Un año más tarde, pues mejor, … no va.


José Antonio Díaz Díaz
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      Hace ya un año inicié mi colaboración con El Pollo Urbano escribiendo sobre migraciones en la denominada “ruta canaria”; luego vino PISA y la educación; la crisis como un modo de vida “naturalizado” del capitalismo; la retórica de la prevaricación y las nuevas caras de los fascismos de siempre y el corolario de nuestro tiempo: el (des)orden mundial; entre medio, unos apuntes sobre el monocultivo canario: el turismo y el problema de la vivienda y el experimento de Chira Soria en Gran Canaria.


Por José Antonio Díaz Díaz
Corresponsal del Pollo Urbano en Santa Cruz de Tenerife. Islas Canarias.     

      No ha habido más orden expositivo que el impuesto por el presente continuo y este trabajo sigue la pauta. De la revisión de lo escrito se desprenden tendencias que conforman ideas, que se despliegan en forma de symploké: núcleos que dan lugar a cuerpos que devienen en cursos. Es el trabajo que sigue. Dos cuestiones previas, un año no hace historia y a veces tampoco un siglo y la tradición nada tiene que ver con la historia, salvo en la retórica de la prevaricación.

      En las elecciones presidenciales de USA de 1992, Bill Clinton versus George H. W. Busch, se popularizó la sentencia “es la economía, estúpido” para señalar lo esencial, lo importante.  Treinta y dos años más tarde, todo parece indicar que es la percepción subjetiva, -con las tripas más que con los datos-, de la economía por parte del común, lo que ha determinado los resultados electorales allí donde se han celebrado elecciones con relativas garantías formales. Otra cuestión es qué cabe entender por economía y si existe una percepción común de la misma. Si hubiera que resumir el estado empírico de esta en el siglo XXI tenemos seis apuntes indiscutibles: el mundo es capitalista, el medio ambiente deviene en insostenible, los ricos son más ricos, las clases medias y bajas son más pobres y el modo crisis describe el funcionamiento del sistema.

   Vivimos en un mundo de mitos funcionales: crecimiento sin fin, optimismo tecnológico, antropocentrismo cuasi divino; y la publicidad define el horizonte de nuestro deseo que identificamos con la libertad. Se ha impuesto un modelo de desarrollo centrado en el mito del optimismo tecnológico en un ciclo sin fin: destrucción, reconstrucción, destrucción y vuelta a comenzar. Un oxímoron ontológico.

     Hemos regresado vía paso de cangrejo a un tecnofeudalismo capitalista, donde la nobleza la conforman los consejos de administración; los ejecutivos y la clase política son los caballeros y damas; las clases medias los artesanos; quedan la plebe y la servidumbre, estos últimos migrantes y refugiados. Existe un soberano absoluto, impersonal, inidentificable, los fondos de inversión. Y las constituciones y las doctrinas jurídicas son reescritas por algoritmos al alcance de unos pocos. Afortunadamente, por ahora, existen grietas y contradicciones.

Este modo crisis requiere de un conformismo que no se perciba como tal. Debemos parecer sujetos individuales y poder presumir de una cierta inadaptación canónica que justifique el libre albedrio lo que alguna líder autonómica denomina “vivir a la madrileña /…/cambiar de pareja y no encontrarla nunca más”. Una forma de estar, una estética, que nos permita presumir de escepticismo acomodaticio, que en ningún caso deberá cuestionar la trinidad que nos guía y nos dota de sentido: deseo, dinero y consumo. Algunos lo han llamado postmodernidad.

Historia de la televisión

     Ello requiere una representación de la realidad que unos disfrazan de ciencia y otros de ideología, donde personas relevantes por cargo y condición, ponen de moda palabros como por ejemplo resiliencia o ‘capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos’.

      El objetivo, formar, instruir, entrenar, educar a los seres humanos para soportar situaciones de alto estrés y no sucumbir a este. Modo crisis y resiliencia. Cerramos el circuito virtuoso. Se trata de que asumamos como condiciones estructurales dadas, lo que ha sido construido: las crisis económicas encadenadas, las crisis políticas, las pandemias causadas por nuestro modo de vida, las guerras,  el terrorismo, las migraciones masivas, el cambio climático, el incremento de la desigualdad y la inequidad, los sistemas educativos disfuncionales, la tecnología al servicio de unos pocos y objeto de consumo y control para los muchos y la concentración de la propiedad y del poder económico a nivel mundial en unos términos desconocidos hasta el momento.

