista. Y los autores del cómic lo recogen con una delicada elegancia.
Porque Óscar Arce, Esteve Soler y Fermín Soler (quien ya publicara en 2008 la novela gráfica ‘Buñuel en el laberinto de las tortugas’, luego llevada a la pantalla) entienden que el maestro calandino adapta la turbadora novela del escritor francés pero solo le interesa de ella el tema de la mujer insatisfecha, tomando la decisión formal de no diferenciar ensoñación de realidad, lo que convierte al drama, entramado por sutiles elementos visuales y sonoros, en una pieza no convencional de interpretación abierta. Un proceso que viene explicado a las mil maravillas en las viñetas de este cómic o tebeo o novela gráfica o noveno arte
El cómic habla de cine, sueños, la impronta surrealista, de la muerte y los problemas con la industria, pero, sobre todo y esencialmente, perfila muy bien los lazos que estrechan la amistad entre Buñuel y Carrière, que se consolida con cuatro títulos más: ‘La Vía Láctea’ (1968), ‘El discreto encanto de la burguesía’ (1972), ‘El fantasma de la libertad’ (1973) y ‘Ese oscuro objeto de deseo’ (1977). Y lo hace narrando cuatro semanas de 1966 en cuatro escenarios con los altibajos de la pareja enfrascada en la escritura del filme, un proyecto maldito que había pasado por las manos de varios cineastas, entre ellos un Louis Malle en sus intrigas palaciegas.
Y habla también de cómo el realizador turolense creó dos seres imaginarios, Henry y Georgette, que eran activos en la vida real, dos ancianos ilusorios que influyen en el guion. Y de cómo el original del escritor de entreguerras no era del agrado del cineasta aragonés: ahí están las viñetas en las que el director tira el libro a la basura o rompe el ejemplar en pedazos. Aunque a Buñuel, ciertamente, le encantaban las novelas mediocres para superarlas. También aparecen viñetas con escenas que no llegaron a filmarse y otras que la censura cortó. Y cómo el aragonés prefería, para protagonizar la película, a Jeanne Moreau, Silvia Pinal o Monica Vitti. Y cómo pasaba una etapa precaria económicamente y las putas galas, con un león veneciano al fondo, lo sacaron de la penuria. Vicios privados, públicas virtudes.