Viaje por los pueblos deshabitados de Aragón ( y IV) 


Por Jesús Sáinz

   Corría el año 2008 cuando Jesús Sainz, afamado científico aragonés por entonces trabajando  como tal en una importante empresa  radicada en Islandia, gran amigo y cofundador del Pollo  Urbano, y Sánchez, director del mismo decidieron embarcarse en una aventura que aunque estaba planeada para culminar con la realización de  un extenso documental…

….sobre “Los pueblos deshabitados de Aragón”,  las circunstancias de todo tipo y , como siempre, las fundamentalmente  económicas, determinaron la  actual extensión videográfica  del reportaje aunque no  así el libre y desembarazado   texto original que,  junto con las fotografías que acompañan a estos tres reportajes escribió  y captó con su maestría sin par el gran compañero de viaje  Jesús Sainz Maza.

Viaje por los pueblos deshabitados de Aragón (IV)
Por Jesús Sainz

     Entre sueños oigo un sonido molesto. A medida que me voy despertando me doy cuenta de que es la alarma del teléfono móvil. Son las ocho de la mañana. La luz entra en la habitación filtrándose por las rendijas de la persiana pese a que está completamente bajada. Tengo sensación de humedad. Me levanto y lo primero que hago es subir la persiana para que entre la luz. Abro las ventanas y me asomo al exterior. Es la parte trasera del edificio y da a unos solares que parecen tener la finalidad de almacenar cosas. Es un día despejado. El paisaje que se divisa es una línea monótona en un horizonte dominado por el color gris metálico del cielo. Nada atractivo. Hace un frío que pela, así que cierro las ventanas y me doy una ducha.

     Voy preparando la bolsa de viaje y al poco rato estoy listo. Llevamos al coche lo que queda por cargar del equipaje. El Land Rover está en la sombra y todas las ventanas y el vidrio delantero del coche están cubiertos por una capa de hielo que hacen imposible la visión. Empiezo a rascar el hielo pero, como hay que hacer unos arreglos en el coche, decidimos poner el coche al sol para que se derrita el hielo. Mientras tanto me voy al bar de al lado y me da tiempo de tomar un té y ojear el periódico, un lujo poco habitual en este trabajo. En el bar tienen el Periódico de Cataluña y eso es lo que leo. Aprovecho para hacer algunas peguntas sobre los sitios que vamos a visitar. Al poco rato estamos listos para salir y tomamos rumbo al primer pueblo de día.

Soliveta

    Carretera abajo nos dirigimos desde Arén hacia Puente de Montaña, un pueblo de la comarca de la Ribagorza situado a unos 12 kilómetros. Tenemos que encontrar un desvío a la derecha que nos llevará a nuestra primera parada. Pero pasan los kilómetros sin que veamos ni el desvío ni señalización alguna así que, cuando ya se divisa Puente de Montañana en la lejanía, paramos en un bar-restaurante con panadería a preguntar. De paso compramos pan y un par de pedazos de una pasta dulce con piñones y miel, lo que en algunos sitios llaman ‘coca’, que está excelente. En la panadería no tienen idea de cómo llegar a Soliveta. Hay dos cliente sentados en una mesa y la señora que lleva la panadería les pregunta, Tampoco saben cómo llegar. Me extraña ya que el pueblo está en los alrededores. Decidimos seguir y por error entramos en Montañana. El pueblo está un kilómetro en dirección sur más los 800 metros de desvío a la derecha de la carretera. Tiene un castillo y una iglesia románica de gran presencia, originaria del siglo XII-XIII, que están siendo restaurados. El lugar es impresionante y sus edificios más emblemáticos reflejan su larga historia y su origen medieval. Es un pueblo que pese a las dificultades nunca ha estado deshabitado. Pese a ello no vemos a nadie ni tampoco tiendas donde entrar a preguntar, así que volvemos a la carretera y seguimos en dirección al sur. Un kilómetro más abajo se halla Puente de Montañana. Paramos en un Hostal situado a la derecha justo nada más entrar al pueblo. Tiene panadería, restaurante y, lo mejor, venden mapas. Le pregunto a una chica que está en la recepción y tampoco me puede dar información pero llama al señor que atiende la panadería y éste sí que sabe. Nos explica como llegar a Soliveta. Le compramos un mapa, que se titula con grandes caracteres «Montsec de L’Estall», a una escala de 1:25.000 que nos servirá para el último pueblo de la jornada y del viaje.