 2 de agosto de 1975- Ramón- Portada del semanario Hermano Lobo

     El sistema se naturaliza, no caben cambios, es lo que hay. Dejamos de ser cuerpos donde naturaleza y cultura cooperaban, para transformarnos en meros instrumentos de un sistema cultural determinado por algoritmos que obvian a la naturaleza, la sostenibilidad, la solidaridad y por extensión a los otros cuerpos y ello requiere de una forma concreta de educar y enseñar.

     Decimos de la educación en un sentido amplio que es la responsable de la reproducción cultural y hasta hace unos cincuenta años, se consideraba a la escuela una de las depositarias tradicionales de la cultura y fuente de progreso social. Pero en la sociedad actual, la reproducción cultural parece cosa de múltiples agentes y pareciera que no existen lugares comunes. Se disuelve el género homo en una diversidad de clases consumistas, sujetos colectivos culturales distintos, clases sociales, que definen el horizonte de realización personal, que funcionan al estilo de los antiguos estamentos o castas.

     Los lugares comunes de la cultura occidental ya no están en el conocimiento escolar, aunque lo parezca cuando leemos el currículo, sino en la publicidad. Por ello no es extraño que los programas de evaluación externa de la enseñanza compartan los fines y objetivos del capitalismo como ideología basal, como por ejemplo la cuestión del emprendimiento y la educación financiera. Vaya por delante que no estamos en contra del emprendimiento social y cultural, como tampoco lo estamos en contra de la educación para un consumo saludable y sostenible y la identificación de las retóricas publicitarias prevaricadoras. Lo que objetamos es que tales contenidos se diseñen solo desde la Banca y las patronales y que los gobiernos se plieguen a tales diseños.

Hablar de diversidad y pluralidad social y cultural, requiere explicar los intereses en juego, así como definir los horizontes de potenciales consensos y disensos. Se requiere situar el conflicto como objeto esencial de la función intelectual de la escuela, donde esta debe dotar al alumnado de los saberes y competencias que permitan a estos conocer el núcleo del capitalismo, su cuerpo y los distintos cursos que desarrolla.

     El capitalismo dota a las sociedades de una falsa conciencia que actúa como el núcleo de un macro cuerpo, que contiene a los cuerpos de las ideologías y las religiones conformando la matriz del conocimiento mundano. En las filas las ideologías, en las columnas las religiones y en las celdas resultantes las subculturas territoriales, sectoriales y categoriales.  Es decir, nuevos cursos, espacio de nuevas contradicciones, regeneración y adaptación de nuevos núcleos y vuelta a empezar.

    Necesitamos de una escuela que recupere su función intelectual, que vaya más allá del presente continuo cortoplacista y el utilitarismo del saber hacer y muestre la funcionalidad de los intereses económicos corporativos, los resultados de los desastres ocasionados por el capitalismo y señale la falta de sentido y la patología de la felicidad materializada en “la zanahoria que persigue el burro”.

     No es casual que las cifras del alumnado que casi no sabe leer, o que lee con enormes dificultades sea equiparable a las cifras de pobreza absoluta o relativa. Como tampoco parece casual que los defensores de que nada cambie, nada mejore, pongan todo el acento, en la defensa de una escuela centrada en la tradición, la formación de las élites y la privatización de esta. 

      En el escenario descrito ya no cabe una educación común para toda la población. Además, se confunde de forma expresa el concepto de educaciones plurales con redes escolares diversas, lo que es tanto como confundir una dieta diversa con las tiendas y redes comerciales donde se adquiere obviando el dónde y cómo se producen los alimentos que la conforman, amén de su composición nutricional. En resumen, la actual diversidad escolar de facto, nada tiene que ver con las distintas formas de enseñar y aprender sino con las redes escolares de las que se participa. Las élites gobernantes a los centros educativos privados, las clases medias a la red concertada y para todas las demás personas la escuela pública.

Dicho lo anterior, pareciera que gran parte de la clase política ha olvidado el viejo principio de: “que solo caben beneficios comunes cuando las interpretaciones son compartidas” cuando existe una cultura basal, lo que deviene en un corolario contrapuesto “en sociedades dualizadas solo caben culturas polarizadas”. Y no lo han olvidado, parte de la clase política trabaja en esa línea y otra por omisión, contribuye de manera significativa.

     Gran parte de la clase política conservadora ha apostado por dualizar y polarizar a la sociedad siguiendo la senda de los movimientos de la extrema derecha. Y para ejemplo,  véase la forma en que el PP y Vox han tratado el fenómeno de la DANA de noviembre en Valencia y por enlazar con lo dicho líneas arriba, las repercusiones en la escuela en forma de mentiras y desinformación interesada.

    Esta estrategia requiere transformar a la información en una gran campaña de publicidad, donde se repiten hasta la saciedad las consignas en todos los medios y redes sociales. En los propios para justificar y ampliar el mensaje, en los críticos, para ridiculizarlos.

