
Po Esteban Villarocha
Al tratar de analizar el malestar en el que se encuentra actualmente la sociedad me siento en la obligación de reflexionar sobre lo que ha sido y es hoy, mi quehacer profesional.
Analizar el malestar de la cultura, lo que implica reformular lo que denominamos como Cultura, tarea que obliga a repensar, redefinir y recuperar el bienestar con respecto a la actividad cultural actual, más allá y lejos de la interpretación freudiana del malestar de la cultura que en su día desarrollo Sigmund Freud en su famoso ensayo con el mismo título.
La Cultura la definimos generalmente como un conjunto complejo de conocimientos, costumbres, creencias y comportamientos que caracterizan a una sociedad o grupo social, en esta definición amplia y poco concreta se incluyen tanto las manifestaciones materiales como las inmateriales, pero actualmente asistimos a momentos tecnológicos muy invasivos y su incorporación a todos los procesos creativos del sector cultural suponen profundos cambios que producen indirectamente una nueva dimensión, definición y relevancia social y política de lo que entendemos por Cultura.
Constantemente se producen intensos debates, debido a los muchos y nuevos desafíos a los que se enfrenta el sector de la cultura, debates sobre los derechos culturales; la cultura en la era digital; la cultura y la educación; la economía de la cultura; la cultura frente al cambio climático; el patrimonio cultural en la actualidad digital. Además, debemos Incluir dos temas transversales de gran impacto: la Inteligencia Artificial y la cultura y la cultura para la paz.
Lamentablemente el sector sobrevive en un constante networking, un proceso constante por establecer y cultivar relaciones comerciales entre profesionales para intercambiar recursos y oportunidades que beneficien a ambas partes, es el gran mercado de las vanidades en que se ha convertido la cultura, un nuevo Teatro del Absurdo: todos fingiendo naturalidad mientras nos vendemos como yogures con fecha de caducidad. La cultura debe salir de esa espiral mercantilista perversa, la cultura no puede depender del mercado y sus caprichos. La creación sin censuras es la única resistencia que nos queda frente al mercado en el que se convertido el quehacer cultural. Convertimos la cultura en un producto de consumo rápido, para el entretenimiento y consumo del tiempo de ocio. ¡Es la economía! Consumo, entretenimiento, ocio.
La realidad nos aburre, por eso hoy hacer ficción es la forma de entender el mundo real; Una ficción que no necesita montaje, ni ritmo, ni banda sonora. El entretenimiento invasivo sin pausa, inmediato y banal. El me gusta, no me gusta.
Analizando el malestar contemporáneo encuentro un empobrecimiento moral e intelectual en la sociedad; para intentar frenar este deterioro moral e intelectual tenemos que fomentar el diálogo y la escucha entre todos los agentes culturales de la sociedad civil, con la meta puesta en asentar una agenda cultural vinculada al desarrollo sostenible y a la cultura del común que garantice los derechos culturales de los ciudadanos y apacigüe el malestar social que vivimos.
La creación cultural no precisa de networking donde se enciende la hoguera de las vanidades personales que hoy asfixian la creación cultural. En solitario, no conseguimos avanzar. Existe una frase que dice que juntos iremos más lentos que cuando vamos solos, pero también que juntos podremos llegar más lejos. Insisto analizar y escuchar para hacer de la cultura algo del común. La cultura como resistencia frente al malestar, el bienestar.
En el quehacer cultural siempre se intenta la búsqueda de la crítica social, generalmente el ser humano se mueve entre el miedo y la esperanza, pero ahora el miedo empieza a superar a la esperanza, o a ser más vistoso que ella. Estamos llenos de incertidumbres y vacilaciones sobre el mundo que vivimos. La cultura puede ayudar a tener esperanza y certidumbres, a vivir en el bienestar y el bien ser.
En la actualidad padecemos una especie de adelgazamiento tremendo del espíritu mientras que, por otro lado, estamos muy empoderados tecnológicamente. Se abandona la reflexión y el pensamiento crítico por la dictadura de los algoritmos. El triunfo de la tecnología que se olvida del humanismo y del pensamiento crítico.
La cultura siguiendo las conversaciones de Castorp con Leo Naphta y Ludovico Settembrini en el intenso libro de Thomas Man La montaña mágica: todo es política. La cultura es política. Hoy tenemos la labor urgente de asumir la responsabilidad cívica y no eludir la política. La cultura no puede desprenderse de la política si queremos mantener su relevancia social. Frente al malestar actual la cultura nos ofrece un bienestar y un bien ser constantes. Cuidémosla.








