Cristina Verbena y la vida inevitable


Por Javier López Clemente

      La Casa del Circo está al otro lado del río y allí fui, andandito andandito bajo la lluvia de Enero porque Cristina Verbena nos iba a contar historias.

    Cristina Verbena, y hay pocos apellidos tan bonitos, salió al escenario con un vestido verde turquesa de topos azules y una tira roja sobre la piel de su hombro que hacía juego con el pelo rizado que enmarca su sonrisa. La sonrisa de Cristina Verbena es tan personal como todas las demás que, aunque se estira y se estira tan solo se curva cuando empieza a cantar. La canción tiene palabras que no puedo entender y sin embargo, sus sonidos traen ecos de compartir fuego, cuentos y puchero.

      Cristina Verbena cuenta historias tan cortitas como un zas, zas; o largas y enrevesadas como las pasiones que se desatan en el monte del Olimpo. Algunas  parecen fábulas porque la sabiduría reside en sapos, tigres y mosquitos, pero otras veces parecen las crónicas sociales de un periódico digital que recoge voces de mujeres, niños y abuelas. A veces la narradora se divierte con la carcajada de quien hace un batiburrillo en el que todo es posible, y lo disparatado se convierte en la prueba del nueve para demostrar que sí, que la vida es inevitable y lo mejor es dejarse llevar por las soluciones que nos pide el cuerpo.

La    s historias que nos cuenta Cristina Verbena tienen la virtud de la mezcla. La narradora maneja recetas que añaden su pizca de acento cotidiano a la fantasía más desbaratada, o aliñan con imaginación los acontecimientos de andar por casa. La narradora maneja a la perfección la plancha para darle vuelta y vuelta a los cuentos y chascarrillos populares, pero también es capaz de preparar una historia que pide paciencia y la cocción chup chup que extrae sabores sofisticados a un torbellino de palabras y cebollino, un salpimentar la avalancha de acontecimientos hasta que vaya usted a saber por qué el guiso te deja con la boca abierta y la narradora, que se sabe todos los caminos, te recoge en algún recodo de la historia y te lleva hasta la mesa de los manjares donde se brinda con un final que a veces es feliz, y muchas otras tan solo una pausa de la vida.

    Cristina Verbena tiene la virtud de maridar lo popular con lo literario, que los dichos de antaño sean el preámbulo de textos contemporáneos, que la voz tradicional de una vieja revieja que sabe más que tú transforme la literatura en voz. La voz de una narradora que nos cuenta vidas tan inevitables como la tuya, improbable lector, y la mía.

El blog del autor: http://lacurvaturadelacornea.blogspot.com/

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