    La política así entendida se escucha más como villancico que como tratado o ensayo, todo se reduce a repetición, ritmo, tema y lenguaje sencillo y directo que no busca explicar, sino justificar, cuando no directamente mentir y falsear la verdad.

   Por ello se requiere de un procedimiento estandarizado que cabe ejemplificar como un tren de crisis mediáticas, donde cada vagón es una mentira, una media verdad, un argumento falaz. Acción política y económica conforman una unidad: la crisis mediática continua.

    Tal estrategia busca el rechazo a la información política y económica y el descrédito de la clase política y periodística.  Si, periodistas y políticos, son todos iguales ¿quiénes quedan? Los denunciantes agazapados tras las redes sociales que se presentan a sí mismos como salvadores. “El pueblo salva al pueblo”.

    Y en ese escenario ¿qué cabe esperar? Seguir en el juego actuando como creyentes siguiendo a los profetas; abandonarlo, afiliándonos a la abstención o a cualquiera de las propuestas antisistema, milenarismos y gnosticismos al uso. O tratar de cambiar de juego en la línea de lo que dice el Gran Wyoming en el eslogan del Intermedio “Ya conocen las noticias. Ahora, les contaremos la verdad”.

     Es decir, asumiendo un principio esencial: la clase política representa intereses, los medios informativos también, ergo no busquemos a quiénes nos prometen trabajar en pos de nuestros intereses, sino a quiénes con mayor o menor acierto ya lo han demostrado y la única forma de valorar el trabajo político es desde la memoria. Aquí les dejo, algunos ejemplos: el Prestige (2002), el Vuelo-42 (2003), la gestión de la información en los atentados de 11  de marzo de 2004 en Madrid, la crisis del 2008, la COVID 19 y la gestión de las residencias de mayores en Madrid  y en estos días la tragedia de Valencia. Y un apunte las redes sociales, no son medios de información, independientemente de que puedan ser usadas por estos.


 Por Favor, Perich, 1977

     Esta estrategia tiene un núcleo esencial: distintos grados de desprecio más o menos explícitos, según coyunturas, a la democracia y a la diversidad cultural que en el caso de España parecía circunscrito a la extrema derecha, pero que progresivamente ha ido colonizando a parte del Conservadurismo español y materializada esta estrategia en la siembra conjunta de dudas por parte del PP y de VOX sobre los resultados electorales y la legitimidad de los gobiernos de izquierda.

      La relectura de lo escrito en el curso de 2024 nos muestra algunos fenómenos que conforman un núcleo que a su vez da vida a un cuerpo tóxico para los cuerpos individuales y sociales que conforman el planeta. A destacar: la dirección que toma la denominada transición hacia una economía descarbonizada, por ahora liderada por las corporaciones energéticas que nos han traído hasta aquí; se amplían las guerras en curso y se habla sin rubor de prepararnos para una guerra en Europa; el electorado occidental vota a la extrema derecha obviando a la historia y la memoria; el sistema económico es de facto una tecnocracia feudal corporativa que ignora a los gobiernos y a las instituciones multilaterales decidiendo el rumbo del mundo en cónclaves de grupos autoconvocados sin derecho que los asista, boicoteando de facto a las instituciones creadas para la gobernanza mundial a fin de controlar los procesos y mercadear con las soluciones en formas de altos el fuego y armisticios con fecha de caducidad en un cuasi eterno ciclo de guerra perpetua.

      Dediquemos algunas líneas a la violencia armada en sus formas de guerra y terrorismo.  No solucionan nada y tampoco encuentran explicación y justificación fuera de sí. Las guerras y el terrorismo se hacen en nombre de la paz y se renuncia a esta para buscarla de nuevo. Las paces son puntos provisionales de equilibrio, cuerpos en el curso del camino, que durarán lo que otro tarde en romperlos o en encontrar otro curso más conveniente a sus fines. Si me admiten la simpleza, cabe pensarlo como una ecuación conformada por costes e ingresos de los factores del fenómeno de la violencia armada. No en vano se habla de economía de guerra, con la paradoja de que su consecuencia principal, el sufrimiento, es un intangible no contable, es el recurso popular patrio que se paga con épica para coadyuvar al mito fundacional del país, es un costo marginal. Y aunque no se cuenta, su esencia, su razón de ser, es la guerra perpetua. La gobernanza mundial ha devenido en una especie de recreación de casino, donde se juega en un faroleo continuo sin límites con fichas de armas nucleares, químicas y bacteriológicas. El miedo como arma de destrucción masiva.

