Por Miguel Ángel Yusta
Parece que la pandemia, si no salimos como manadas en Semana Santa, va a ir poco a poco remitiendo.
Con esa supuesta vuelta a la normalidad queremos insistir en destacar y animar la importante acción que tanto los teatros como las más modestas empresas dedicadas a ello, llevan a cabo con los más pequeños. La formación musical y el conocimiento de las obras, aun adaptadas a una mentalidad infantil o juvenil todavía en formación, es la siembra de la semilla que ha de hacer prevalecer el arte y la cultura tan maravillosos que encierra el mundo musical y particularmente el mundo de la ópera. Al respecto, dice el maestro Muti. «Si quitamos a nuestros hijos la posibilidad de acercarse al arte, a la poesía, a la belleza, en una sola palabra a la cultura, estamos destinados a un futuro de gente superficial y peligrosa»
- Teatro Real. Lo que no se ve ...
- ...de un Teatro de Ópera. Maquinaria escénica.
- Cartel de Carmen en La Ópera Bastilla. Temporada 2017-18.
- Sondra Radvanowsky, una diva mundial.
Hemos visto cómo en los mejores teatros europeos el público joven asiste, y no en óptimas condiciones de confort, a representaciones de ópera de manera masiva. En Viena, por poner un ejemplo, se forman largas filas de jóvenes para adquirir un pase de unos pocos euros y acceder a la parte trasera de las galerías. Allí, de pie, asisten a una representación que puede durar hasta cuatro horas, porque hay afición y formación musical desde la escuela y porque ellos consideran que es importante esa asistencia y disfrute, lo cual no supone que después no se tomen una buena cerveza en un sitio atestado y entonen una canción actual o tradicional con alegría.
Hay mucho camino por recorrer en estos lares. Lo sabemos y no dejaremos de luchar por conseguir que una buena representación operística no sea un espectáculo minoritario y elitista, porque el acceso a esta forma noble de cultura se promocione en la escuela y en los lugares donde sea más importante que discutir de banalidades y dar cancha a una cultura-kleenex en manos de, por ejemplo, ciertos youtubers, que se aprovechan del páramo cultural de sus jóvenes seguidores para engordar cuentas corrientes.
Esas que jamás disfrutarán sufridos investigadores, científicos, músicos y otros muchos grandes profesionales que, tras años de estudio y formación, se encuentran en condiciones precarias para desarrolar sus conocimientos. Cultura para todos, si, pero de la buena…