Manolo García Maya en el «Estudio A54insitu»


Por Don Quiterio

     Corría el año 2010 cuando unos muchachos de espíritu renacentista se juntaron para establecerse en el barrio de La Magdalena, en un local situado en el chaflán de la calle Don Juan de Aragón con la de Pedro Liñán, para empezar, así, una aventura artística y profesional en la que poder formalizar exposiciones, proyectos y muchas ganas de encontrar un punto de encuentro entre pintores y fotógrafos, diseñadores y arquitectos.

 

      Un punto de encuentro de expresión, del amor por las artes, por el trabajo bien hecho, de expansión cultural y, también, de inquietudes vitales. Ahora, estos ochos profesionales que integran el equipo del Estudio A54insitu (a saber: Alessandro Deglio, Jordi Ulldemolins, Tommaso Danti, Mikel Goikoetxea, Ana Maorad, y Marisa, Yolanda y Estefanía Abad), con vocación multidisciplinar, se han trasladado al barrio de San Pablo, la popular barriada del Gancho, en el número setenta y ocho de la calle Las Armas, y retoman las exposiciones que este estudio realizaba en su anterior ubicación en el barrio del Gallo.

    Para la ocasión, el peculiar pintor Manuel García Maya –Manolo, el del Bonanza- cuelga en las paredes del Estudio A54insitu trece acrílicos sobre tela, divididos entre dibujos de rostros con abstracciones geométricas, de máxima esquematización, y manchas a la manera del americano Pollock.

    “Cuando empezamos a andar como colectivo”, afirma Jordi Ulldemolins, “adquirimos el dulce vicio de ceder las paredes del estudio a artistas y a sus obras. Ayer volvimos a caer; abrimos la veda de nuevo. Estrenamos ciclo y etapa, y Manolo accedió a la propuesta de A54insitu de ser él quien durante un mes nos guarde a través de 13 de sus obras. Para nosotros es un honor. Estando cerca de él, uno tiene la sensación que habla o, mejor dicho, transmite incluso sin decir nada: es la personalidad de un artista con traje de barman que traspasa ese altar de lo pagano que es barra del Bonanza. Solemos acudir al Bonanza cuando tenemos algo importante de qué hablar, y muchas veces, simplemente, como una excusa para poder recogernos en un ambiente propicio, en un oasis inspirador. Alrededor de una copiosa ensalada de la huerta y un vino, A54insitu nos sentimos a gusto». Explicarse como colectivo, y hacerlo amalgamando disciplinas diferentes pero interconectadas como son la arquitectura, la fotografía y la pintura, puede resultar a veces complejo.

    Alessandro, Mikel, Ana, Estefanía, Yolanda, Marisa, Tommaso. Cada uno de su padre y de su madre, cada uno diferente. Unos arquitectos, otras fotógrafas, otra pintora. Cada cual con su parcela y personalidad encuentra en la mesa vacía, siempre reservada, del Bonanza ese vacío perfecto para dar rienda suelta a nuestras cabezas, para poner en común, para gritar, para reír, para soñar”.


   Lo dicho, un punto de encuentro, un espacio de expansión cultural e inquietudes vitales, del amor por las artes y las letras, que inicia un nuevo recorrido en la mítica calle Las Armas de la mano del no menos mítico Manuel García Maya con una exposición de sus pinturas y un texto de Arthur Rimbaud, escrito a mano en una de las vidrieras del estudio A54insitu y a la medida de nuestro hombre del Bonanza:

    Él es el afecto y el presente, pues ha hecho la casa abierta al invierno espumoso y al rumor del estío; él, que ha purificado las bebidas y los alimentos; él, que es el encanto de los lugares huidizos y la delicia sobrehumana de las estaciones. Él es el afecto y el porvenir, la fuerza y el amor que nosotros, de pie entre las rabias y los hastíos, vemos pasar por el cielo de tempestad y por las banderas de éxtasis.

   Él es el amor, medida perfecta y reinventada, razón maravillosa e imprevista, y la eternidad: máquina amada por las cualidades fatales. Todos nosotros hemos tenido el espanto de su concesión y de la nuestra.

   Oh, gozo de nuestra salud, ímpetu de nuestras facultades, afecto egoísta y pasión por él; él que nos ama en su vida infinita…

   Y nosotros lo recordamos y él viaja… y si la Adoración se va, suena, su promesa suena: «Atrás esas supersticiones, esos antiguos cuerpos, esas domesticidades y esas edades. ¡Es esta época que ha zozobrado!»

   Él no se irá, él no bajará otra vez de un cielo, él no cumplirá con la redención de las cóleras de mujeres y de las alegrías de los hombres y de todo este pecado: eso ya está hecho, siendo él, y siendo amado.

   Oh, sus soplos, sus cabezas, sus carreras: la terrible celeridad de la perfección de las formas y de la acción.

    ¡Oh, fecundidad del espíritu e inmensidad del universo!

    ¡Su cuerpo! ¡El desprendimiento soñado, el rompimiento de la gracia cruzada por violencia nueva!

    ¡Su vista, su vista! todos los arrodillazgos antiguos y las penas levantados tras su paso.

    ¡Su día! la abolición de todos los sufrimientos sonoros y móviles en la música más intensa.

    ¡Su paso! las migraciones más enormes que las antiguas invasiones.

    ¡Oh, él y nosotros! el orgullo más benévolo que las caridades perdidas.

    ¡Oh, mundo! ¡y el canto claro de las desdichas nuevas!

   Él nos ha conocido a todos y a todos nos ha amado. Sepamos, en esta noche de invierno, de cabo a cabo, del polo tumultuoso al castillo, de la multitud a la playa, de mirada a mirada, fuerzas y sentimientos cansados, llamarlo y verlo, y despedirlo, y bajo las mareas y en lo alto de los desiertos de nieve, seguir sus miras, sus soplos, su cuerpo, su día.

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