 

     Volvemos hacia atrás unos 5 kilómetros en dirección norte y luego giramos a la izquierda en una pista que no tiene ninguna señalización. Después de pasar un par de encrucijadas que no sabemos a donde van y de hacer unos tres kilómetros de trayecto, nos cruzamos con un camión cargado de fiemo de cerdo como proclama el olor que despide. Le preguntamos por Soliveta y nos dice que ya hemos pasado el desvío. Volemos hacia atrás una vez más y esta vez sí encontramos el camino correcto. A nuestra izquierda hemos dejado Colls, otro pueblo deshabitado.

    La zona, perteneciente al municipio de Monesma y Cajigar, tiene por lo menos una docena de pueblos deshabitados. Soliveta es uno de ellos. Situado a una altura de 734 metros, este pueblo ribagorzano está registrado como deshabitado desde al menos el año 1991. Se halla en una hondonada entre colinas no muy elevadas. La vegetación que lo rodea no es muy densa y se compone fundamentalmente de pinos. Quedan como una docena y media de casas muy agrupadas y en un estado de ruina avanzada. Destaca en la distancia y entre la densa maleza una espadaña de doble ojo que permite localizar con facilidad la iglesia del pueblo. Se piensa que este pueblo, y el de la misma comarca llamado Soliva, tienen relación con el apellido Soliva que dispone de un escudo de armas con tres murciélagos en campo de oro y que está representado en numerosas poblaciones aragonesas, en algunas otras comunidades autónomas e incluso en Italia.

     Una vez descargado el material empezamos el rodaje con cierta dificultad ya que el pueblo se halla completamente tomado por la maleza. La ruina y la vegetación se han adueñado del lugar. Todavía se puede distinguir lo que fue la escuela y una vivienda de gran tamaño con edificios alrededor que fueron pajar, secadero, y era; También hay una pequeña capilla y restos de un antiguo molino de aceite. Empezamos a rodar en la iglesia que es del siglo XII-XIII y cuyos muros están prácticamente ocultos entre la maleza. En su interior, las paredes aún conservan restos de pintura de colores azulón y ocre. Hay trozos de madera esparcidos por el suelo y algunas zonas de las paredes están desconchadas mostrando la piedra. Después de filmar, volvemos a salir de la iglesia con la misma dificultad que a la entrada. Con la cabeza agachada es difícil evitar que la ropa se nos quede enganchada entre las zarzas. Filmamos algunas de la casas que todavía muestran restos de lo que fue su prestancia original. La ruina ha destruido tejados, paredes y balcones dejando muros solitarios que muestran, a través de sus ventanas vacías y de grandes agujeros, el desolado interior de lo que fue una vivienda. La maleza crece entre los enormes montones de piedra que se han ido acumulando a lo largo de los años en lo que un día fueron calles transitadas.

     El día es soleado y le da al pueblo un aspecto tranquilo y saludable. Parece un lugar agradable para vivir y en una localización donde hay bellas vistas para admirar la vegetación que crece en las colinas cercanas. Nos hacemos unas fotos entre la hiedra y las montañas de piedras creadas por la ruina y ya estamos listos para salir.

   En el camino de vuelta nos cruzamos con un rebaño de al menos 200 ovejas. Nos lo tomamos con calma hasta que han pasado todas. Las ovejas parecen saberse el camino ya que no vemos al pastor por ningún lado. Al cabo de tres kilómetros de pista descendiente, llegamos a la carretera general. Tomamos rumbo sur en dirección a la siguiente parada.

Chiró

     Una vez pasado Puente de Motañana, hacemos otros 8 kilómetros por una carretera excelente hasta llegar un desvío. Éste nos llevará a Chiró pasando antes por las cercanías de Torre de Baró, otro de los numerosos pueblos deshabitados de la región. Este último pueblo fue deshabitado en los años 1980 cuando todavía no disponían de electricidad pese a que se acababan de de terminar las instalaciones necesarias para ello.

     Chiró se halla en un montículo enfrente de las aldeas, deshabitadas también, de San Lorenzo y La Almunia de San Lorenzo. El pueblo está muy arruinado y la mayoría de sus edificios están tan destruidos que no se pueden reconocer lo que fue su forma original. Lo primero que se divisa son muros aislados entre los árboles y la maleza. La densidad de los árboles en el pueblo hace pensar que han crecido, y han sido plantados, después de que sus habitantes lo abandonaran. Algo que según tengo entendido fue una práctica habitual en los pueblos expropiados con la finalidad de dificultar una posible vuelta de sus habitantes. Otra práctica habitual con la misma finalidad fue la de plantar árboles en las tierras de cultivo. Aunque esta segunda práctica también tenía la finalidad, en las zonas expropiadas para construir pantanos, de evitar que los sedimentos originados por la erosión climática llenaran los pantanos cercanos.

