Italia:La fina urdimbre del bosque


Por José Joaquín Beeme

    ¿Qué tienen en común Mads Mikkelsen, Javier Bardem, Robert De Niro, Diego Luna y Adrien Brody? Pues que todos le han puesto rostro y han vestido completos de Ermenegildo Zegna, exclusiva firma de sastrería masculina.

Por José Joaquín Beeme
Corresponsal del Pollo Urbano en Italia

     Es más que probable que jamás me disfrace con sus prendas de lujo, que van de los 500 euros de una mórbida gorrilla de cachemira a los 15.000 de una señora chaqueta de vicuña, pero hay algo distinto en esta empresa, a poco más de una hora de casa, que suscita mi simpatía inmediata.

    Casa Zegna es hoy archivo histórico de la compañía (miles de muestrarios, libros, fototipos, películas, artículos publicitarios), en parte organizado en exposición permanente con aneja sala de muestras temporales. Alegres mozuelas hacen aquí sus prácticas para acoger al visitante, curioso por conocer cómo se levanta un imperio de vellón o tal vez envidioso de una guardarropía tan personalizada como inalcanzable.

    El buen Ermenegildo, conde de Monte Rubello de Trivero, montó con sus hermanos en 1910 una industria textil centrada en la lana, que en un siglo ha ido absorbiendo granjas de ovejas merinas, hilaturas, plantas de cardado y peinado, fábricas de seda y peletería, talleres de sombrerería y calzado, hasta controlar toda la cadena de producción y suministro y llegar a cotizar en la bolsa de Nueva York, haciéndose con otras marcas como Tom Ford y Thom Browne. Al igual que Olivetti o Feltrinelli, otras rarae aves de ese empresariado italiano émulo de los príncipes renacentistas, Zegna ejerció la filantropía con sus operarios: una clínica materno-infantil, una guardería, una piscina cubierta con su gimnasio, centros socio-recreativos dotados de cine-teatro y biblioteca, hasta un complejo de viviendas donde alojarles con sus familias. Hizo además construir, en pleno fascismo, la carretera provincial Panorámica Zegna, asomada a la llanura padana, que partiendo de Trivero-Valdilana (provincia piamontesa de Biella), lugar natal de Ermenegildo y sede de la fábrica madre, conecta Valsesia con el Valle de Aosta y atraviesa un imponente pulmón verde que es ya referencia internacional de protección de la naturaleza y sus recursos ecosistémicos.

      El Oasis Zegna, en los Alpes de Biella, se extiende desde 1993 por cien mil hectáreas y ha hurtado medio millón de coníferas a la expansión cementera, uno de los grandes males de Italia y su furor urbanístico. Si bien el abeto rojo se ha revelado vulnerable al cambio climático y, desde hace unos años, está siendo sustituido por hayas y abedules. Entre medias, cientos de rododendros, azaleas, cerezos, hortensias, integran la Cuenca de los Rododendros, diseñada en altura por arquitectos paisajistas (Porcinai, Pejrone) y ámbito de uno de los característicos paneles espejo de Dan Graham, el Seto Arabesco. Hay en este enorme bosque de montaña miradores, senderos bioenergéticos, un laberinto de piedra para la meditación, hayedos cuyas hojas liberan monoterpenos con que combatir el estrés y mejorar el sistema inmunitario, las canteras de granito y sienita que proveyeron a Miss Liberty, el pueblo esotérico del senador masón y filántropo Federico Rosazza y también un santuario, el de San Bernardo, sobre los restos de la guarida donde el hereje fray Dolcino, su barragana Margarita y los Apostólicos se barricaron hasta ser reducidos y conducidos a la hoguera. 

     Allí les ves, desbrozando caminos en las cumbres y mimando el paisaje, a los jardineros a sueldo de la Fundación Zegna. Gestión forestal sostenible que ha merecido recientemente la certificación del Forest Stewardship Council: la agencia de Bonn premia sus esfuerzos por preservar las reservas hídricas, el suelo y la biodiversidad (protegen, por su gran vulnerabilidad, al irisado escarabajo Carabus olympiae), aumentando la captura de CO2, y valorizando la cultura del territorio. Que pasa, por ejemplo, por el deporte de altura: el trail que organizan cada mes de junio monte a través, o el esquí de pista en Bielmonte, a cuya estación nos llegamos en telesilla desde el coqueto hotel Bucaneve (campanilla de invierno) y desde la cual se puede descender, a gran velocidad, en trineo bobsleigh

      La gran isla verde de Ermenegildo, abierta al público disfrute, tuvo sin embargo un efecto perverso, porque provocó de rebote una “especulación al revés” en los valles somontanos. En su buena época de emigración interior, cuando decenas de miles de italianos venían a trabajar al próspero norte, regiones como Lombardía, Véneto y Piamonte se cubrieron de una intrincada malla de ladrillo y asfalto (¡otro tejido conjuntivo!) sin solución de continuidad. Hoy vuelve a hacerse la maleta en esta península, también de casas vacías y frío demográfico, pero los improbables ermenegildos habitan al otro lado de la frontera.

José Joaquín Beeme
Fundación del Garabato
www.fundaciondelgarabato.eu

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