Como Pueblo blanco / Jorge Álvarez


Por Jorge Álvarez

«Escapad gente tierna, esta tierra está enferma y no esperes mañana lo que no te dio ayer, que no hay nada que hacer.

     Toma tu mula, tu hembra, tu arreo; sigue el camino del pueblo hebreo y busca otra luna, y si te toca llorar es mejor frente al mar».

   Si Serrat se hubiera imaginado que este extracto de la letra de uno de sus clásicos como lo es “Pueblo blanco” alcanzaría el nivel de credo para muchos habitantes, en especial los de mediana edad, de la Argentina no lo podría creer.

   Como tampoco lo puede hacer la mitad de los ciudadanos de este raro, bello pero complejo e indescifrable país del Río de la Plata.

    Ellos se pasan horas buscando en la web becas o trabajos en la Europa de la que partieron sus abuelos a comienzos del Siglo XX en condiciones iguales de desfavorables porque ellos huían de las guerras, escapaban del hambre o de persecuciones políticas.

    Subían al barco con una maleta repleta de ilusiones y después de un mes de navegar llegaban a un puerto y una parte del sueño ya se había cumplido.

   Estaban en otra tierra, donde hablaban en otro idioma en el caso de mi abuelo italiano que llegó desde la lejana ciudad de Pieve Fosciana, Lucca, siendo un adolescente para trabajar y terminó sus días dirigiendo un ingenio azucarero en la provincia de Tucumán.

    Giovanni Pietro Luigi había aprendido a querer a este país que le dio mujer, hijos y nietos, entre los que me encuentro yo. Pero a su vez también sabía que no debía renunciar a su ciudadanía para votar porque como sostenía “no vaya a ser que algún día alguno tenga que regresar”.

   Y ochenta y pico años después el tiempo le dio la razón al tano ya que ahora voy a ver partir a un hijo buscando su futuro en otras tierras, más allá del océano que se interpone entre Sudamérica y Europa porque en la vida parece todo repetirse.

   En sus bolsillos atesora ambos Pasaportes y el amor de quienes nos quedamos aquí a esperar sus noticias. Sabe que no debe mirar atrás ni un instante para que la nostalgia no se aferre a sus piernas y le impida caminar.

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