    El aspecto de Chiró es de ruina total. Muros sin tejados, restos de casas de gran tamaño cuyo imponente presencia solo inspira la tristeza de lo perdido. El lugar es acogedor pero la vegetación se ha apoderado completamente de él. Las casas son todas de color ocre pálido como el de la tierra que las rodea. El único edificio que todavía conserva el tejado es una pequeña iglesia parroquial del siglo XVIII.

    La iglesia es sencilla y tiene una forma rectangular de piedra vista debido a que el revestimiento y la pintura han desparecido en su mayor parte. El tejado está formado por la típica losa utilizada en la arquitectura del alto Aragón. Casi la mitad de las gruesas piedras del dintel se han caído y yacen en el suelo delante de la entrada principal de la iglesia. El interior de la iglesia está en muy malas condiciones. La piedra que hacía de recipiente para el agua bendita y servía para el bautismo está partida por la mitad y yace en el suelo justo a la entrada. Piedras, tierra, madera se esparcen por el interior de forma desordenada dándole un aspecto de suciedad y de abandono. La pequeña iglesia debió tener encanto pese a lo diminuto del espacio interior. Un pequeñísimo coro, situado encima de la puerta principal, tiene acceso a través de una escalera de piedra. Al llegar al coro, hay que agachar la cabeza para poder acceder a él desde los últimos escalones.

 

     En el interior, las paredes también están casi completamente desconchadas y se puede ver la piedra. Del altar no queda más que un soporte de piedra en ruinas y unos ladrillos de los cuales se ha arrancado todo aquello que los recubría. No queda nada en el interior de la iglesia. Está completamente desnuda de todo aquello que fuera transportable y que pudiera tener un valor por pequeño que fuera. En los muros laterales de la iglesia hay dos pequeños espacios, uno enfrente del otro, que en su tiempo fueron dedicados al culto. Allí todavía quedan restos de la pintura que recubría las paredes. Tienen pinturas ornamentales que dan lugar a desconchados, oval en un caso y cuadrangular en el otro, que revelan el lugar de donde se han arrancado cuadros o imágenes de culto. La sensación que transmite el lugar es la habitual de tristeza por el abandono que ha hecho presa del lugar. No hay un solo cartel, una señal, nada que informe de qué fue aquello, quién vivió allí, ni siquiera algo que identifique el nombre del pueblo

     Después de filmar la iglesia y algunas casas adyacentes que aún conservan el aspecto de lo que debieron ser, cargamos el equipo en el coche y nos dirigimos al pueblo que será el último del viaje.

Montfalcó

     Este pueblo se halla algo más al sur de Chiró al otro lado de la carretera nacional N-230 que une todos lo pueblos que están en el plan de trabajo del día. Para llegar allí tenemos que volver a la carretera, girar a la derecha en dirección oeste y conducir unos tres kilómetros hasta llegar, después de pasar Litera, a Viacamp. Un pueblo localizado al lado de la carretera y en una colina donde domina la figura imponente de su castillo.

      A los pies de Viacamp y al lado de la carretera han crecido una serie de viviendas y un bar restaurante en el que paramos. Son más de las dos de la tarde y necesitamos tomar algo para reponer fuerzas. El restaurante ha cambiado de dueño y el nuevo está en el proceso de darle su estilo. No tienen la mayoría de las cosas que pedimos. Al final nos tomamos un bocadillo de jamón al que yo acompaño con un par de vasos de excelente vino tinto aragonés. Después del refrigerio continuamos el camino que nos llevará a Montfalcó. Este camino se compone de una serie de pistas laberínticas que esperamos descifrar sin perdernos gracias al mapa que hemos comprado por la mañana. Como veremos pronto, las pista y el laberinto están tan bien señalizados que el mapa se convierte no solo en innecesario sino que casi es una molestia el consultarlo. Típico, para una vez que tenemos un buen mapa el camino está bien señalizado. Quizás debiéramos comprar más mapas.

     La distancia al pueblo es de unos doce kilómetros. La pista es excelente pero serpenteante y con muchas encrucijadas a las que hay que prestar atención lo que hace más lenta la conducción. En la lejanía hay otros pueblos deshabitados como Mongay, y en el mismo camino se halla Estall, también deshabitado, donde nos cruzamos con un par de personas que están por allí de caza. El paisaje es accidentado y agreste. Los pueblos están colgados en colinas y se asoman a barrancos imponentes y de gran belleza. La vegetación es diferente a la pirenaica pero abundan los árboles y arbustos. Después de pasar Estall y tras unos 40 minutos de trayecto llegamos a Montfalcó que se halla situado en una colina a 772 metros de altura.

