Pollerías (noviembre)


Por Martín Ballonga

      Un éxito sin igual del Pollo Urbano! Una sección  con píldoras, runrunes y comentarios que nos llevaran por pequeñas pistas a caminos de interés asegurado para nuestros lectores No te pierdas esta sección!

 

     “¿Y si la exhumación de Franco se hubiera organizado como un guiño cinéfilo, remedando esa escena inicial de ‘La dolce vita’ en la que un helicóptero transporta por el cielo de Roma la estatua de un Cristo mientras Mastroianni indica procazmente al piloto qué azoteas sobrevolar por el camino?”, pregunta (y luego remata) nuestro colega Manuel Arias Maldonado. “Los grandes satiristas del régimen nacionalcatólico, de Azcona a Buñuel, acaso habrían saludado esa inflexión humorística de efectos desmitificadores. En todo caso, concluido un espectáculo que tuvo algo de intrusión decimonónica en nuestros artefactos digitales, el traslado de los restos del caudillo ha producido un efecto catártico sobre la democracia española, a la manera de un exorcismo que libera al poseído por un espíritu maligno”.

  Sea como fuere, hemos dado a Franco tanto poder que desde su pijama de madera removido sigue diciendo quién entra en la historia de España después de él. Entre los creyentes están los que se duelen como magdalenas de una profanación y los que creen que acaban de vencer, por fin, en la batalla del Ebro. Truco o trato todo el rato.

  Pedro Sánchez, en una visita a la feria agroalimentaria de Zafra, confundió el jamón serrano con el ibérico. Ya lo dijo Salomón: con pan, vino, circo y jamón… ¡directo a la reelección!

  Que un presidente del gobierno (en funciones) no distinga entre el jamón serrano y el jamón ibérico es un mal menor, pero felicitar en un tuit al premio Nobel de la Paz con una falta de ortografía no tiene perdón de dios. Escribió “sabia nueva” en lugar de “savia nueva”. Lo dijo Fernando Lázaro Carreter, el aragonés del dardo en la palabra: “La ortografía no es una sopa de letras”. Pues eso, a la sopa boba (con ‘b’ de burro, por favor).

  Juan Bolea, reciente premio de las letras aragonesas, loa la sala zaragozana de La Casa Amarilla, dirigida por Chus Tudelilla y Juanjo Vázquez. Algo no encaja, porque la Chuletilla siempre va de negro impoluto y el Juanjito no destaca precisamente por su independentismo. Una de las últimas exposiciones exhibidas rezaba por título ‘Viaje al manicomio’, con las sombras alargadas de Leonora Carrington y Silvia Plath. Y fuentes de toda solvencia nos informan que la próxima muestra llevará el título de ‘¡Torra, Torra, Torra!’. De locos. Y locas.

  Si hacemos caso a Esopo, el maestro griego de la fábula, la rueda más estropeada del carro es la que hace más ruido. Víctor Ullate vivió una jornada ruidosa al despedir a todos los bailarines de su compañía. El trato recibido por parte del coreógrafo aragonés fue indignante, en palabras de un cuerpo de baile humillado y ofendido, como el clásico de Dostoievski. Truco o trato todo el rato.

  David Trueba se hace esta pregunta en torno a la retirada del premio de la revista ‘Nature’ al científico aragonés Carlos López Otín: “¿Yo atrapo a alguien cuyo prestigio me interesa y lo humillo públicamente cuando asociarme con él puede perjudicarme?”. Y continúa: “En el mundo comercial esa actitud se conoce como la de usar y tirar. En las relaciones humanas se reduce a tratar a las personas como perdices en cacería. Si de lo que hablamos es de errores y jamás trampas, entonces nos encontramos ante una decisión tan turbia como desgarradora. No existe nadie con talento que no haya cometido errores en su oficio”.

  De hecho, una vez le confesó Billy Wilder a David Trueba que le seguía atormentando una secuencia de ‘El apartamento’ que consideraba fallida. Y que no corrieron por ello a quitarle el Oscar. “Es más”, dice Trueba, “los fracasos son el nutriente de todo acierto mayúsculo. Hay algo repugnante en toda esta historia, porque apunta hacia la destrucción profesional de un investigador objetivamente valioso. Los premios, las vanidades, el reconocimiento masivo, son accidentes laborales. En todo este baile de pasar de ser ‘honoris causa’ a persona ‘non grata’ hay alguien que sale siempre indemne: el que exprimió el limón de los demás para la foto y lo tiró cuando ya no le servía”.

  Felicidades al barbastrense Manuel Vilas, que ha quedado finalista del premio Planeta con su novela ‘Alegría’, de tintes autobiográficos y generacionales. Su narrador es un hombre obsesionado con el dinero y el precio de las cosas, como corresponde a su origen de clase media-baja. Las felicidades van también dirigidas para el cacereño Javier Cercas, claro, ganador con la novela policiaca ‘Terra Alta’. El aragonés se embolsa 150.000 euros (uno arriba, otro abajo); el extremeño, 600.000 (euro arriba, euro abajo). Lo que se dice un dúo planetario de alto peso (en bolsa). El dinero, no lo duden, es más poderoso que la alegría. Que se lo pregunten a las editoriales enfrentadas…

  Sin embargo, no todos han bendecido el reconocimiento al escritor aragonés. El editor Constantino Bértolo, fundador del sello Caballo de Troya, denunció el hecho de que el premio llegase después de que Manuel Vilas hubiese solicitado una beca de la academia de España en Roma para escribir allí una novela a lo largo de un año. Al poco de aparecer el nombre del finalista, Bértolo escribió: “Vaya, vaya, pues ya sabemos para qué quería Vilas la beca de la academia de Roma: para escribir rápidamente la novela de los 150,250 euros del Planeta. Y qué aplicado: la escribió en apenas dos meses en lugar de en un año. Esperemos que ahora ya renuncie (a la beca, claro)”. Porque a Vilas le dan la beca por el proyecto de escribir su próxima novela y… ¡ya la escribió! Así que esperemos que encima no quiera pasarse unas buenas vacaciones en Roma a costa del erario público. ¡Viva el Planeta! ¡Viva la honradez! ¡Vivan los premios honestos! Pescadilla viva… ¡viva!

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