Inteligencia Artificial, un asunto de impacto infinito / Manuel Medrano


Por Manuel Medrano
https://demareteion.wordpress.com/

     Quede claro, desde el principio, que estoy a favor de la utilización de la Inteligencia Artificial (IA), y que la empleo en una de sus variantes para dar algunas de mis clases.

    Y probablemente ampliaré el uso de esta herramienta en breve, a efectos docentes. No así, de momento, en los de mis investigaciones recientes y próximas, más bien porque en esos campos concretos carece aún de ventajas prácticas.

     Es una pesadez la cantidad de artículos de prensa que mencionan escenarios como la inutilidad a la que la IA reducirá al ser humano (o a una buena parte de la Humanidad) en pocos años. No dicen que un trabajador aumentará su nivel de vida y reducirá su carga de trabajo gracias a la IA. Dicen que no será necesaria su existencia laboral. Tampoco analizan seriamente las desventajas que, como toda herramienta, puede suponer su uso fuera de cualquier control aunque, en ocasiones, incluso predicen escenarios apocalípticos derivados, sin mucho esfuerzo, de películas como “Terminator” u otras de Ciencia Ficción.

     El desarrollo de la IA parece, a simple vista, infinito. Estamos en los comienzos, no sé si de una nueva Era o de un factor, entre otros, de lo que esta será. Pero, de verdad, creo que el uso sin regulación alguna, ética y legal, de la IA, sería una barbaridad, como lo es aún el descontrol de muchísimas redes sociales, que no respetan ni la privacidad de tus datos personales ni la propiedad intelectual, y carecen de controles efectivos para evitar la suplantación de personalidades, e incluso de mecanismos para denunciarlas.

    La IA no ha caído del cielo como un don de Dios, ni mucho menos. Es un desarrollo científico e industrial, que ya hizo sus pinitos desde mediados del siglo pasado. Tiene detrás intereses empresariales que pueden ser perfectamente legítimos, pero que exigen filtros que garanticen esa legitimidad, incluyendo los derechos de los ciudadanos, instituciones y empresas. Si además, como es lógico, tiene intereses políticos, los filtros aún han de ser más perfectos.

    Vaya por delante mi primera precaución: la IA debe preservar el uso del pensamiento analítico y reflexivo en el ser humano, de su capacidad crítica. Volviendo al símil religioso, no es la Palabra de Dios. Y no elabora, que yo sepa, propuestas trascendentes, o no debería. Otra cosa es el empleo de la IA para la investigación (en sus más amplias y diversas ramas), la docencia, la planificación y desarrollo del trabajo, el control de calidad del mismo, la simplificación de las tareas burocráticas, y así hasta mil cuestiones.

     Pero vigilando que no determine, para beneficio de quienes la desarrollan y ponen a nuestra disposición, nuestras opiniones, y hasta nuestros más mínimos hábitos de vida.

    Para no alargarme, sí a la IA, pero con controles éticos, filtros, regulaciones y la absoluta exigencia de que respete derechos. Como ciudadanos y como civilizaciones humanas. Por supuesto, todo esto puede hacerse si hay voluntad de ello, a niveles nacionales e internacionales. O no hacerse y que la IA reparta suerte. Es una herramienta, no una ideología, no una religión. Buen uso, y a aprovechar sus infinitas posibilidades.