Todo lo que usted siempre quiso saber sobre el mundo de los libros y no se atrevía a preguntar (y II)


Por Don Quiterio

    La vida, ya lo sabemos, es pura dicotomía: lo bueno y lo malo, el soñador y el práctico, el augusto y el payaso, Romeo y Julieta, la risa y el llanto, el todo y la nada, la luz y la oscuridad, las ciencias y las letras, el cero y el infinito, lo sólido y lo líquido…

    La literatura, por ejemplo, es sólida. Se compone de formas, de géneros, de palabras, de frases, de estilos, de períodos históricos, y se concreta en libros, objetos sólidos también, que producen sombra, que pesan, que huelen. La escritura, por el contrario, es líquida, sin principio ni fin. Existe una historia de la literatura, pero jamás podrá existir una historia de la escritura, como no puede haber una historia de los sueños ni una historia de las nutrias ni una historia de la nieve. Acaso el mejor escritor es el que se aparta del mundo de la literatura para hundirse en el gozo anónimo e infinito de la escritura. Sin podas, sin recortes, sin editores. Sin publicar nada, sin terminar nunca, hundiéndose en el olvido, pero libre, libre para siempre, dueño del mundo, del tiempo, del espacio, como un dios. Ya lo decía Max Aub: “Cualquier texto literario debería dormir la paz de la tinta”.

    Sea como fuere, la fiesta de la literatura y la escritura en Zaragoza se inicia con la Feria del Libro Viejo y Antiguo, una cita que incita a pasear, buscar y bucear entre miles de libros viejos, antiguos, descatalogados, postales, cromos, grabados, mapas, manuscritos y todo lo relacionado con el coleccionismo de papel. Las bibliotecas, por su parte, celebran el Día Internacional del Libro Infantil con actividades educativas y de fomento de la lectura entre los más jóvenes, con talleres de escritura, encuadernación o papiroflexia. Luego llega el Día del Libro, el día del tumulto de novedades y propuestas que vuelve a atraer a la plana de escritores aragoneses, para finalizar con la Feria del Libro, que vuelve a reunir a los primeros nombres de la literatura nacional e internacional, y la entrega de los Premios de Novela Histórica Ciudad de Zaragoza, cuyo galardón de honor ha recaído este año en Matilde Asensi. Como la gente gasta menos, las editoriales se esfuerzan en sacar lo mejor (comercialmente hablando) de cada casa. Compiten abundantes y supuestos “best-sellers” nacionales y extranjeros, de los que se obtiene rápida noticia con solo visitar las librerías (las independientes y las otras). Todo tipo de sugerencias para hacer acopio de lectura y cultivar la mente en las vacaciones estivales.

    En las ferias de los libros el negocio editorial convive con el espectáculo. Los escritores con firma también son espectáculo. El éxito de un libro va asociado al impacto mediático del autor. Los autores de temporada nunca quieren firmar cerca de ciertos dinosaurios letraheridos porque la comparación les sume en un bochornoso agravio. Mientras los primeros firman un ejemplar cada veinte minutos, los segundos firman veinte ejemplares en un minuto. La vanidad, al parecer, es una de las características que rodea al espectáculo de las letras. Una vez, a un escritor serio lo llevaron a firmar a unos grandes almacenes y le pusieron una mesa muy historiada. El público no se acercaba por respeto al escritor (o a la mesa), hasta que un hombrecillo distraído le abordó con voz balbuceante: “¿Cuánto vale la mesa?”.

    El gran escritor (es decir, el que posee “agudeza en el pensar y sutileza en el decir”) lo es casi siempre gracias a que quienes compran sus obras son personas sin talento, gente ávida de ver escrito en alguna parte lo que ellos sienten pero no saben contar. Las obras literarias verdaderamente prodigiosas –que las hay- le deben su singularidad a que fueron escritas por hombres con el talento que se necesita para transcribir lo que piensan las personas que, aun careciendo de creatividad, son hábiles para la percepción del arte, sin excluir que hay escritores que triunfan gracias al talento de sus lectores para entender una novela mal escrita.

