Por Jorge Álvarez
https://www.facebook.com/elviejoabejorro
Llegué a una edad en la que por experiencia puedo distinguir a un hijo de meretiz desde la vereda de enfrente.
No es infalible mi método desde luego pero la tasa de aciertos debe rondar arriba del 80% lo cual habla bien de mi criterio.
Los vi a todos. El desfile fue y es incesante. Me olvidé, le pido disculpas a usted lector, de que el tema que me ocupa hoy es la política y desde luego, los políticos esos seres que ya nacen con el chip de la soberbia con la que crecen, se aparean y se multiplican para ocupar cada lugar que si no está disponible otro se lo creará.
Porque de eso se trata. Jamás se quedan al margen del negocio porque lo conocen mejor que nadie. Nadan en el barro de la corrupción. Viven rodeados de seres que los adulan y les hacen creer que cualquier estupidez que se les ocurra es digna de un premio Nobel.
Estos últimos, se reconocen inferiores ya que sólo recogen las migajas del festín, pero aun así su servilismo (por favor no confundir con lealtad) les alcanza para gozar de prebendas para ellos y su familia. Cargos por contratos en el Estado, viajes o simplemente para ver llena la heladera y emborracharse los fines de semana.
Y ahí están cumpliendo su papel de actores de reparto en cada capítulo de una novela cuyo argumento es el mismo desde 1983, año en el que la Argentina recuperó la democracia y que se puede sintetizar en este pensamiento de “El Gatopardo” esa obra de Giuseppe Tomasi di Lampedusa: Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie.
Y vaya si lo ponen en práctica cada cuatro años, periodo en el que los argentinos “eligen” a quienes los van a gobernar dentro de un combo en el que lo nuevo no pasa del 5 o el 10%. Pero ahora junto al empleado público de siempre aparece un hermano, la esposa o la amante, algún hijo a los que les basta con no articular palabra, sonreír o no viendo dónde es el lugar elegido por el demócrata para que curren.
Total que ser asesor del pariente es algo llevadero en esos cuatro años mientras ruega, sueña que éste se haga del dinero suficiente para comprar el cargo inmediato superior en el escalafón. Mientras pueden comenzar a extender sus tentáculos, aquellos que sepan leer, escribir y llevarse un helado a la boca en el primer intento, en áreas como clubes de fútbol, en ONG inexistentes o en cooperativas integradas por tipos tan honestos que si encuentran un trabajo, lo devuelven.
Entonces y a modo de cierre le pido me ayude en un tema que me turba ¿es esto la democracia, una cleptocracia encubierta, un festival de nepotismo donde siempre habrá un lugar para un pariente sin importar que no sepa atarse los cordones de las zapatillas? ¿Dónde la derecha es de izquierda; pero la izquierda es conservadora y los conservadores socialistas dando un espectáculo denigrante, tan delirante como absurdo?
¿De eso se trata? Y parece que sí.