Liubliana, no solo ciudad de moda


Por Marshall

     El centro de Liubliana estaba a tope de turismo cuando llegué, en pleno Julio. Se nota más en verano, pues el clima de la ciudad no es especialmente favorable durante largas temporadas. Si es en fin de semana, con esa loca manía de los low cost de parranda y consumo rápido…

…de postal, todavía más.

     Pero Liubliana merece probablemente más tiempo que el que se le suele dedicar. Muchos paseos, alguna cerveza fuera del centro y algunas conversaciones si es posible.

    Liubliana es de las capitales de país más pequeñas que existen. Pero, con apenas 300.000 habitantes, es un buen retrato de lo que es Eslovenia, un país pequeño pero con una variedad cultural sorprendente. Una variedad que se refleja hasta en un refrán popular: cada pueblo tiene su habla. La frase nos cuenta que el esloveno ni tan siquiera es un idioma unificado por la multitud de palabras tomadas del italiano, alemán o húngaro según la zona.

    Si el idioma es así, da idea de la variedad cultural del país.

 

     Como toda ciudad lo primero es madrugar, ver como se despereza la urbe y se van instalando los tenderetes. Un buen momento para tomar un café con Roman, natural de Novo Mesto, que recuerda a la paisana más célebre de su ciudad (como todo el mundo por otro lado) Melania Trump. 

 

      Ha venido a una cita para encontrar novia a la capital. Dice que Eslovenia no es un país tan moderno como España. Una percepción muy relativa en lo que se refiere a Liubliana pero bastante lógica en el entorno rural. Liubliana le parece muy caro. Y, ciertamente, los precios son muy superiores a los del resto del país.

   La conversación fue en el hostel Tresor, uno de los edificios decó del centro de la ciudad. Un antiguo banco donde es un placer alojarse. Hay de todo, pero en Liubliana hay alternativas de alojamiento bastante interesantes y no caras.

    Roman ha bebido mucho, me dice. En Eslovenia se bebe en cantidades industriales, es algo evidente. La cerveza es barata y también abundan los licores tipo aguardiente.

     Sigo el paseo. Es domingo y hay misa. La flamante catedral de San Nicolás no es una buena referencia, con sus carteles intentando echar a los turistas de las liturgias. 

   Me acerco a la iglesia de Santiago, al pie del castillo de la ciudad, bastante céntrica. Está llena aunque el público es como el de por aquí: mayormente ancianos. 

    A apenas 50m de allí se encuentra Sv Kliment, iglesia ortodoxa de la comunidad macedonia. La asistencia es mucho más pequeña y la iglesia bastante más modesta.

    Liubliana es un buen sitio para buscarse la vida. Ya en tiempos de la antigua Yugoslavia era la parte rica del país. Por ello hay comunidades de todas las repúblicas. Esto incluye una gran comunidad serbia, por ejemplo, que tienen hasta barrio propio, una catedral y un centro cultural. La comunidad macedonia o la bosnia, que también tiene su mezquita, son menos numerosas.

     Aún así es un tanto atrevido hablar de comunidades porque las familias mixtas (ortodoxos con católicos, serbios con eslovenos…) eran y son de lo más común.

    En domingo hay rastro junto al río Liublanica que cruza la ciudad y va a desembocar en el Sava. En el río una pareja de castores, especie invasora que se ha extendido por toda Europa, nadan tranquilos entre los barcos turísticos. 

    Buena parte del rastro como sucede en muchas otras ciudades turísticas, se ha reconvertido para hacerlo adecuado a los visitantes. Los cacharros, que ahora llamamos vintage, se han trasladado a la periferia. Aún así, los aficionados a las antigüedades pueden encontrar algunas gangas y los aficionados a la historia contemporánea objetos tan peculiares como singles de vinilo con los discursos de Tito o billetes con valores de miles de millones del periodo de gran inflación de principios de los 90.

    Ya que he citado a Tito, probablemente más de uno no sepa de quien hablo… Tito, Josip Broz. Flamante presidente de la República Socialista de Yugoslavia. Partisano, equilibrista político, mariscal y autócrata de guante de seda. Iría a morir precisamente en Liubliana en 1980 y sin él es difícil entender la historia de buena parte de los Balcanes en el siglo XX. 

    En Eslovenia es un personaje contradictorio. Al que se respeta y se critica a un tiempo. Al igual que los eslovenos son bastante suaves en su crítica al período socialista del país. 

   Aunque si se quiere entender la historia reciente de Eslovenia uno de los museos menos visitados de la ciudad, el de Historia contemporánea, situado en un palacete dentro del parque Tívoli, puede servir de excelente lección. Con su visión parcial, claro, pero muy documentado y bien expuesto.

    Si se trata de cultura, Liubliana es un lugar muy interesante. La oferta de la ciudad ha sido muy decidida por el arte contemporáneo. Hay toda una muestra de escultura callejera que ha apostado por las últimas tendencias. También hay exposiciones temporales en el Ayuntamiento, edificio histórico que ha aprovechado dos patios de vecinos adyacentes para convertirlos en salas dedicadas al arte.

    Conviene visitar el barrio de Metelkova, con su toque alternativo, lleno de grafitis y con su célebre hostel Celica, una antigua cárcel. Si has visitado Berlín te lo recordará sin duda.

    También hay toda una programación de conciertos (oficiales y alternativos) que van del jazz al punk y mucha música callejera. Eso sí, concentrada en los meses de buen tiempo.

    Y si se trata de gastar pasta en moda o arte, ni de lejos llegarás a las cantidades de Milán o Viena, pero no faltan boutiques de lujo y galerías de esas que, yo al menos, miro desde el escaparate sin demasiado interés.

    Lo más importante: están las personas que viven allí. El lunes me fui al mercado y me entendí en mi precario italiano (un idioma que domina buena parte de la población eslovena) con el frutero. 

    Una conversación que se puede tener en cualquier país de Europa. La vida está cara, los precios suben, los impuestos… Pero, sin embargo, cierto orgullo patrio y, sobre todo, algo que percibí en los lugareños con los que hablé: les gusta su ciudad. 

    No es para menos. Liubliana es cómoda. Pequeña, con un buen transporte público y una infraestructura ciclista muy avanzada. Muchas zonas peatonales y varios parques, entre los que destaca la gran superficie verde del parque Tívoli. Un parque originalmente barroco que se construyó en torno al castillo del mariscal Radetzky.

Pretender entender una ciudad y toda su realidad en un par de días de visita sería muy presuntuoso. Así que me informé un poco a posteriori, intercambié opiniones, hablé con otros turistas… 

     En definitiva Liubliana es moderna y a la vez imperial. Comercial pero sin agobios. Con gente en general amable y fácil de recorrer.

   Por mi parte me quedó con unos cuantos cafés, unas pocas cervezas y muchos largos paseos.

   Y un saludo a Roman, que espero encontrara novia. Aunque nunca leerá esto.

El blog del autor: http://yosiplauma.blogspot.com/

 

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