    ¿Acaso carece de creatividad sensorial el tipo que degusta el menú preparado por uno de esos vanidosos cocineros que ahora imparten sus clases en los paraninfos universitarios en los que antes hablaron Azaña o Unamuno? No nos llamemos a engaño con la idea de que el artista es un ser llamado a cambiar el mundo con su obra. No es cierto. Hay personalidades que sin su relumbrón intelectual, y sin tanta repercusión mediática, son, en cambio, más determinantes. El mundo lo cambian el hambre, los terremotos y las guerras.

   El artista que firma los cuadros no es incompatible con el tipo que cada pocos años le da una mano de pintura a las paredes del museo. Cada cual tiene su personalidad y ambos son, seguramente, irrepetibles. Incluso, a menudo, son complementarios. De la misma manera, en ciertos ámbitos sociales se considera admirable al hombre que regresa a casa ávido de reencontrarse con el libro que ansía leer por tercera vez en lo que va de año, pero, también, merece consideración aquel otro que lo primero que hace al volver del trabajo es echarle un vistazo al interior de la nevera.

   Y aunque el poeta Regino Pedroso escribiera aquello tan bonito de que “no preguntes, nada interrogues, nada responde a nada”, el equipo de investigación de “El Pollo Urbano”, en un despliegue sin parangón por las casetas de la Feria del Libro de Zaragoza, vuelve a requerir la colaboración del ciudadano, del vulgo, para que haga sus preguntas –sólo valen interrogantes- en relación con el mundo sólido de la literatura o el líquido de la escritura, y, por extensión, con la cultura en general. Y aunque hay preguntas a las que no hay forma de encontrar respuesta, no dejen de hacerlas. Allá vamos:

   ¿Leen los críticos literarios todo sobre lo que escriben? ¿No hay mucha miopía en la crítica literaria? ¿Los críticos miopes que no salen de su ciudad sólo necesitan gafas de cerca? ¿Algún crítico conoce la obra de Samuel Harrington? ¿Las malas novelas mejoran con el traqueteo del tren? ¿Leen los peces los mensajes en la botella? ¿Es porque no saben escribir por lo que muchos pintores no titulan sus obras? ¿Anotar la lista de la compra –o el menú del día- es una forma de literatura gastronómica? ¿Leer un manual de instrucciones es menos arduo que el “Ulises” de Joyce? ¿Se puede considerar la lectura de la mano como un subgénero literario? ¿Por qué nadie lee la letra pequeña de los contratos? ¿Por quién doblan las campanas? ¿Quién mató a Harry?

    ¿Es o no es “Cardenio” de Shakespeare? ¿Shakespeare está en todas las (buenas) historias? ¿Hubiera sido Shakespeare partícipe del navarrismo y hubiera residido en la corte del Palacio Real del Reino de Navarra antes de escribir y publicar la comedia “Trabajos de amores perdidos”? ¿Qué dice el gran dramaturgo en boca de Fernando, Rey de Navarra? ¿Qué hubiera sido de la literatura vascona si, desde el Renacimiento y en toda la Modernia, el vascuence hubiera tenido la oportunidad de desarrollar a su medida todo un sistema académico de todo un Estado? ¿Leer es para el cerebro lo que el ejercicio es al cuerpo? ¿Qué fue de Evgueny Evtushenko? ¿Se puede hacer poesía del trabajo? ¿Por qué se reseñan más libros de autores que de autoras? ¿Por qué la aplastante mayoría de los firmantes de críticas son varones? ¿Quizá porque en ese ámbito el techo de cristal todavía está demasiado cerca del suelo? ¿Es necesario el cambio para que todo siga igual? ¿Lo que parece amor es, en realidad, necesidad de compartir gustos?

    ¿Abandonó Sánchez Ferlosio la narrativa o, simplemente, se perdió en las aguas cálidas y tentadoras del mar de la escritura? ¿Será verdad que, en el fondo, la mejor literatura es aquella que mueve a crear? ¿Se pueden considerar los obituarios como género literario? ¿Escribir es una forma de protesta, un modo de expresar nuestro malestar en el mundo? ¿A la literatura grande se entra con dolor y con lágrimas? ¿Sin la escritura seríamos algo? ¿Quién me quiere a mí?

