Fulleros / Guillermo Fatás


Por Guillermo Fatás
Catedrático de Historia Antigua de la Universidad de Zaragoza 
Asesor editorial del Heraldo de Aragón
(Publicado en Heraldo de Aragón)

     En el Congreso hay dieciséis partidos. (Pudo ser peor: en 1919, hace un siglo justo, había veinticuatro; algo es algo).

    Por eso pasma que el ente bicéfalo Puigdemont/Torra (un 2,19% de los votos, tan pocos que no dan para grupo propio), controle el futuro del Gobierno de España: ¿Cómo? Excediendo a Esquerra en radicalidad, para dificultar ante la peña separatista que Junqueras decida abstenerse en la investidura de Sánchez. Ello a pesar de los esfuerzos de Pablo Iglesias, el nuevo portavoz sanchista.

   Rebobinemos. El 30 de diciembre de 2004, y por 39 a 35 votos, el parlamento vasco aprobó una reforma (aparente: era otra cosa) del Estatuto de Autonomía a la que se llamó Plan Ibarretxe. Ibarretxe aseguraba que el Congreso no podía oponerse: «Si no, ¿cómo solucionamos esto, a tortas? Supongo que nadie piensa que el Congreso vaya a sustituir la voluntad del parlamento y la sociedad vascos. A la voluntad de la sociedad vasca no la sustituye ninguna otra voluntad». Así, Ibarretxe transformó 39 votos en ‘la sociedad vasca’. La misma taumaturgia que distingue a Puigdemont, Torra, Forcadell, Junqueras y otros adalides de la ruptura: encarnar al ‘poble català’.

   Tras oír los ayes de Ibarretxe, Antonio Elorza, estudioso del separatismo vasco, redactó el artículo ‘La crisis vasca’ y lo envió a ‘El País’ el 2 de enero de 2005. El diario no lo publicó. Tras semanas de espera, Elorza comunicó que renunciaba a su edición, por quebrarse el principio periodístico de actualidad. El texto había adquirido un puntico de viejo.

    Elorza, vasco nacido en Madrid, militó, hasta su expulsión en los años ochenta, en el Partido Comunista de Euskadi y conoce muy de cerca el ecosistema político vasco. En aquel texto inédito, y de modo que hoy resulta premonitorio, tildaba a Ibarretxe de ‘presidente sedicioso’, con quien, empero, había que seguir tratando, porque era el representante legal de una comunidad autónoma española.

    De acuerdo con Pérez Rubalcaba, que decía otro tanto, pensaba Elorza que «no era bueno buscar atajos jurídicos para resolver problemas políticos»: no caer en la engañifa de aceptar contrabando tóxico camuflado en textos legales. Hoy estamos a punto de ver si el amagado tándem Sánchez/Iglesias aplica a Torra este criterio.

Juego de fulleros

   Alertaba Elorza, con agudeza, de que el Gobierno jugaba la partida con un fullero que usaba dos barajas: una, en el tablero de la legalidad vigente, si le favorecía; la otra, en el de su propia legalidad, real o pretendida, etnicista, exclusiva y excluyente. Dicho de otra forma, Ibarretxe actuaba a la vez como sujeto autonómico legal y como sujeto soberano que ya había iniciado un ‘proceso’ de autodeterminación definido a voluntad: como en el ‘procés’ catalán.

   Es una aberración legal y política atribuir ‘soberanía’ al pueblo aragonés, andaluz o gallego. Pero la expresión ha hecho fortuna y se emplea a menudo, como si un parlamento autonómico pudiera ser soberano. No solo en Cataluña.

    Elorza, cerca de sus clásicos, señalaba que esa táctica evocaba el leninismo: así como el proletariado soviético, entero y verdadero, acaba subsumido en una sola persona (la del omnímodo secretario del Comité Central del partido), ‘el pueblo vasco’ equivalía a un parlamento autonómico que, por cuatro votos, encarnaba en Ibarretxe al ‘pueblo vasco’ enterito.

     «En ningún ordenamiento constitucional europeo -decía Elorza- se contempla la posibilidad de que una región autónoma actúe como sujeto dotado de soberanía y defina su futuro régimen político al margen de la constitución del estado. Y por eso no existen mecanismos para prevenir la secesión». Lección no aprendida, que facilita los pasos a un gobierno separatista, incluso ante la mirada de juristas -sigue Elorza- que no se preocupan «por la gravedad de la cuestión de fondo».

    Ibarretxe, que hace unos días acompañó a Torra en el corte ilegal y público de una autopista, recurrió «al fraude de presentar su constitución como reforma del estatuto, cuando en ningún punto de su articulado hacía referencia al estatuto de Gernika».

    La ventaja táctica de los separatistas es que, aun sin ser mayoritario el separatismo, hay muchas personas a favor de que los ciudadanos de una comunidad autónoma tengan derecho a votar ellos solos sobre su futuro. La doctrina separatista ha conseguido con ello fortalecerse en el rechazo de los catalanes «a toda injerencia exterior en su supuesta capacidad de decisión». Esa es la postura que mantiene hoy el separatismo catalán. Torra ya se ha transmutado en ‘el pueblo de Cataluña’.

   En el remate de aquel artículo tan perspicaz, decía Elorza que, de no oponerse intelectualmente con sólida doctrina a las ambiciones del independentismo, «la ‘monstruosidad’ acabará revestida de un ropaje democrático y su eliminación por vías legales resultará prácticamente imposible». Claro.

L   a cosa es averiguar si, en la partida ahora en curso, los fulleros están en un solo lado de la mesa, como en 2004, o se sientan frente a frente. Pronto se verá.

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