‘Tierra baja’


Por Don Quiterio

   Se pregunta el crítico de cine Toni Vall sobre el motivo de esa abundancia del cine español rodado en el campo, una suerte de crisis, dice, como…

…“reiterada metáfora del refugio, del ansiado socorro para purgar demonios, sanar crisis, reencontrar algo, si es que ese algo existe”. Y lo hace con ocasión del estreno de ‘Tierra baja’, largometraje de ficción rodado en Alcañiz y Belmonte de San José por Miguel Santesmases (Madrid, 1961), autor también del libreto junto a Ángeles González-Sinde

   Intérprete, productor, director y guionista, Santesmases es miembro de la productora Zavijara Films, afincada en esa localidad bajoaragonesa de Belmonte de San José en la que reside desde 2021, de apenas ciento cuarenta habitantes, y a la que le unen profundos lazos familiares a través de su abuela. Autor del libro ‘Los inicios de Carlos Saura’, doctor en comunicación audiovisual y licenciado en físicas, Santesmases es profesor asociado en el departamento cinematográfico de la universidad Carlos III de Madrid. Después de dirigir el corto ‘La mujer prestada’ (1989) y de trabajar durante diez años en televisión, principalmente como periodista y realizador en el programa de actualidad ‘Primer Plano’ de Canal Plus, en 1999 se pasa a la dirección del largometraje de ficción en la gran pantalla con ‘La fuente amarilla’, al que siguen ‘Amor, curiosidad, prozac y dudas’ (2001), ‘Madrid 11-M: todos íbamos en ese tren’ (filme colectivo, 2004), ‘Días azules’ (2006) y ‘Madrid above the moon’ (2017).

   ‘Tierra baja’ es la historia de una famosa guionista de cine –papel que da vida Aitana Sánchez Gijón- en su decisión de retirarse a una masía solitaria de un pequeñísimo pueblo de la comarca del Bajo Aragón. Y abandona el estrés de su profesión para renacer vitalmente en la llamada España vaciada (o vacía, no sea que se ofenda nuestro Sergio del Molino). Allí comprende que necesita lo que le ha faltado durante su ajetreada vida en la gran ciudad, y dedicará sus esfuerzos a aumentar la cosecha de aceitunas de la finca heredada de su abuelo, siempre con la ayuda de antiguas amigas. Una de estas amigas está interpretada por la actriz zaragozana Itziar Miranda, dando vida a otra mujer que se ha ido a vivir a su pueblo y tiene una casa rural. El reparto, compenetrado, cuenta igualmente con dos actrices bajoaragonesas como Lydia Vera y Sonia Bel.

   Nuestra heroína también se refugia al calor de un viejo amor (Pere Arquillué), que reaparece tras años de permanecer latente. En un momento de crisis en su vida, esta mujer quiere buscar su lugar en el mundo y lo encuentra en unas tierras abandonadas con la convicción de que van a ser su ocupación, al tiempo de reencontrarse con su pasado sentimental. Una mujer que decide prescindir del ego, de la vanidad, de la pura apariencia para conectar con ese flujo de la vida que nos lleva a lo imprevisible. Y acaso poder hallar el consuelo de gozar de la belleza trágica y salvaje del mundo. La individualidad, viene a decir la protagonista, es un puro engaño porque todo lo que existe y lo que vemos es un momento del devenir eterno de la apariencia.

  Además de sacar buen partido del paisaje, la película se apoya en una admirable construcción narrativa donde la realidad del presente se entremezcla con la ficción de lo que podría haber pasado, imaginada por la escritora protagonista, quien declara, lacónica, no haber dejado el cine, sino que “el cine me ha dejado a mí”. Y el director se las apaña para que todo resulte convincente y estimulante en este relato de amistad y reencuentro. Y cuenta muy bien las soledades y las crisis, el fracaso y las heridas, sin moralismos ni lugares comunes, con diálogos que suenan creíbles y dejando atrás tópicos rurales.

   El propio Santesmases, quien ya hiciera una suerte de borrador en su cortometraje documental ‘El porvenir de mi pueblo’ (2020), explica muy bien ‘Tierra baja’: “El retorno de la protagonista a la finca de su abuela no es solamente físico, es también, y creo que resulta más importante que el de la aventura vital de una mujer de ciudad que de repente se encuentra gestionando tierra en Teruel, y una cosecha de aceitunas, el regreso a las raíces, a los orígenes. Quienes somos tiene mucho que ver con quienes fuimos, con quienes fueron nuestras madres y padres, nuestras abuelas y abuelos. Vivir la experiencia de, en cierta manera, vivir lo que vivieron es una lección de eso, de vida”.

   Santesmases integra felizmente todas estas cuestiones de manera natural, sin pretenciosidad ni subrayados, y le queda una película digna, honesta, repleta de sutiles observaciones en la relación entre el ser humano y el paisaje. Porque nuestra vida, maldita sea, es menos que un destello en el curso infinito del tiempo.

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