    ¿Son más fiables las palabras de los hombres o sus conductas? ¿Tienen palabra los escritores? ¿Escribir una novela es un paseo frente a redactar un proyecto docente o una tesis doctoral? ¿Por qué creemos siempre que nuestro pensamiento es más certero que el del otro? ¿Escribir es la forma más bella y eficaz de plasmar ideas? ¿Por qué muchos aficionados a escribir se consideran escritores? ¿No hay mucho aficionado en el mundo de las letras? ¿Es lícito vivir de una afición? ¿Los falsos escritores se escudan en la vanidad? ¿Es vanidoso Félix Romeo? ¿Es tonto Simón y no tiene solución?

    ¿Son de la misma familia los Ordovás de “Heraldo”, “El Periódico” o “ABC”? ¿No es Julio José el mejor escritor actual en nuestra tierra? ¿Quién está en medio de todo o de todos? ¿Qué pensaría Joaquín Aranda –y, por extensión, su discípulo Juan Domínguez Lasierra- de la actual narrativa zaragozana? ¿Para escribir mal ya están los otros? ¿La objetividad está sobrevalorada? ¿Qué es lo que vale la pena leer? ¿Quieres lucir un vientre plano este verano?

    ¿Los escritores siempre están buscando algo que no encontrarán nunca? ¿Es morbosa la novela negra nórdica? ¿Escribir es una vocación? ¿Es Poe el padre de la literatura moderna? ¿Es Hammett el creador de la novela negra? ¿Es Wilkie Collins el mejor creador de “malos” de la historia de la literatura? ¿Los escritores son hombres de palabra? ¿Qué sería del mundo de la literatura, incluso del arte, sin Borges?

    ¿Alguien duda que internet sea una revolución tan importante como la que produjo Gutemberg con la imprenta? ¿Existen dudas con el futuro del lenguaje? ¿Cuando las palabras pierden su integridad también lo hacen las ideas que expresan? ¿Se está demoliendo el antaño asombroso poder de las palabras para analizar el mundo? ¿El susurro no le interesa a nadie? ¿Mi mundo ya no es de este reino? ¿La Muerte sigue perdidamente enamorada? ¿Y qué decir de los lobos y Caperucita Roja?

    ¿La gestión cultural es a la cultura lo que la música militar a la música? ¿Es esencial la cultura? ¿A qué llamamos cultura? ¿Quién etiqueta la cultura? ¿Quién debe pagar la cultura? ¿La bolsa o la cultura? ¿Cómo puede acordarse alguien de una cosa escrita más de veinte años atrás? ¿Existe la literatura femenina? ¿Por qué tenemos que leer? ¿Internet es el quinto jinete del apocalipsis? ¿Es posible la estética sin ética? ¿Qué puede ofrecer la poesía al hombre del siglo XXI, sumergido hasta el cuello en las nuevas tecnologías, las redes sociales, el vértigo? ¿La poesía y el lenguaje son mucho más complejos que cualquier sistema de transmisión tecnológico que hayamos inventado?

    ¿Son ciertas las voces que se lamentan que faltan textos teatrales? ¿Hay que adoptar al género humano como animal de compañía desde el punto de vista del aprovechamiento literario? ¿Escriben Menéndez Salmón, Claudel o Pynchon aquello que los demás no quisieran oír? ¿Estos autores hacen de su literatura una forma de tomar partido por la diversidad humana en contra de anhelos utópicos y retórica vana? ¿No es la Biblia el libro de los libros y la matriz de la literatura occidental? ¿No es la Biblia la más fabulosa novela de aventuras? ¿Los Evangelios apócrifos son anteriores a los supuestos verdaderos?

