Danza apache en España


Por Javier Barreiro

En el París de la Belle Èpoque, junto al esplendor y el lujo de la Ciudad Luz en su momento culminante, los cabarets míticos como Maxim’s, L’Abbaye, Lido, L’Enfer, Moulin Rouge… y la presencia de las fortunas y las bellezas más deslumbrantes de Europa, una violenta delincuencia, que preocupó muy seriamente al gobierno francés, asolaba los barrios bajos…

…y perpetraba algunos golpes en los altos, que, esos sí, solían estar bien vigilados.

   Estos forajidos combinaban el atraco con la extorsión, el secuestro, el chantaje y las distintas formas del delito. Muy frecuentemente combinaban sus fechorías con el ejercicio de la trata de blancas: Proxenetas, rufianes, chuloputas, cafishios y canfinfleros –como se decía en Buenos Aires, lugar de gran recepción de prostitutas, a raíz del explosivo aumento de la emigración masculina- o macrós (maquereaux), el nombre francés más usual. En la jerga del delito los sinónimos terminan por ser incontrolables, dada la necesidad de cambiar frecuentemente los términos para ocultar su argot a  la policía.

     Seguramente, por el recuerdo de la entonces reciente y feroz resistencia de la tribu apache ante los colonizadores, adquirieron dicha denominación y causaron pavor por el empleo de una violencia desproporcionada en sus asaltos, cosa que hasta entonces había sido infrecuente. Pronto, la epidemia, incluyendo bandas femeninas, se extendió a España y otros países europeos.

     Estos apaches, fieles a su condición de explotadores de mujeres, las molían a golpes y crearon una danza que, aunque con propósito cómico, reproducía en parte una paliza a la mujer. Era un baile acrobático, de fuerte ritmo y que precisaba de elevada condición física.

      Por las noches estos jóvenes, que solían vestir de gorrilla, pañuelo al cuello, jersey a rayas, pantalones anchos y se adornaban con tatuajes, se juntaban con sus coimas y practicaban la danza, por más que pudiese terminar con fuertes contusiones: Empujones, puñetazos, bofetadas, lanzamientos de sillas y otros objetos y, quizá lo más espectacular, el lanzamiento de la hembra, al modo del martillo atlético, haciéndola girar en el aire agarrada por las manos para estrellarla en algún lugar del escenario. A veces, el chulo la cargaba al hombro, fingiendo ella estar inconsciente. En el caso del baile, el propósito no era hacer daño sino paródico y mostrador de la habilidad física de los bailarines. 

     La danza pasó  de los cabarets de ínfima condición a los de lujo, como los antes citados, donde privaban las emociones fuertes. Incluso gente acomodada se desplazaba a los barrios bajos para encontrar el baile en su salsa y no faltaron casos en los que damas de alcurnia no sólo bailaban con los auténticos apaches sino que los convertían en sus amantes. Tal fue la popularidad de la danza que, aunque la moda fue episódica, su presencia se prolongó durante décadas.

      Gorrillas en ellos y peinados exóticos en ellas fueron característicos de los apaches

     Fue frecuente en los escenarios el baile apache entre mujeres, como sucedió con otras danzas de carácter erótico como la machicha, el tango o la java. Digamos también que la java, danza en compás de 3×4, algo semejante al vals, tiene alguna relación con el baile apache, por ejemplo en el hecho de agarrar ciertos bailarines las nalgas de la mujer, aunque es más lenta. Quizá la más famosa sea “Mon homme”, java de Ivain, que cantaron la Mistinguette y otras muchas. La traducción española es de Arozamena: “…si me pega, me da igual / es natural…”. La grabaron Concha Piquer, Nati Mistral, Sara Montiel y algunas más a las que parece arriesgado intentar pegarles.

Hermanas Heliet introductoras del baile apache en España

     La prensa española recoge la presencia de delincuentes apaches desde 1904. El gran Mariano de Cavia escribía en El Liberal: “Dos limpias se han hecho recientemente allende los Pirineos: una de frailes en toda Francia y otra de apaches en París. Las consecuencias de esas limpias viene a gozarla nuestra España…”  Fueron más los que se apostaron en Barcelona, ciudad portuaria y más conflictiva policialmente que la capital. Hasta los años veinte estuvieron de actualidad, captando mujeres y perpetrando numerosos delitos que la prensa recogió. Sin embargo aquí no se pretende afrontar una historia de la delincuencia apache en España sino dar cuenta mínimamente del periplo que tuvo esta danza en sus escenarios.

