Por L.F.S.R.
Este Anfiteatro fue construido entre el siglo I y siglo II dC. dedicado a la lucha de gladiadores con fieras, exhibiciones atléticas, malabares y demás entretenimientos, según nos va diciendo el QR del anfiteatro.
Tenía capacidad para unos 13 mil espectadores. La Arena tenía un foso cubierto de tablones de madera, que se abrían para salida de gladiadores, fieras y toda la tramoya escénica. Allí abajo tenían los gladiadores, como los toreros de ahora, una capilla con una pintura al fresco de la diosa Némesis, que se conserva en el Museo Arqueológico de Tarragona, donde además tenemos más información del Anfiteatro.
A ambos extremos del Foso se abrían dos grandes puertas por las que entraban los espectadores que ocupaban las Gradas Inferior, Media y Superior, según el status social de cada uno. De la Superior quedan unos pocos restos en lo más alto, y parece ser que había separación por sexos, de modo que las mujeres estaban en lo alto, así que en esto no había avanzado mucho la cultura romana. Queda un enorme hueco en la grada que es el espacio presidencial donde se sentaba el emperador y su séquito. El Podio era un muro de unos tres metros de altura que separaba la Grada de la Arena, para proteger al espectador del posible ataque de las fieras, también en esto recuerda nuestras plazas toreras.
Como el Anfiteatro servía también para ejecuciones, como las de los primeros cristianos del siglo III por parte del emperador Valeriano, concretamente del obispo de Tarraco Fructuoso y sus diáconos Augurio y Eulogio, que fueron quemados vivos, ésta es la razón de que se construyera en su memoria en el siglo VI, y en la misma Arena, una basílica cristiano-visigoda, además de un cementerio cristiano que convirtió al anfiteatro en un espacio de culto cristiano, todo según la política religiosa de los emperadores romanos convertidos al Cristianismo, y sobre todo después de la conversión del rey visigodo Recaredo.
También pasaron lo suyo nuestros mártires zaragozanos, como nos recuerda la canción de Labordeta con su «… el milagro de Lamberto fue antiimperio romano, que anduvo unas cuantas leguas con la cabeza en la mano», lo cual no dejaba de ser, dentro de una interpretación moderna, una manera de protesta frente al poderío del imperialismo romano, cosa muy aragonesa, como también cantaron su antiimperialismo americano de las Bases el grupo La Bullonera, y no digamos nada de lo que pasaron las tropas napoleónicas por la zona de la calle Heroísmo y alrededores.
Pero al margen de triunfalismos, el Teatro romano zaragozano no se empleó en esos fines de barbarie sino para el ejercicio de las Artes, de la Comedia y el Drama, que lo otro es cosa del Anfiteatro, y por suerte Cesaraugusta no lo tuvo para esos fines violentos, por lo menos mientras no aparezca, como ocurrió cuando en principio se creyó que era el Anfiteatro lo que resultó ser el Teatro, y aún se sigue buscando.
Volviendo al Anfiteatro de Tarragona, esa basílica cristiana construída en el mismo recinto, estuvo en uso hasta el siglo VIII, y en el siglo XII continuó el intrusismo cultural con la construcción sobre esta basílica de una iglesia románica bajo la advocación de Santa María del Milagro.
Y no acabó la cosa aquí, porque en 1576 esta basílica se convirtió en convento Trinitario y en 1780 en prisión para acoger a los penados que construían el puerto de Tarragona, de modo que es de suponer el despilfarro que se causaría con el aprovechamiento de la piedra del Anfiteatro en estas sucesivas construcciones.
No le ocurrió tanto al teatro romano de Zaragoza, porque además de abandonado y desmantelado en parte en el siglo III para utilizar sus sillares en la construcción de la muralla de la ciudad, para hacer frente a las invasiones bárbaras, fue terreno rellenado y aprovechado para viviendas, se supone de poca entidad, hasta quedar convertido en un estercolero hasta prácticamente nuestros días.
Sin embargo el Anfiteatro de Tarragona conserva toda su naturaleza a pesar de tanta invasión cultural. Nos podemos imaginar lo que le hubiera pasado al Teatro Romano de Zaragoza si no queda sepultado en el olvido y descubierto recientemente de puro milagro, de manera que no ha sufrido tanto las sucesivas construcciones urbanas porque hasta su casual descubrimiento fue un terreno baldío sin utilizar para nada importante, y eso que cerca, y sin saberlo, se estaban construyendo el Teatro Principal y antes la llamada Casa de Farsas, de manera que hoy podemos disfrutarlo en todo su esplendor, lástima que no tenga tanta utilidad hoy en día para espectáculos escénicos como la tiene el teatro de Mérida, por ejemplo.
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