Por L.F.S.R.
Hogar típico
En Hecho, tenemos este museo etnológico de utensilios tradicionales de agricultura y ganadería. Atención al horario, y mejor llamar para evitar sorpresas desagradables, que el viaje es largo, 974 37 50 02 : Lunes, miércoles y viernes de 18,30-20,30, Sábado de 10,30-13 y 18,30-20,30, Domingo de 10,30-13, martes y jueves: Cerrado.
Alojamiento en Siresa y en Hecho, además para campistas, el camping de Hecho, el Camping de la Selva de Oza, en inmejorable paraje, y el camping de la Borda Bisaltico, en un desvío antes de enfilar por el estrecho de la Boca del Infierno, camino de la Selva de Oza.
Merece visitarse este espléndido valle, la Val d´Echo, con Siresa y su monasterio, donde quedan restos visigóticos, además del románico más antiguo de Aragón, y una lápida con referencias a la antigua Via Romana que pasaba por alli, y que unía Cesaraugusta con el Bearn francés, siendo la vía que unía los territorios del Imperio Romano europeo con Hispania.
Camino empedrado visible en parte hoy en día y que puede visitarse en cómoda travesía a pié, para lo cual nos facilitan en el mismo Museo una guía (Sendero Autoguiado de la Calzada Romana), muy documentada, con referencias a su entorno geológico, fauna y flora. La verdad es que lo hice hace años, supongo que no habrá ningún problema.
El tramo a recorrer está a unos seis kms. de Hecho, con sitio para dejar el coche, muy cerca del cruce al camping-borda Bisaltico. El Camino está marcado con unos números para seguir la guía que nos dan en el Museo de Hecho, y se puede volver por el mismo Camino, o por la carretera que lleva a la Selva de Oza, para recoger el coche. Hay también un segundo camino de vuelta señalizado, pero mucho más largo.
Así que si a la belleza del valle unimos el conocimiento de culturas tan antiguas como esta romana de la Calzada, la medieval del Museo y la modernidad del Museo de Escultura Contemporánea al aire libre, detrás mismo del Museo, podemos decir que visitando el Valle de Hecho vamos más que sobrados de Naturaleza y Cultura.
El Museo ocupa toda una pequeña casa tradicional cedida por su propietario (Casa Mazo), conservando su estructura original, de modo que todo el aparato de objetos tradicionales no pueden estar en sitio más adecuado. Azadas (ajaus), guadañas (dallas), horcas para «aventar» la paja y separarla del grano, los trillos de pedernal o metal, tirados por animal, en esas Eras o espacios a las afueras del pueblo para la trilla, atractivo de feria para los críos a falta de otra cosa en aquellos tiempos, si es que te dejaban subir al tablón a dar vueltas, para aumentar el peso.
De entonces son también las trilladoras a motor, con una correa por donde subía la siega hacia la maquinaria que mandaba el grano a los sacos y lanzaba la paja por un largo tubo especie de cañón, formando grandes montones de unos 10 mts. de altura, donde también nos servía de distracción a los críos subiendo hasta arriba a tirarnos como por un tobogán, lo cual podía provocar un «aluz de paja» que podía envolvernos sin más consecuencias que algún palo de los segadores, si nos pillaban, recuerdos infantiles de tierras más abajo de las Cinco Villas.
El Museo también muestra utensilios para elaborar queso, requesón y pan. La verdad es que echamos en falta unos carteles explicativos de su función en cada pieza expuesta, sobre todo las pequeñas y no solamente su nombre como pone, sino también su función y utilidad, ahora que en el Valle queda gente mayor que pueda explicarlo, no sea cosa que al paso del tiempo quede eso en el olvido.
En la planta de arriba tenemos máquinas de coser, hilar, etc., y una muestra del traje típico de antaño, que suponemos tendrá sus semejanzas con el vecino traje ansotano. El hogar con su enorme chimenea que sale directa al tejado, su banquero donde sentarse al calor de la leña y probar las migas o fritadas de calabaza y otras legumbre, en esas enormes sartenes de los abuelos de entonces, según podemos recordar aún algunos, entre la conversación y noticias familiares, sin estorbo de la televisión. Otro recuerdo infantil es ese enorme caldero colgado de una cadena encima del fuego, y que siempre tendría algo dentro, supongo que algún guiso para aprovechar el calor del fuego, o para tener agua caliente a falta del termo de ahora, así como esos embutidos caseros colgados allí también.
Todos estos objetos tradicionales están muy bien completados con una muestra y reseña del gran fotógrafo oscense de principios del siglo XX, Ricardo Compairé, y su fotografía en blanco y negro, en la cual también echamos en falta, las fotos de interior, lo cual sería un complemento fiel de la época, así nos quedamos sólo con la foto de exterior, que es la misma imagen que vemos hoy de las casas y no su interior desaparecido por reformas y mejoras de los tiempos.
Son tiempos de la fotografía estereoscópica a base de placas de cristal que necesitan objetivos con mucha luz o exposición. En este aspecto citar otros pioneros de la fotografía como nuestro Nobel, Santiago Ramón y Cajal, presidente de la Real Sociedad Fotográfica de Madrid, como también otro aragonés, y debo decir que tio bisabuelo mío, Andrés Ripollés Baranda, también pionero y Presidente de esa Sociedad, y que fué coronel, ingeniero militar, agregado en la Corte del rey Alfonso XIII responsable del Patrimonio Real, el cual tiene también una colección de fotos pioneras en el Museo del Ferrocarril de Madrid, llamada Fondos Ripollés, y aquí debo citar también a su hermano, bisabuelo mio también, Mariano Ripolles Baranda, ajeno a la fotografía, pero catedrático de Leyes y rector de la Universidad de Zaragoza, experto en Derecho Civil Aragonés y autor de Jurisprudencia Civil de Aragón.
Ricardo Compairé Escartín nace en 1883 en Villanúa y falleció en Huesca en 1965. Cursó estudios de farmacia en Barcelona, y como Ramón y Cajal se interesó por la fotografía, entonces actividad emergente, y fue un promotor del turismo y cultura del Alto Aragón, Además de su trabajo en farmacia, presentaba su colección de fotos en Ferias y Exposiciones nacionales e internacionales, recibiendo más de un primer premio. Además de cortos cinematográficos, siempre como difusor de las culturas tradicionales.
Se encargó de proteger y guardar su obra, gracias a lo cual la Diputación Provincial de Huesca pudo adquirir todas las fotos en la Fototeca de Huesca, calle Gibraltar 13, donde puede ser vista con todo detalle, además de en otros Fondos fotográficos, como en DARA, documentos y archivos de Aragón. En 2021 la sala Goya y Saura del Paraninfo, llevaron a cabo una extensa exposición de sus fotografías, que ya fueron comentadas en este Pollo Urbano por Adelina Garsón.
Así que una buena propuesta para este otoño es subir al valle de Hecho, donde poder ver todo esto, además de contemplar el bosque otoñal en su máximo esplendor de colorido. No hay que perdérselo.
Publicado en: https://sanvalentinsorpresa.blogspot.com/