Por Raimundo M. Soriano
El NODO (Noticiarios y Documentales) fue creado por la dictadura de Francisco Franco en 1943. Para propaganda y control del propio régimen franquista. Era obligatorio emitirlo antes de las películas en todas las salas cinematográficas de España.
El Nodo duró hasta 1981, aunque a partir de 1975, cuando murió el dictador, ya no fue necesario su exhibición. Recientemente se han repuesto en TVE algunos reportajes que fueron censurados en su época. Mucha gente llegaba unos quince minutos tarde a los cines para no ver el Nodo. Siempre había revuelo si la película había comenzado.
El desarrollismo de los años 50 y 60 del siglo pasado produjo infinidad de noticias y chascarrillos; no obstante, el Nodo siempre las trató de forma amable y dulcificada para no enojar a un régimen dictatorial de una España católica, apostólica y romana.
El protagonista principal del NO-DO era Franco. Caudillo de España por la gracia de Dios. Salía inaugurando un pantano, un trozo de carretera, dando la Copa del Generalísimo de fútbol al equipo ganador, presidiendo una corrida de toros, abandonando una catedral después de la misa con el obispo del brazo, celebrando el Día del Trabajo en el Santiago Bernabéu mediante una demostración de jóvenes atletas saltando el potro y el plinto, y chicas uniformadas haciendo gimnasia sueca.
Sus aficiones eran respetadas y resaltadas: se fotografiaba en El Azor pescando el atún, amaestrado, más grande del Mediterráneo, matando una cabra de cornamenta enorme en la Sierra de Gredos o con la escopeta al hombro alineado sobre una ristra de perdices rojas.
En esta época del desarrollismo se celebraba todo: la fabricación del millón de Seat 600, los trecientos mil camiones Pegaso y la turista 4 millones. El ministro del ramo, a los pies de la escalerilla del avión, le colocaba la banda con el número; le entregaba un ramo de flores, le invitaba a un menú turístico con sabor a ajo y con la chaquetilla del camarero llena de caspa.
Los emigrantes de provincias llegaban a las grandes ciudades en aluvión, se fabricaban poblados de la noche a la mañana; sin agua corriente, sin aceras, con charcos y llenas de cagadas de perros y gatos.
En estos hogares se vivía poco. Si eras pequeño jugabas al fútbol, con una pelota de trapo, en cualquier plazuela o esquina marcadas las porterías con tiza. Si eras adolescente te ibas a los futbolines o los billares a pasar el rato.
El bar era el centro social. Allí se reunían desde jóvenes hasta abuelos con cigarros de picadura en los labios, farias, carajillos de coñac y copas de anís del Mono. Se jugaba a las cartas y al dominó, se blasfemaba, aunque siempre había un letrero que decía: “PROHIBIDO BLASFEMAR y escupir al suelo”. Todos sacaban el machito que llevaban dentro hablando de mujeres, de putas, de fútbol y los sucesos de “El Caso”.
El ascenso social en estas barriadas estaba destinado a imitar, como maletillas, a los toreros Paco Camino, El Viti y si te gustaba el salto de la rana a El Cordobés”. Dando guantazos como Legrá, Pedro Carrasco o el fenómeno Urtain y jugando a las quinielas que de vez en cuando aparecía alguno acertando los catorce como Gabino y te sacaba del anonimato.
Algunas familias también se dieron cuenta, que este ascenso social, se hace por medio de la educación. Como casi todas las familias eran numerosas, se podía hacer una selección: al hijo listo, con ayuda de alguna beca, se le orientaba a la Universidad; a los demás se les preparaba para las carreras de aprendices de todo: electricistas, fontaneros, mecánicos y sobre todo aprendiz de barman en las cafeterías de la capital, porque en el barrio los bares se servían de la familia al completo.
En lo referente a las hijas el futuro se resumía rápidamente: algunas se ponían a tricotar o coser en una máquina Singer, otras aprendizas de peluquería y las más a servir de chachas en las casas de las familias pudientes. No obstante, la mejor carrera era sentarse debajo de una higuera y esperar a que le cayera la breva del matrimonio.
El cine era otro centro social. Las películas estaban censuradas y con rombos. Tenían mucho éxito la vida de santos, las de Marisol y las que la censura permitía ver las pantorrillas de las actrices. En la fila del manco se juntaban a practicar el juego solitario.
La juventud se dejó el pelo largo, aparecen las chupas de cuero, los botines y los pantalones de campana. Se empezó a bailar el rock and roll por imitación, se formaron bandas que se calentaban en las puertas de las incipientes discotecas y las chicas vestían minifaldas y botas altas. Estos imitadores de los Beatles y los Rolling Stones tuvieron mal acogida en la prensa de la época, calificándolos, simplemente, de gamberros.
En los años 60 era imposible hacerse una foto sin que saliera de fondo un cura, una moja o un militar de distinta graduación. Pero había una dictadura donde los curas controlaban a las familias desde el púlpito en la moral católica, apostólica y romana; los militares siempre estaban dispuestos con el sable y el mosquetón, la policía atenta a los tumultos y los falangistas se colaban por las rendijas del régimen para ser aprendices de sinvergüenzas.
Y los individuos, en tropel, éramos moscas adosadas y pegadas a la cinta de plástico pringosa en forma de espiral que atraía por el olor y cortaba el vuelo del amanecer.
NOTA: Este texto es el inicio del guion cinematográfico “SOÑANDO CON NUBES DE ALGODÓN”. Una historia sobre el desarrollismo español de los años 60 del siglo pasado.








