Por María Dubón
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Si Eva pecó, fue porque tenía libertad de pensar y decidir. ¿No es eso prueba de alma racional? Arcangela Tarabotti
Su padre consideró que con la cojera congénita que padecía su hija ningún hombre la querría por esposa, así que cuando Elena Cassandra Tarabotti cumplió once años forzó su ingreso en un convento de clausura y la condenó a un «infierno en vida». Esta clausura involuntaria provocó su rechazo y fue el germen de una crítica pública de la tiranía paterna, de la Iglesia y del estado de Venecia, que permitían e incluso alentaban este tipo de prácticas. Su denuncia no se quedó en lo personal, sino que incluyó a todas las mujeres, pues la opresión era un fenómeno colectivo que perpetuaba esa discriminación.
Tarabotti tuvo una formación limitada por la clausura, fue autodidacta gracias a la lectura de los textos clásicos y contemporáneos que había a su alcance, y aprendió latín, filosofía y teología. Estos conocimientos, sumados a su mente inquieta, le permitieron argumentar con solidez y cuestionar la desigualdad secular que padecían las mujeres. No, las mujeres no partían de una desventaja natural respecto a los hombres, su supuesta inferioridad era la consecuencia lógica de verse privadas de educación, de no ser admitidas en las universidades, de carecer de derecho a elegir su destino. La impuesta ignorancia femenina beneficiaba a los hombres, que así mantenían sus privilegios sociales, económicos y culturales, y recluir a la hija en un convento era también una estrategia para evitar el pago de dotes matrimoniales y mantener el patrimonio familiar.
Tarabotti supo establecer una red de contactos intelectuales que resultaron fundamentales para el desarrollo de sus ideas feministas. Mantuvo correspondencia con políticos, pensadores y escritores venecianos y de otras ciudades italianas y las visitas que recibía en el locutorio conventual ampliaron su horizonte, le dieron visibilidad y recibió apoyo para difundir sus obras.
Elena Cassandra Tarabotti, Venecia, 1604-1652, se convirtió en Arcangela Tarabotti, así firmó sus obras: La semplicità ingannata (La inocente engañada)1654. Una crítica al encierro forzado de mujeres. L’Inferno monacale (El infierno monacal) 1990. La obra permaneció inédita durante siglos, en ella la autora denuncia la vida conventual obligada. Il Paradiso monacale (El paraíso monacal) 1643. Contrasta la vocación religiosa auténtica y la forzada. L’Antisatira (Antisátira) 1644. Una defensa de las mujeres frente a la misoginia. Che le donne siano della specie degli uomini (Que las mujeres son de la misma especie que los hombres) 1651. Un argumento teológico de la igualdad de género. En el siglo XVII las ideas misóginas imperantes cuestionaban la humanidad y el alma femenina, Tarabotti desmonta la teoría que negaba que las mujeres fueran humanas y poseyeran un alma racional y defiende su igualdad esencial con los hombres. Lettere familiari e di complimento (Cartas familiares y de cortesía) 1650.
Aunque no se le reconoció en su tiempo, Elena Cassandra Tarabotti está considerada hoy como una precursora del pensamiento feminista. Su voz es recordada por ser pionera en la defensa de los derechos de las mujeres y la crítica de las estructuras patriarcales de su tiempo.