    ¿El periodiosmo es un oficio sanguinario? ¿El periodismo escrito, tal y como lo hemos conocido, tiene sus días contados? ¿El periodismo trabaja sobre la realidad y la literatura sobre la irrealidad? ¿Cuándo una ocurrencia se convierte en tradición? ¿Dónde se certifica que una tradición forma parte de una cultura? ¿En qué lugar del proceso administrativo una cultura asciende a la división de honor? ¿Por qué la cultura que nosotros reconocemos es burguesa, conservadora y tradicionalista? ¿Por qué hay gente que cree que todo cuanto se hace poniendo cara seria es razonable? ¿Vivir una situación límite te lleva a la sabiduría?

    ¿Por qué un novelista deja un texto? ¿Un libro por sí mismo amenaza con matar a su autor repetidamente durante su composición? ¿Qué conduce a un escritor a arrojar la toalla y rendirse ante la triste evidencia de que todos los esfuerzos que emplee son insuficientes para concluir un texto? ¿Cuáles son las razones que llevan a terminar una ficción y dejar otras a medias? ¿Es el pánico la fuerza motora sobre no poder terminar una novela? ¿Hay textos que se resisten, que dejan de interesar y acaban por diluirse en otras historias o ideas más interesantes? ¿Es lo más difícil abandonar las obras? ¿La inspiración llega con el trabajo? ¿Es un mito lo del bloqueo? ¿Cuándo los cristianos reconquistaron España decidieron poner trozitos de cerdo en todos los platos para asegurarse que los musulmanes y los judíos no regresaran?

    ¿La literatura es siempre el personaje? ¿Una cosa es lo que el escritor quiere escribir y otra lo que la sabiduría quiere escribir? ¿Es aconsejable trabajar en varias obras a la vez? ¿Existe la “novela acabada”? ¿Una obra va más allá del término que le da su autor? ¿Es el lector el que termina la obra y no el autor? ¿Es el lector quien pone a funcionar el texto? ¿Cada lector reescribe un libro?

    ¿A través de la agudeza del pensar viene la sutileza del decir? ¿Hay que escribir un libro de autoayuda para los que odian los libros de autoayuda? ¿Es lo mismo pensar sobre la literatura que pensar literariamente sobre las cosas? ¿Cuando uno escribe descubre cosas que no sabía que sabía? ¿La cultura libanesa es muy parecida a la española? ¿El arte actual es demencial? ¿Casi todo en la vida es cuestión de tamaño? ¿Le han enseñado alguna vez que, al tirar la moneda unas cuantas veces, si le van saliendo, digamos, treinta y siete veces seguidas cara, es sumamente improbable que todavía le salga cara una vez más, y que, sin embargo, la probabilidad de que a la tirada siguiente le salga o cruz o cara sigue siendo del cincuenta por ciento, la de siempre?

    ¿Por qué quienes sólo leen cinco libros al año eligen los mismos cinco libros? ¿Por qué o para qué se empeña en leer la gente a la que no le gusta leer? ¿Todo lo inncesario en la vida es un fraude? ¿Si el futuro estuviera en un libro, quién se resistiría a leerlo? ¿Los vikingos llevaban cuernos en los cascos?

    ¿La novela histórica es nuestra asignatura pendiente? ¿Por qué nuestra generación sabe quién es Buffalo Bill, Ricardo Corazón de León, el rey Arturo, Robin Hood, Toro Sentado o el general Custer, pero de Carlos V, el rey Alfonso VIII o el maestre de campo Álvaro de Sande no tenemos ni idea? ¿Por qué la novela histórica en el mundo anglosajón está asentada? ¿Qué sería de este (sub)género sin Yourcenar, Waltari, Horia o Graves? ¿Qué ocurriría si un día cualquiera al regresar a casa cada vez que uno cruzara el portal del edificio se hallara de nuevo en la calle de espaldas al umbral como si acabara de salir? ¿O si pudiera mirar a través de la ventana del edificio dibujado en la tapa de los quesitos El Caserío?

    ¿La crítica literaria en España está en manos de unos pocos? ¿Tienen las puertas cerradas y no dejan pasar, es decir, ni comen ni dejan comer? ¿Se puede explicar un libro de poemas? ¿Se puede ser artista y feliz? ¿Un ilustrador de libros ha de tener más de lector que de dibujante? ¿La inteligencia se ha desplazado en los últimos años hacia el terreno técnico y científico frente al del humanismo? ¿El pensamiento es cada vez más fragmentario? ¿La profundidad excesiva puede ser hoy inútil? ¿Quién pone nombre a los muebles de Ikea?