    Si no se demuestra otra cosa, fueron dos zaragozanas, las Hermanas Heliet, quienes importaron la danza actuando en el madrileño Coliseo de la Bombilla en agosto de 1908. No se crea que únicamente mostraban este número, sino que eran bailarinas multifacéticas especializadas en bailes difíciles y acrobáticos. Veamos el comentario del periódico La Mañana (14-11-1911):

    “Las encantadoras hermanas Heliet ven confirmado todas las noches el éxito que alcanzaron su debut. Verdaderamente, estas lindas baturricas son dos artistas de mérito extraordinario, pues la variedad de su repertorio les permitiría, si se lo propusieran, abarcar todos los números de un programa, dándole verdadera variedad. Como bailarinas dominan todos los generos españoles y extranjeros, desde la clásica jota hasta los más difíciles bailes acrobáticos. Este dominio de las piruetas y saltos hace que una de sus especialidades (y en la que no tienen rival) sea La danza de los apaches. Las Heliet dan a esa danza todo el sabor que le imprimieron los habitantes de los suburbios de París, sus creadores, sin que por eso pierda los encantos de su cadencia y su gracia. Este número solo bastaría para darles fama universal si ya no la tuvieran conquistada por otras manifestaciones de su talento. Además son unas excelentes duetistas por lo afinado de su voz y la picaresca intención que imprimen a las canciones que ejecutan. Su contrato ha sido uno de los mayores aciertos de la empresa del Romea, de donde no saldrán mientras tengan un solo día disponible».

  Las Heliet debieron de tomar su nombre de una opereta francesa, Miss Helyett que, adaptada por Salvador María Granés, se estrenó en el Teatro Tívoli de Barcelona el 23 de noviembre de 1892 y alcanzó muy numerosas representaciones durante los años sucesivos. Es muy posible que las Heliet nacieran en torno a dicho año o poco después porque las encontramos actuando muy jovencitas en el Mahón de 1906. De ahí a Barcelona, donde actuaron durante varios meses y después recorrieron toda España y Portugal, con excelentes críticas por su belleza, elegancia y competencia artística.

    Las hermanas llevaban los nombres de Adriana y Manolita y, además de bailar, cantaban cuplés a dúo por lo que se anunciaban como bailarinas y duetistas. Aunque actuaban casi todo el año su domicilio estaba en Zaragoza y vivieron sucesivamente, en las calles Mayor, 27, Santiago, 30 y en un chalet ubicado en el número 16 de la nueva calle Cervantes, lo que muestra la subida de  nivel que les deparaba su arte. En su ciudad natal debutaron en el Salón Farrusini de la calle San Miguel en julio de 1909. Posteriormente, se trasladaron a Madrid. A partir de 1917, se deshace el dúo con la retirada de Adriana y Manolita empieza a actuar en solitario con mayor presencia de la jota aragonesa, ya que hubo de prescindir de los bailes de pareja. Se retiró en 1925.

    En homenaje a estas olvidadas hermanas, reproducimos un comentario traducido del inglés, tras una actuación en el Salón Venus de Gibraltar:

    El debut de las Hermanas Heliet (…) verificado anoche, proporcionó a la empresa llenos rebosantes en las tres secciones en que tomaron parte. No son exageradas, por cierto, las reseñas que hemos tenido ocasión de leer con respecto a los méritos de estas jóvenes y chispeantes artistas (…) El baile es indudablemente su fuerte, y el modo de ejecutar las difíciles evoluciones de los bailes cosmopolitas anoche, prueba que ha sido sólido su aprendizaje en el arte de Terpsícore. Anoche bailaron para todos los gustos. Pocas veces se habrá visto un cake walk bailado así, el garrotín y una danza semiacrobática, rara y espeluznante, conocida por «La danza de los apaches», en la cual tuvieron que luchar con la pequeñez del escenario, que no les permitía moverse con facilidad. Las salvas de aplausos con que el público acogió a estas encantadoras artistas, y que se repetían al final de cada número, son prueba palmaria de que se han captado las simpatías del auditorio Gibraltar Chronicle 4-1-1912

La evolución y suerte del baile apache

 

     Aparte de las Heliet, otros artistas cultivaron el género. Entre ellos, Los Hispania, las Hermanas Lucerito, Pachuca Guerrerito o los Berleymes. Todos se proclamaron creadores del baile, pero quienes lo introdujeron fueron las Heliet en su jovencísima edad, aunque desconozcamos dónde lo aprendieron y quien se lo enseñó. También diversos autores introdujeron la danza apache en sus producciones líricas, así el maestro Calleja en El Nuevo Testamento (1913) o el maestro Serrano, autor de grandes zarzuelas como Alma de Dios, Los de Aragón o La Dolorosa.

     Sin embargo, quien más hizo por la divulgación del baile apache fue el cinematógrafo. En Youtube hay una anónima muestra de 1902: https://www.youtube.com/watch?v=FRRFbs0VV-0  pero mucho más tarde lo incluyeron Buster Keaton en Reclutas (1930) y Charles Chaplin en Luces de la ciudad (1932). No olvidaremos a Clara Bow y Donald Keith bailándolo en Parisian Love (1925) ni a los espectaculares filmes Charlie Chan en París (1935) y The Crazy Gang (1935), en donde es ella quien le pega a él. Los cómicos incidieron en el ejemplo de Charlot y Pamplinas. Así, Totó en Totó le moko (1949) y Cantinflas en el film Entrega inmediata (1963). Todas ellas y unas cuantas que excluyo pueden verse en el benéfico Youtube. En España, fue la gran Mary Santpere, que con tanta gracia cantaba “Es mi hombre”, quizá la última en llevar esta danza a los escenarios.

    Hoy día, y por razones de corrección política, la danza apache ha desaparecido del mundo del espectáculo. Volverá.

El blog del autor: https://javierbarreiro.wordpress.com/

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