Reseña de Un día negro en una casa de mentira (1998–2014), de Elena Medel

 
Por Javier Úbeda Ibáñez

      Un día negro en una casa de mentira (1998–2014), título que toma los versos iniciales de Habitaciones, de Louis Aragon, recoge la obra completa de Elena Medel, detallada a continuación, desfilando por toda…

…su joven vida desde sus incipientes creaciones cuando apenas era una niña hasta sus últimos versos madurados en la visión de una ya mujer tan clásica como revolucionaria.

        Elena Medel, quien en la actualidad dirige la prestigiosa editorial La Bella Varsovia, nació en Córdoba en 1985 y ha publicado los libros de poemas Mi primer bikini (2002), Tara (2006) y Chatterton (2014), por el cual recibió el XXVI Premio Fundación Loewe a la Creación Joven, y los cuadernos Vacaciones (2004) y Un soplo en el corazón (2007), incorporando la obra de estudio, además, algunos textos inéditos o dispersos.

        La autora mantiene siempre a través de sus versos (todos ellos organizados en sus respectivas agrupaciones y aterrizados de forma muy concisa) el dibujo de tres líneas claramente diferenciadas: su propia experiencia de vida, la experiencia de alguien cercano o, en tercer lugar, un planteamiento, una reflexión. Todas ellas, aunque notoriamente germinadas en sí misma, invitan a una reflexión abierta en múltiples interpretaciones, elemento clave en una poesía correcta cuyo fondo guarda tanto valor como la forma. En este caso, ambos gozan de una libertad minuciosa, que, aunque abierta en interpretación, el fondo, y en construcción, la forma, han sido cuidadosamente rectos en su correspondiente lugar, consistentes en cada poema, pero muy dispares entre sí. Parece ser que esto despunta una pieza importante de la personalidad de la autora quien, a pesar de su inconforme visión del mundo, es estricta y canónica en su forma de hablar y hacer las cosas, poniendo la cautela de alguien que conoce bien la fuerza de sus pasos, y el mimo de quien siente profundamente su obra.

«[…]

Prisionero de guerra temporal.

 Condena que se cierne sin pedirlo,

Y ansia de una libertad que ahora

Es un pedazo de segunda piel».

        Esto último aplica en todo momento. Medel se desnuda en su poesía, pero no con la intención de mostrarse o entregarse al mundo sino con el propósito de generar un impacto en el lector, de invitarle a una escucha abierta del mundo, y de levantar un espejo ante el cual cada uno descubra su propio cuerpo al desnudo en la reflexión de la semblanza. La música de su escritura acompaña al lector en un baile moderno de metáforas que, aunque tan racional como irracional, tan realista como figurado (Medel recurre en incontables ocasiones a diferentes figuras literarias o históricas), es ligero en su lectura y, aunque condicionada, su interpretación depende de uno mismo y no de la autora.

        Es clara la maduración —que no madurez— que distingue su obra Mi primer bikini (2002), de Tara (2006) en una prosa poética característica y digna de mención, y sobre todo de Chatterton (2014), la cual, por cierto, fue más que justamente galardonada. A través de estas tres obras —y sin miedo a una creación anclada que en cualquier momento puede quedar como hoy decimos «desfasada»— la autora nos traslada a una época esbozada en sus particulares símbolos, trayendo de vuelta a Heidi y a Cenicienta, entre otros, para arrastrarnos después con todo menos cautela a la nostalgia de un mundo de recuerdos desgranados y sufridos, y finalmente a la cruda realidad que siempre nos acompaña a pesar del filtro sepia con el cual la confinamos en el álbum. Aunque Medel parece tender al criticismo gris que empaña la temática de una inmensa mayoría de la poesía, como si fuera una condición sine qua non de los poetas, sus últimos versos parecen consentir algo de luz.

        Reitero, si me lo permiten, el término maduración en su sentido más académico, porque la madurez de la Medel todavía niña de Mi primer bikini es más que notable en su visión desencantada de un mundo que aprovecha la inocencia para levantar los secretos de una sociedad adulta enviciada, y así lo revela en la rebeldía de los términos más disruptivos.

«[…]

Nadie nunca

Podrá verme llorar en su clítoris de neón».

        Así, es interesante participar a través de esta lectura, de una combinación de visiones del mundo, de tonalidades de fondo y forma que además de empujar al lector a un viaje a través de sí mismo y de la enigmática Medel, le invita a deleitarse en un banquete de sensaciones.

        Por otra parte, y aportando la otra cara de una visión crítica, aunque siempre desde el respeto de alguien orgulloso de pertenecer a una sociedad diversa y tan amante como defensor de la cultura, me atrevería a afirmar que esta antología, igual que muchas otras muy aclamadas, no es para todos los públicos.

        En este sentido, aunque considero que es de una lectura infinitamente más sencilla de alcanzar que cualquiera en una poesía más clásica, también creo que se excede en su intención de adaptarse a un mundo disruptivo que, a pesar de todo, mantiene en una gran parte la belleza que ha inspirado a tantísimos otros autores a lo largo de la Historia. Con esto quiero decir que, aunque se entiende un estilo diferente, actualizado, puede resultar excesivamente directo en su expresión, casi ofensivo, mitigando así el encanto de una imaginación al vuelo; o excesivamente sencillo, perdiendo por el camino el tesoro de una literatura elaborada que además de entretener a su lector e invitarle a pensar, le enriquecen en una pintura impresionista de palabras tan encantadora como trabajada. Un determinado público podría acusar a la autora de pecar en un exceso de intenciones, como si tratara de priorizar su reivindicativa forma de expresión, de vender una personalidad y no una obra, sacrificando por un interés personal un arte tan antiguo como la raza humana. Pero lo tanto ocurre con la narrativa, o, cambiando de arte, con la música o la pintura, los hay quienes prefieren París y su Louvre y los hay quienes prefieren Nueva York y su MoMA.

        En conclusión, Un día negro en una casa de mentira (1998–2014), es, como su propia autora, un símbolo de las ya liberadas visiones modernas del mundo, correcto, pero con personalidad, académico pero turbulento, actual. Una lectura recomendable para todas aquellas personas entendidas que se atrevan a explorar nuevas formas de expresión en un arte antiquísimo, y todas aquellas personas neófitas que busquen una lectura ágil y profunda con intención, más allá del entretenimiento. Para todos los demás, replicaría esta recomendación, pero con la advertencia de acudir a ella con la mente muy abierta y la disposición de enriquecerse a sí mismo en la discusión de los propios valores y moral, de unas bases sociales en constante evolución y del convencionalismo en su sentido más amplio. En definitiva, una lectura para personas atrevidas, que sepan entenderla, pero también cuestionarla.

 

Autor/a: Elena Medel
Colección: Visor de Poesía
Madrid, 2015
ISBN: 978-84-9895-899-7 
Nº páginas: 230

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