Por JJ. Beeme
Esa lluvia ácida y bullanguera, ese tapiz o fondal de monstruos llovedizos, esa caprichosa catarata de murciegatos. Revolvedores, inquisitivos, (por alguna razón) sobreexcitados.
Pero que van posándose en la chepa, en el lomo del tipo soñante a cuyos brazos se aduermen, también, sus escritos, sus ideas y, estamos seguros, sus garabatos: su imaginación de papel. Y él, ahí quieto, señor que todo lo lincea, o ilumina, o tenebrea. La escena tiene un testigo bien despierto, el único que no pestañea, y es este diabólico cattus / ketter en posición de reposo o más bien de rececho. ¿Custodia o vigila? ¿Es retaguardia delirante del hombre que yace, o son las demás criaturas, durmiente incluido, producto de su delirio, de su noche que no cesa?
Linces ibéricos de fina estampa, barba cana y orejas levantadas, don Francisco os mira con el ojo de la nuca. Gatilagos insomnes, lechuzotas de silbante memoria, ratas voladoras que alborotáis la tiniebla tinta y mordida de aguas royas, acídulas, ¿es que no sabéis lo que os corresponde? Sois fauna soñada. Y fauna soñada es fauna última, recordada o (¡peor!) desaparecida, y eso el lince no lo quiere de ninguna manera. Sabe, y como sabe inquiere con esa tralla de ojos: nos devora con la mirada. El proyecto Lince lo inició mi paisano, que sus pecados de caza los quiso pagar con esta proclama black y sin embargo green, verdinegra su alma, su tormento.
Goya y su tumbao brujeril. También alrededor de esta mesa-manifiesto. Un congreso muy puesto en razón, muy Lumières, que se quiebra apenas descienden las primeras sombras. Un razonable aquelarre. Y si el que sueña o finge soñar levantara la cabeza, ¿qué vería? ¿A quién veríamos? Él, un tiempo de incertidumbres y nuevos abismos, de maldades aún sin nombre: cuándo no; nosotros, acaso a otro monstruo, no muy distinto de sus compadres de pelo y pluma pero de rostro humano, demasiado humano.
Duro sería el choque, y los danzantes macabros (dentro o fuera) seguirían con su vuelo poniendo un rondó de tristeza a todo esto. Y se volvería, nos volveríamos, a dormir. A soñar. Nuestro lince-chamán, orquestando.