Sara Muñoz Rando
Desde que tengo uso de razón lo recuerdo hablando con diversos céfiros polípodos alaínos no autorizados a entrar en nuestra morada y explicándoles amablemente que no han sido convidados, por lo que deben abandonarla para disfrutar de ellos en libertad, como buen druida que se precie.
El protocolo acostumbra a ser el siguiente: 1. Mi hermana se percata de la presencia de tal o cual intruso. 2. Nos lo hace saber al resto a la voz de: “Aaaaaaaaaaaa, bichooooooooooooooooooooo” 3. El druida acude a la llamada con su santo y seña ocasional: “Voy a hablar con él”. 4. A los pocos minutos, tras la conversación que nadie presencia, vuelve sonriente confirmando que seguimos siendo cuatro los habitantes del condominio.
Ayer mi padre me contó que habló con una rata. Volviendo de una de esas noches alargadas de las que algunos llaman madrugadas, mi hermana, para no faltar a la consabida tradición, fue quien dio la voz de alarma. Le pareció ver algo patudo correteando por la escalera de la estancia en primera instancia. ¿Qué hace un peludo no invitado campando por mi escalera? El druida investigó, pero nada encontró.
En un retorno noctívago post conciertil de mis ascendientes creyeron ver al foráneo roedor correteando entre maceteros de drácenas y madreperlas. A los pocos minutos confirmaron que el ingenioso hidalgo greñudo todavía rondaba por la escalera ya que había terminado con las bolas rojas del acebo que decoraba mi puerta. Sí, la de MI casa, la de MI hogar. Aunque no siga ahí ya empadronada no dejaré que ella lo haga. ¡Por Tutatis! ¡No tomará una rata mi casa! Manos a la obra, hay que pillar de la cola a esa guarra. Por lo visto se mete por los raíles de la silla-eléctrica-sube-escaleras-premium 2.0. de la vecina. Qué jodí’a la tía, encima que no sube escalones, se pone fina de lo que por la escalera rapiña.
Pillaron cola grado adhesivo plus máximus, plastilina sin concierto ni lamento, pegamento de ese negro, tubos de goma eternos, trampas con jamón york y queso -entre otros- buscando cazarla y salvarla, pero nada, que no quería irse de la escalera de mi casa. Comenzó a tornarse personal, melenas, cuando asustaste a mi madre aquella mañana, sin pena. No te lo perdonaré, ya nada me para, prepárate para la que se prepara.
Los vecinos no saben que existes. Vas de lista, jodiendo a mi familia, sin saber que si los otros te ven, te aniquilan. No todos piensan en tu vida, eh, tía, llegan y ¡PAM! A lo que te esbozan, escobazo que te endiñan. Mi padre ya te dijo que escaparas cuando estabas a tiempo, pero no le hiciste caso por seguirte relamiendo.
Ahora los vecinos ya saben que existes. En lugar de seguir el protocolo familiar tradicional optaron por las pócimas químicas tóxicas aniquiladoras de cualquier vida con patas. Ya que no consiguen echarla de casa, colocan estratégicamente el matarratas buscando exterminarla, con temor de que no deje de habitarla y con auténtica fe en desahuciarla. ¿Dónde estarás peluda independiente oqupa mordisqueadora de plantas?
No se sabe nada de ti por días y ha desaparecido un veneno… ¿Acaso será cierto y…? ¿Te podemos dar ya por muerto? Probaron a dejar jamón y queso del bueno, a ver si acudes al huerto o realmente estás K.O. ahí donde el mata’or estaba puesto.
No te pudiste resistir a lo bueno, hija de rata. Saliste a por el queso y jamón que se ofertaba y te diste un gustoso festín, sin saber que del último se trataba. Aunque todas las vecinas pidieran tus patitas, ya casi eras una más de mi familia. No les tembló nada más de lo habitual a quienes llamaron al técnico de la silla de la susodicha vecina para ver si ahí estabas escondida. Una vez personado el atemorizado especialista, avisado de que igual salías, empezaron a intentar dar contigo sin pausa en vida, pero te resistías, yo sé que algo te olías. Hasta que no iniciaron la cruzada con palos de escobas y fregonas no te pillaron en la alcoba. Valiente felpuda libertaria. Al principio te odiaba por aprovechada y ahora me da pena cómo yaces entre bayetas y estropajos reventada, ahí en una esquina de mi escalera adoquinada porque optaste por el calor de la dependencia antes que dejarte llevar por la fría libertad de las aceras… ¡Ay, ratita! Tan presumida eternamente, feneces igual de brava que inocente. Ten cuidado para la vida siguiente, mira a ver cuánto te cuesta eso que te metes entre los …
Y eso me contó mi padre que habla con los animales desde antes que me pusieran pendientes.