Por Miguel Ángel Longás
Jesús Soria (Zaragoza, 1977) es un poeta experimentado que, después de dar a la imprenta libros originales y, por ello, inclasificables, como The end o Diccionario del tiempo, entrega ahora un libro experimental…
…como es Metasilencio, poema dramático para ser representado en el teatro de la conciencia poética del curioso y desocupado lector que se ocupe en traspasar el umbral de unas páginas armoniosas y desconcertantes en la que los personajes del drama o “dramatis personae” tienen nombres alegóricos como “Silencio”, “Poesía”, “Lector”, “Libro”, “Significado”, “Poema”, “La realidad”, “Sombra” y “Significado”, nombres abstractos que tejen una partitura abstracta convertida en un debate “sui generis” como alguno de los que se prodigaron en la Edad Media, en los que se enfrentaron personajes en conflicto, en un intento de demostrar o bien supremacía en su terreno intelectual o bien confrontación debido a su antagonismo, teniendo un árbitro que, lejos de inclinarse por uno o por otro, no cierra una disputa impuesta como conflicto antes que como solución. Por ello, la dialéctica o arte de componer silogismos asediando los de alguien en campo contrario, es decir, razonando con habilidad y soltura, se impuso como instrumento para la búsqueda y el encuentro de una verdad objetiva. Así, toda disputa dialéctica fue presentada para su debate por un ponente cuyos oponentes tomaron partido por uno u otro planteamiento inicial, respondiendo a la controversia y armonizando las posturas contrarias, determinando una u otra postura de consenso. Por tanto, la cosmovisión medieval planteó un mundo edificado sobre parejas de contrarios, con certezas y oposiciones, así como también con dudas y enfrentamientos.
Dicho esto, cabe decir que el autor de Metasilencio es árbitro, pero también contendiente dialéctico, del conflicto derivado por la dialéctica que enfrenta a los personajes de su “debate poético”, dividido en cinco partes perfectamente definidas: Una inicial: “La muerte del autor”, a la que siguen una primera: “Origen”; una segunda: “Sombras de lo real”; una tercera: “Conocimiento”; una cuarta: “Búsqueda”; una quinta: “Retornos” y una sexta: “Soledades”, para cerrar el círculo de una partitura poética hexagonal, en la que “La muerte del autor” formula el cántico de desolación de la vida que es el poema, alzado por Jesús Soria desde el terreno de la desolación en el que, convertido en un filósofo presocrático, se deja llevar por el mar navegable de su atribulada existencia para encontrar su salvación en el espacio del Poema
Así, Metasilencio tiene como implacables debatientes, a un “Silencio” que es el origen de todo; a una “Poesía” que es la pregunta a todas las respuestas; a un “Lector” que encuentra en la Poesía todo lo que busca; a un “Significado” que busca reinterpretar la palabra poética; a un “Poema” que es espejo de todo; a un “Texto” que busca imponerse al poeta; a una “Realidad” confrontada al “Deseo” y a una “Sombra” que busca acallar a los otros debatientes, concluyendo todo en unas “Soledades” en las que el “Lector” debe aplicar la “Poesía” como enseñanza y, al mismo tiempo, como salvación, a su vida a modo de redención ante un final de todo que también es un principio.
En suma, Metasilencio es un poema abstracto y concreto de la dramática humana que hunde sus raíces en la poesía cosmogónica de Stéphane Mallarmé, Paul Valéry, Wallace Stevens o Giuseppe Ungaretti, o en la telúrica de autores aragoneses como Miguel Labordeta, Ignacio Ciordia o Julio Antonio Gómez, pléyade de poetas todos ellos que no hubieran desdeñado la autoría de la obra de Jesús Soria, alegoría en la que brillan las metáforas como astros en un firmamento resplandeciente en el que el golpe de dados de su autor no abole el azar de lo creado.
Publicado en “Artes y Letras” (Heraldo se Aragón)