    ¿Se mantiene un coto cerrado, un elitismo en muchas manifestaciones culturales? ¿Se ha conseguido imponer una cultura portátil para el consumo rápido que es un simulacro? ¿Los grandes acontecimientos se siguen disfrutando por unas capas sociales ilustradas, conocedoras de los códigos? ¿Por qué grandísimos escritores nunca han merecido la atención de la penosa banda crítica literaria, siempre adorando a los becerros de oro consagrados (Vargas Llosa, Cela, Gore Vidal, Muñoz Molina…)? ¿Por qué pulsamos el botón del ascensor que un segundo antes ha pulsado otra persona?

    ¿Todo (buen) lector debería escribir en algún momento? ¿Por qué la literatura de terror actual prefiere refugiarse en la tibieza del ejercicio de estilo filogótico –poco problemático por definición- antes que coger por los cuernos al toro de los tabúes? ¿Es nuestra literatura la sombra de otra? ¿No haber formado una familia es una forma de controlar esa soledad necesaria para la escritura? ¿Trabaja el escritor con la idea de que será querido y admirado después de muerto? ¿Escribir es luchar contra nuestras dudas e inseguridades? ¿Quién es el gobernador de la ínsula Barataria? ¿Uno escribe lo que quiere o lo que puede? ¿La morena de la copla de los antiguos billetes de cien pesetas murió sin un duro?

    ¿Pueden llegar los robots a pensar y a sentir por sí mismos? ¿Soñarán los androides con ovejas mecánicas? ¿Qué se aprende de la Biblia, que dice que Moisés fue un hombre bueno a pesar de haber degollado a veintitresmil judíos por adorar al Becerro de Oro? ¿Con esas lecturas se pueden repetir los atentados de Arizona? ¿Puede una mujer convertirse en puta por andar leyendo la Biblia?

     Finalmente, vislumbramos a un individuo de avanzada edad, de pelo blanco y arrugas las justas, con una mirada de perplejidad distraída, que parece sacado de las películas italianas del neorrealismo. Ante nuestra petición, y dando a los que la quieran recibir una suave colleja para que se nos active el riego sanguíneo, nos suelta con humildad:

    “¿Será verdad o no que el secreto es fluir? ¿Será verdad o no que el amor es un río, que abajo las barreras, que el secreto es bajarlas, que el secreto es rendir? ¿Será verdad que el viento aunque traiga dolor ha de seguir soplando? ¿Serás o no verdad que tu tibieza fácil, con tu palabra mansa, con tu nada sentir? ¿Me será o no verdad que el martes falle, que la luz se me haga, que el cielo se me arrastre, que la puerta se abra, que lo dicho se enfangue? ¿Me será o no verdad que lo incómodo mienta, que me huya en tus piernas, que me cante la luz si a la luz llego? ¿Me será o no verdad que esté tan triste y al tiempo tan vital que me cojas aviones y trenes y montañas y me comas el ansia y me infiernes el cielo y me cieles el agua? ¿Serás o no verdad? Y dime: ¿cuándo vienes? ¿Y dónde te me alzas, y dónde te me inciensas, y dónde te me llagas? ¿Y dónde el vuelo abierto de tu negro tapiz de andarse el alma repartiendo sus fuegos por el vuelco? ¿Y dónde el cielo abierto de abismarte a la entrada, de abismarnos de frente y hacia el fondo del río y en lo profundo el alba?”

    Jo, a lo mejor será verdad que los esfuerzos inútiles conducen a la melancolía, que diría Nietzche. Retazos, en fin, de sabiduría popular forjada en días de ocio reflexivo que balizan el caminar de los humanos y que perduran con su alargada sombra. Allá donde haya humanos habrá historias y notarios para transcribírnoslas y deleitarnos con ellas.

Artículos relacionados :