OperaMía: `La Magia…’


Por Miguel Ángel Yusta

     La ópera no es un misterio. La ópera no es un acto litúrgico (bueno, Parsifal tal vez se acerque bastante).

   La ópera es, ante todo, una fiesta musical, teatral, coreográfica tanto en los movimientos del coro sobre el escenario como en tantos y maravillosos ballets que se incluyen en numesosas obras y son muchas veces, por sí mismos, piezas singulares. La ópera es, ante todo, la creación más completa en el plano escenográfico.

  Pero como toda gran obra, la ópera hay que aprehenderla poco a poco, con cariño y con disposición de aprender, conocer, saber. Es encomiable, y lo he dicho ya varias veces en estas líneas, la labor de tantos grupos o instituciones que se preocupan por dar a conocer a las nuevas generaciones todos los secretos de este arte. En Madrid (Teatro Real) y Barcelona (Liceu), hace tempo que se cuidan estos extremos. En Bilbao, el Teatro Arriaga organiza espectáculos operísticos y musicales adaptados a los más jóvenes. Muchas otras ciudades tienen actividades semejantes. Zaragoza cuenta con un veterano ciclo de Introducción a la música, con características didácticas encomiables -que bien pudiera completarse con voces de la tierra- así como otras actividades para niños y jóvenes a cargo de profesionales entusiastas: es el camino. También para aquellos que podéis haber llegado tarde a la función, hay que decir que la ópera es un bocado exquisito, pero hay que entrar a ella con ilusión y paciencia. El comienzo puede ser Verdi, ese «Trovador «que se desarrolla en gran parte en nuestro Palacio de la Aljafería y que espera ya hace años, una representación digna y multitudinaria frente a sus murallas en tiempo adecuado. ¿Es una utopía? Puede ser, pero son las utopías las que nos hacen sentirnos vivos e ilusionados y Zaragoza tiene motivos sobrados para ocupar también un lugar entre las ciudades que sí se preocupan con esmero y calidad de colocarse en el tablero del espectáculo operístico.

    La ópera es un mundo muy grande y lleno de sorpresas. ¿Quién puede resistirse a la magia de Norma y su sacrificio por amor, a la misteriosa Turandot o al drama de Otelo -manejados sus celos por la maldad de Yago- a la desesperación de Rigoletto, a la bondad sin límites de Butterfly, Violeta, Desdémona o Gilda, a la pasión absoluta de Carmen…?

    Son innumerables los personajes que, envueltos en las más bellas melodías, se describen y nos describen sentimientos, pasion, bondad o maldad, humor o desencanto, tejiendo un lienzo maravilloso que es necesario conocer y sentir para rellenar esos espacios que muchas veces permanecen vacíos o simplemente ocupados con esos «pasatiempos-kleenex» que, como árboles imprecisamente ubicados, nos impiden contemplar un inmenso bosque de posibilidades culturales.

   No debe haber temor a ampliar nuestros horizontes. Poco a poco, desde las obras más sencillas -no por ello menos importantes- para el espectador menos iniciado, hasta los «platos fuertes» que, ineludiblemente, irá solicitando cuando vaya penetrando en este mundo maravilloso de la ópera.

   Vayamos sin prejuicios, con predisposición a abrir puertas a esa Cultura que tan necesaria es hoy para compensar las vanidades, cuando no ruindades, de tanta humanidad que persige la inútil zanahoria que continuamente nos ponen para que vayamos tras ella sin pensar demasiado.