Por Javier López Clemente
Se ha convertido en una imagen de estos tiempos. La temperatura del planeta aumenta y cada vez hay menos bloques helados, en uno de ellos, un oso polar mira a su alrededor sin entender lo que está ocurriendo mientras el mundo que conoce desaparece.
La acción de ‘Medea a la deriva’ si sitúa en uno de esos bloques de hielo que se derriten como la amenaza inevitable de quien viaja a bordo. Desde el punto de vista formal la función bebe de la novela gráfica de Fermín Solís. Algunas de sus viñetas se proyectan sobre el fondo para marcar un estilo sencillo pero contundente en la concepción visual, y en el uso de los colores en un bloque compacto acompañados por unos trazos gruesos que perfilan la escena. La escenografía se alimenta de esa forma de dibujar en el contraste del blanco como elemento de atrezo y el negro del vestuario y los malos augurios. Toda la escena está matizada por destellos azules y naranjas mientras el espacio sonoro completa un espacio poético y contundente.
La peripecia empieza inmediatamente después del último y más terrible crimen cometido por Medea. Un punto de partida para repasar a una vida marcada por un amor arrebatador, y la muerte de quienes osen ponerlo en peligro. Ella se enamoró por una flecha lanzada por Eros, abandonó su país y sus comodidades de princesa para convertirse en esposa fiel y extranjera. El ímpetu de Medea por ayudar a su marido y salvaguardar su relación no tuvo límites en la ejecución de todos los crímenes que consideró necesarios, hasta que Jasón la repudió por otra mujer.
Esa traición modificó su condición. Ella que tanta sangre había derramado para defender su amor ahora se veía abandonada. Estrujó sus razonamientos hasta el punto de cometer el acto más irracional que se puede achacar a una madre. Cuando Medea mató a sus hijos solo tenía en su mente un motivo: Hacer todo el daño posible al esposo que la había traicionado después de toda la sangre que ella se había visto obligada a derramar, incluida la de su hermano Apsirtos. El mito se cinceló con esa crueldad.
La dramaturgia de Isidro Simón combina diferentes elementos narrativos para visualizar con precisión el arco dramático del personaje, y mientras asistes a una metamorfosis biológica y discursiva, no puedes escapar porque estás pegado a la butaca.
Todo comienza con la danza de un insecto negro sobre el manto impoluto del hielo. La mandíbula desencajada para comenzar a hablar desde la sensación oscura de una asesina, la angustia amarga de una confesión teñida de muerte, pero narrada por alguien atrapada en su condición de inmortal, la que no puede morir ni por su propia mano.
El relato poco a poco abandona el tono irracional y se va adentrando en profundidades más reflexivas. La reflexión empieza domesticar la voz. Los sonidos se humanizan para que el mito reciba una nueva mirada, cuando el siglo XX dibujó a Medea como una extranjera víctima del racismo y la xenofobia, una extranjera sometida a la voluntad de los hombres investidos con la maldad de inventar que asesinó a sus hijos. Estamos en el momento más importante de la obra porque el cuerpo de Medea y su presencia inician una transformación definitiva. La danza modifica sus movimientos, expande articulaciones, y todo se hace más humano en el cuerpo de una mujer que recupera la inteligencia.
El armazón de todo este viaje se sustenta en el trabajo de interpretación de Amelia David. La actriz pone todos sus recursos al servicio de una conexión con el patio de butacas al que paraliza como algunos depredadores hacen con sus presas, un estado de rendición que le permite arrastrarte con avidez de sediento y preocupación de humano por todo el desarrollo de la peripecia. El espacio se llena con su presencia, el manejo del cuerpo, la modulación de la voz y una dosificación adecuada de la gesticulación consiguen que todas las emociones rasguen de emotividad la necesaria reflexión sobre una historia tan compleja.
La actriz Nuria Espert afirma que «Si, Medea es una mujer terrible, pero el público, cuando termina la función, no sale odiándola, y eso lo hace peligroso. Ve en ella tanto dolor que entiende que puede cometer esos crímenes.» Sin embargo en esta función, mientras el deshielo ha hecho su trabajo, Medea comprende su estado histórico, proyecta una nueva mirada para aceptar la trayectoria de su vida y que su destino es la eternidad. El renovado compromiso con su figura pasa por una vuelta a la consciencia de su inmortalidad, y una inquietante altivez en la despedida del público para regresar allí donde nacen los mamíferos.
‘Medea a la deriva’
Producción: Maltravieso Teatro. A partir de la novela gráfica de Fermín Solíls. Dramaturgia y dirección: Isidro Timón. Intérprete: Amelia David. Composición musical/Espacio Sonoro: Lorenzo González. Diseño de Iluminación: Jesús Pablos/Fran Cordero. Adaptación Viñetas: Fermín Solís. Vídeo/Foto: Patricia Bravo. Vestuario: Yolanda Blanco. Estilismo/Peluquería: Esther Olivera. Área técnica: Jesús Pablos. Ayudante de producción: Ángeles Morlón
Domingo 20 de octubre de 2024- Teatro de la Estación