    El nombre, cuyo significado es «monte del halcón», probablemente indica alguna historia perdida en los tiempos. La literatura a la que he tenido acceso acerca de este pueblo lo describe como de una belleza sobrecogedora ante la «que se detiene el tiempo». Lo cierto es que las vistas son de gran belleza pero el lugar no me transmite ninguna sensación sobrecogedora y no me impresiona como lo han hecho muchos otros de los pueblos que hemos visitado en este viaje.

     En Montfalcó se ha restaurado un gran caserío, la casa Baile del siglo XVII, que en nuestra visita estaba cerrado pero que parece a punto de servir de hotel para turistas. A nuestros pies hay un gran pantano. El Embalse de Canelles en el río Noguera Ribagorzana. En el se divisan barquichuelos amarrados en su orilla. Probablemente para el disfrute de los turistas. Todo muy prosaico y con un toque de vulgaridad. Muy cercana está la ermita de Santa Quiteria y San Bonifacio de Montfalcó del siglo XI que domina desde una roca el embalse de Canelles, no la visitamos pero en fotos he podido comprobar su impresionante belleza. A nuestros pies se halla el barranco de Tres Termes. A nuestra izquierda destacan las imponentes laderas del Montsec de Aragó, con una altura de 1329 metros en el monte Mongay, localizadas en la Sierra del Montsec. Enfrente de nosotros se halla el Congosto de Montrebey.

    Delante de la casa Baile hay una gran explanada y al final de ella, colgadas en una ladera y entre la maleza, se ven los restos de lo que fue el pueblo. No hay más que unas pocas casas en ruinas y casi inaccesibles. Se puede decir que el pueblo ha desaparecido y que lo único que queda es la casa señorial hoy transformada en lo que parece un hotel. Tomamos las pocas imágenes que nos inspira el lugar, fundamentalmente del paisaje y del Embalse, y hemos acabado el trabajo.

    Cuando ya hemos terminado aparece un todo terreno con dos personas dentro que se paran a preguntarnos si hemos visto unos perros. No los hemos visto. Por la pregunta deducimos que son cazadores. Siguen su camino a toda velocidad y nosotros el nuestro. Cuarenta minutos más tarde, cuando la luz empieza a disminuir, estamos en la carretera camino de Zaragoza para concluir la jornada y el viaje. Al llegar a Zaragoza tenemos que aparcar el Land Rover, transferir el equipo a otro coche y llevarlo al centro de la ciudad. Una vez hemos terminado todas las tareas es ya de noche y nos dirigimos al Café Praga a tomarnos un refrigerio para celebrar el final del viaje.

Epílogo

     Durante este viaje he tenido la oportunidad de conocer un mundo en trance de desaparición que es precisamente el mundo que fue el origen de nuestra sociedad. El viaje estaba diseñado para visitar algunos de los numerosos pueblos deshabitados de Aragón. Por varias razones se concentró en la provincia de Huesca. Entre dichas razones se halla la de que Huesca es la provincia española que más ha sufrido por la pérdida de habitantes en nuestra historia reciente y es una de las regiones con más pueblos desabitados de toda Europa. La mayoría de los pueblos que visitamos son de propiedad pública aunque aproximadamente la mitad de los pueblos deshabitados de Aragón son de propiedad privada.

    Los pueblos que hemos visitado ofrecen una amplia, pero creo que desequilibrada, panorámica del estado de los pueblos deshabitados de Aragón. Los hay que han sido rehabilitados para actividades turísticas o de recreo, es decir para ocupaciones humanas de tipo temporal. En otros pueblos se han instalado industrias y se han construido nuevas viviendas para los trabajadores dejando en la ruina las antiguas viviendas. Otros han sido rehabilitados por personas que viven allí todo el año y tienen las actividades normales de un pueblo habitado. Sin embargo, el caso más frecuente han sido los pueblos que están completamente deshabitados y en los que sus viviendas y edificios notables como iglesias y castillos están sufriendo una ruina progresiva que en algunos casos es ya irreversible. Creo que este es el caso de la mayoría de los pueblos que han perdido sus habitantes en la historia reciente de Aragón, y en una proporción mucho mayor que la muestra de pueblos visitados en nuestro viaje.

    Y he aquí el video que recogió parte de esta aventura:

 

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