
Por Antonio Tausiet
Este libro parece uno solo, pero son cuatro libros. Por un lado, su título se refiere a su parte principal, un listado alfabético de los amigos de Buñuel, que en conjunto configura una breve historia del siglo XX a través de las biografías de sus personajes. Luis Buñuel comentó…
…en sus memorias algunas ideas acerca de las personas con las que se relacionó en la vida:
Imagino que convoco a una decena de biólogos y les doy la orden terminante de lanzar sobre el planeta un virus atroz que lo libre de dos mil millones de habitantes. Aunque, eso sí, empiezo diciéndoles valerosamente: «Aunque ese virus tenga que atacarme a mí.»
Luego, secretamente, trato de escurrir el bulto, hago una lista de personas a las que hay que salvar: algunos miembros de mi familia, mis mejores amigos.
Desde hace algún tiempo, apunto en un cuaderno los nombres de mis amigos desaparecidos. Llamo a ese cuaderno El libro de los muertos. Lo hojeo con bastante frecuencia. Contiene centenares de nombres, unos al lado de los otros, por orden alfabético. Solamente anoto los nombres de aquellos con los que he tenido, aunque sólo fuera una vez, un verdadero contacto humano. Algunos de mis amigos detestan este librito, temiendo, sin duda, figurar en él algún día.
No pienso como ellos. Esta lista familiar me permite recordar a tal o cual personaje que, sin ello, habría caído en el olvido.
Por otro lado, abro el volumen haciendo un repaso por los muchos domicilios que tuvo Buñuel, en España, Francia, Estados Unidos y México, lo que constituye un entretenido libro de viajes. Este repaso nos da una idea de la agitada biografía del cineasta, que le llevó a reflexionar sobre ello:
Desde hace varios años, cada vez que abandono un lugar que conozco bien, donde he vivido y trabajado, que ha formado parte de mí mismo, como París, Madrid, Toledo, El Paular, San José Purúa, me detengo un instante para decir adiós a ese lugar. Me dirijo a él. Digo, por ejemplo: “Adiós, San José. Aquí conocí momentos felices. Sin ti mi vida hubiera sido diferente. Ahora me voy, no te volveré a ver, tú continuarás sin mí, te digo adiós.
Digo adiós a todo, a las montañas, a la fuente, a los árboles y a las ranas. Claro está que a veces regreso a un lugar del que ya me he despedido. Pero no importa. Al marcharme, le saludo por segunda vez.
Además, cierro el texto con un repaso a los posibles paraderos de las cenizas de Buñuel, que nos hace encontrarnos con el germen de una novela de detectives. Es interesante conocer dos citas de lo que Luis Buñuel nos dijo respecto a su muerte y sus cenizas:
Pese a mi odio a la información, me gustaría poder levantarme de entre los muertos cada diez años, llegarme hasta un quiosco y comprar varios periódicos. No pediría nada más. Con mis periódicos bajo el brazo, pálido, rozando las paredes, regresaría al cementerio y leería los desastres del mundo antes de volverme a dormir, satisfecho, en el refugio tranquilizador de la tumba.
Me sentí muy impresionado por el testamento de Sade, en el que pide que sus cenizas sean arrojadas en cualquier parte y que la Humanidad olvide sus obras y hasta su nombre. Desearía poder decir lo mismo de mí. Encuentro falaces y peligrosas todas las ceremonias conmemorativas, todas las estatuas de grandes hombres. ¿Para qué sirven? Viva el olvido. Yo solamente veo dignidad en la nada.
Pero es que, no contento con todo esto, pregunté al ilustrador José Luis Cano, cuya obra me encanta, si le apetecía dibujar los 158 retratos de los personajes que nombro, y milagrosamente aceptó, dando como resultado el cuarto libro, un precioso álbum de cromos irrepetible. Por eso, lo que se obtiene al ser poseedor de este libro es un cuarteto polifónico. Al pasar sus páginas podemos recrearnos en su música miscelánea, que no se limita al consabido texto monotónico, que es una palabra que se me ha ocurrido que mezcla monótono y unitónico.
Lo que encontramos en este multilibro es el resultado de mi admiración por Buñuel. Por supuesto que no soy el único. También están los coeditores: el Instituto de Estudios Turolenses tiene más que demostrada su querencia por el calandino, y mi amigo José Ángel Delgado, responsable de la empresa de comunicación Cosmos Fan, ya me hizo ver lo mismo hace décadas, cuando nos intercambiamos un disco dedicado a Buñuel y el libro de sus memorias.
José Luis Cano ilustró la portada del libro Luis Buñuel. Obra cinematográfica, de Agustín Sánchez Vidal, y después hizo con el Instituto de Estudios Turolenses el libro La santa infancia de Luis Buñuel. También dibujó el tebeo La gran función de Luis Buñuel, creó el logotipo del centenario de Buñuel y sacó otro libro titulado Buñuel y don Luis, además de dibujar las imágenes del cortometraje de animación Buñuel y la linterna mágica, por apuntar algunas de las relaciones entre el pintor y el cineasta.
Por mi parte, como cuento en el libro, persigo a Buñuel desde hace cuarenta años, y aunque nunca le alcanzaré me alegro mucho de que por fin haya visto la luz este hijo mío de cuatro cabezas.

















































