La familia Cálamo presenta: Lecciones de abismo, 12º libro del escritor Julio José Ordovás.


Por Sara Muñoz Rando

   Los hinchas nos apelotonamos buscando un lugar donde posar el pandero mientras el vampiro, en el subsuelo que lo reconforta, acoge y mece a partes iguales, disfruta entre camaradas de un trago previo al trago.

     “Si se acaba el mundo que nos pille con una Ámbar en la mano” – declama uno de sus cómplices mientras brindan. La sabiduría popular constata que la luz no les sienta bien a este tipo de seres de la noche, aunque reluzcan y brillen a nuestros ojos, a ellos les duele el exponerse y se sienten más cómodos en la penumbra. Es por eso por lo que debemos apreciar sus apariciones en nuestra cotidianidad circundante tan fosforescentemente lumínica.

       Julio José Ordovás presenta su obra en Cálamo, templo de muchos, casa de tantos. Lugar al que entras más tonto de lo que sales, me encanta tanto… Subir la escalera carmesí es una experiencia que debe experimentarse al menos, doce veces en la vida, según la OMS, creo.  Arriba de las escaleras nos cuenta que le gusta Zaragoza por la misma razón que a José Luis Melero: “por los zaragozanos, por los amigos con los que creces cultural y humanamente”, razón por la que decide rodearse, para presentar su último libro, de quienes le aportan gustosidad al alma, sus cuates: Carmen Carramiñana y Luis Rabanaque. A pesar de no coincidir en haber vestido Vans, ni en acudir sin pelo, este trío se aúna en lo que respecta a la graduación de las gafas que portan, acomodadas en el punto exacto para poder observar eso que no todos somos capaces de alcanzar a ver: literatura.

     Al igual que Luis, me he convertido al Ordovasismo. Él es hincha de los buenos-buenos (cuando algo es cierto, ya se sabe, hay que repetirlo dos veces) de los clásicos-clásicos, de los que inauguraron el club, de los que están de toda la vida. Un hincha verdadero que, como mi novio y yo, ha hecho el gran esfuerzo de personarse más allá del Canal un martes a media tarde por defender sus colores. Los hinchas no entendemos de días ni de horas. Al hacer la presentación espera “no meter la pata para que no se vayan sin comprar el libro” como esperamos los que estamos de pie que alguien se vaya a Sevilla, pero estamos demasiado atentos escuchando “unos 29 me gustas” derivados de la lectura de la obra y algunos comentarios sobre sus capítulos favoritos, contados con tal gusto que se nos olvida que queríamos sentarnos. Ojalá se incluya dicho compendio de palabras en la siguiente edición de Lecciones de abismo para poder disfrutarlo detenidamente. Hay textos que escucharlos únicamente una vez dan más rabia que placer, aunque en ello reside su magia también. Al menos hoy él podrá dormir tranquilo: ha cumplido su promesa personal con Gabriel de no faltar al evento y puede releerse su texto cuantas veces quiera. Este hincha ya os lo he dicho: es de los buenos-buenos.

    En que terminé la lectura de la obra, tuve la misma iniciativa que Carmen: debía encontrar todos esos cromos, digo, libros, que el autor quiere hacer que encuentres en Lecciones de abismo (2025). La diferencia entre ella y yo es que ella lo ha hecho y los tiene -casi- todos en su biblioteca. Igual hasta los ha leído y no los tiene a modo de naturaleza muerta. ¡Quién fuera ella para tener dentro de sí tanta letra! Comparte con los presentes parte de un texto, que ojalá también forme parte de la segunda edición, donde “agradecida, emocionada y de forma nada objetiva”, intentando dejar a un lado la presión del lenguaje y los sobrevalorados adjetivos, nos habla de “las ventanas que Julio abre” mediante la aparición de todo tipo de autores, obras y demás familia literaria. Coincido con ella en considerarlo un detective que observa y escoge las palabras necesarias para plantearnos los diversos casos que conforman este libro de ejercicios sin su solucionario.

   Como los buenos contadores de chismes -escritores les dicen algunos-, no te destripa el final, no te cuenta de más, no te entrega el trabajo terminado, sino que espera algo de ti como receptor -lectores les dicen esos algunos-. La lectura de este libro es equiparable a darte un garbeo por la ciudad donde hay pocas veces que comprendes lo que ocurre delante de ti y, otras muchas veces, que tienes que dedicarte a seguir tu camino dejando la escena tan in media res como te la encontraste. En este punto únicamente es la imaginación quien puede aportarte algún tipo de conclusión.

   Lo que sí que nos cuenta su autor es que este libro podría considerarse una continuación de El peatón sentimental (2022) donde la principal diferencia radica en la voz. No en el programa televisivo de lágrima fácil y basura demócrata tiktokera sino en la voz de El peatón sentimental (2022) que nos narra lo que cree ver a su alrededor. Esta voz parte de un ser observador monovocal pero en Lecciones de abismo (2025) “el peatón se diluye entre los personajes, mimetizándose con la ciudad polifónica que confunde los rostros de quien la habitan” nos revela Julio José. La identidad marcada y perenne que acompaña a la vida en el pueblo – apreciable en Castigado sin dibujos (2023) – se desvanece en la ciudad de la mano de la extrañeza mutua y el caos anónimo. En el caso de esta última obra, las enseñanzas no provienen de una única voz aleccionadora sino de múltiples perspectivas que convergen en ese punto donde se nutren las unas de las otras, dando lugar al unísono vocal ordovasiano tan característico como único del autor aragonés. Algo parecido a la atracción de los espejos del Parque de Atracciones de Zaragoza, pero con golpes de otro tipo.

   Si algo queda claro es que las cuestiones más interesantes suceden cuando nadie cree que nadie mira. El libro lo comienza a escribir con al inicio de la pandemia de 2020, cuando creíamos que nadie nos miraba. ¿Puede ser que nos regale parte de su biblioteca en formato de juego de piezas y/o rompecabezas literario fruto de la necesidad de hacer algo perenne dentro del caos de ese presente? ¿Alguien encontrará las pistas?

   Nadie se encuentra con nadie. Menos mal que a la presentación ha venido alguien.

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