Superhéroes eran los de antes / Gabriela Nacach


Por Gabriela Nacach

No sé si lo inflo, como músculos de plástico que no son.

No sé en realidad cuánto de eso que extraño fue tan así. O tal vez si lo fuera. En un comienzo.


En la casa donde pedía asilo político a mi superhéroe —a ese Dios bajado del cielo para confiar en mí—. En esa casa estoy.

Superhéroe que decía que había visitas y que no podía alojarme. «Vino desde lejos mi hijo menor, pequeño superhéroe. No hay lugar. Y escribí como se debe. Y no te disperses».

En esa misma casa estoy.

Río de sus razones, de sus mails, de sus ocurrencias, de su olvido de mí…

Río y siento una mueca. La mueca absurda de no poder verte. El estúpido chiste de que no estés en este mismo lugar del que me he apropiado para siempre.

Silencio de este sitio, de este cuarto. Me parece verte pasar. Como un viento suave. Los superhéroes son así. Están en todas partes. Un pilar. Otra casa. Un cerro nevado de tristeza.

A mí me da bronca la gente que bosteza mientras otra gente trabaja. A mi Superhéroe también. Porque ante todo es respetuoso del trabajo del otro.

Y me da angustia que la gente esté triste. Quisiera ser superhéroe también para ayudar a mitigar el dolor.

Porque es una contradicción sin sentido que algunos bostecen mientras otros lloran. Será necesario, superhéroe inflado y mío, que siempre te sienta pasar como un viento suave.

Y que me expliques por qué hay gente que bosteza mientras otros trabajan.

En el dolor de la incomprensión sólo los superhéroes pueden decir algo atinado.

Tu tesoro tu llanto. Tu fragilidad tu fortaleza.

Toda la vida que me quede por vivir escucharé este silencio que me trajo hasta acá.

Porque nadie debe olvidar nunca a los superhéroes de su juventud; a esos que nos hicieron crecer.

San Carlos de Bariloche, 6 de octubre de 2012

Artículos relacionados :