 Genocida 21 de mayo de 2024-Bernardo Vergara

     Ni los derechos humanos, ni la libertad, ni razón noble alguna, es causa de guerra o terrorismo. Todas las guerras del siglo XXI encuentran su explicación en los contubernios  del poder en su actual forma de complejo militar industrial.

     Las guerras son un negocio financiado por la ciudadanía con oro y sangre para que los mercaderes de armas, constructores, tecnológicas, etc. hagan la caja y los pueblos pongan los muertos y hereden el sufrimiento. El planeta anda a la espera.

    Las guerras del siglo XXI encuentran su causa en el colapso de las relaciones entre Occidente y Rusia y la creciente competencia entre China y USA. No hay enfrentamientos entre sistemas alternativos, cosmovisiones, ideologías, religiones, derechos humanos, etc., es simplemente una lucha por la hegemonía entre dos bloques, ambos capitalistas, la OTAN de mano de USA y la BRICS+ de mano de China-Rusia.

     El esfuerzo bélico amén de promover la guerra, nos distancia de la justicia social. Ese esfuerzo requiere de dualismo económico y polarización política para su justificación, que se construye desde la industria de la (des) información destinada a convencer a la ciudadanía y a la sociedad civil de la inevitabilidad de la guerra para conservar la paz.

    Ya hemos señalado grandes consecuencias del (des) orden mundial y es en ese aparente totum revolutum donde cabe situar a las migraciones, el núcleo del cuerpo que preconizan las derechas que buscan liderar el curso de la hegemonía cultural. Dicho de otra forma, las migraciones transmutan, devienen, por la vía de la desinformación masiva de las derechas políticas en “causas”. Ya tenemos uno de los chivos expiatorios que conforman el escenario de miedo e inseguridad, el caldo de cultivo del voto extremado entre aquellos que han olvidado los males provocados por los nacionalismos y populismos en Europa en forma de Guerra y terrorismo.

     Pareciera que hemos renunciado al entendimiento.  Que las migraciones fluctúan y repuntan en cuanto son una constante de los sistemas de producción, son una tendencia subyacente dependiente, de forma que allí donde se produzca pobreza, inequidad y mal gobierno, habrá migraciones. Que estas sean parte del problema o de la solución, no está escrito, dependerá de la forma en que la economía y la política aborde los problemas de una sociedad dada. En materia de grandes migraciones globales, no hay efecto llamada, sino la expulsión de las poblaciones nativas por causa de intereses que se definen y se conjugan las más de las veces en Occidente y en las zonas hegemónicas de las regiones BRICS.

     Parte del relato migratorio en forma de noticias, reportajes y opiniones publicadas en los medios de comunicación se construyen desde la falacia causal más arriba señalada, asociando unas veces datos falsos y otras creando pseudo correlaciones entre estos, con la finalidad de que el escuchante, el lector, asocie inseguridad y pobreza con personas migrantes y conjugue de forma inconsciente aporofobia y xenofobia. “El yo no soy racista, pero”. Esa tarea seña de identidad de la extrema derecha, ha devenido en relato compartido para los habitantes de la casa común de las derechas, convirtiendo al racismo y la xenofobia en instrumento de oposición política con una derivada: la desarticulación territorial entre el norte y el sur en la Unión Europea y al interior de España entre las comunidades frontera con África y el resto.

      En este momento se atienden en Canarias a más de 6000 menores inmigrantes en unos 80 centros. La ratio ya nos informa de las condiciones de amparo. El Partido Popular por su parte impide cualquier intento de solución de acogimiento del exceso de migrantes en otras comunidades autónomas, en cuanto se requieren cambios legislativos y acuerdos con las comunidades autónomas donde gobierna. El PP forma parte del Gobierno de Canarias. No queda más remedio que concluir que más allá de que haya hecho suyo el relato de VOX en materia de inmigración, su forma de hacer política en esta materia bordea los límites del entendimiento.

     Canarias no está geográficamente en Europa, –a pesar de los mapas sobre el tiempo-, es un archipiélago situado en el África Occidental, sometido por tanto a los vaivenes propios de los países del área y a las consecuencias de las políticas occidentales en los mismos. Las migraciones masivas irán in crescendo, salvo que se actúe en origen. Ya no cabe pensar solo en términos de conflictos de vecindad como es el caso del irresoluto del Sahara. Amén de Ucrania-Rusia y Azerbaiyán, existe una larga lista de conflictos que recorre toda el África subsahariana, el Medio Oriente y Asia que a su vez alimentan las rutas migratorias que confluyen en África. Y cuando se cierran las rutas que dan al mediterráneo, se derivan las migraciones a Canarias. No es política, es geografía.

    Nos define y determina el hecho geográfico, somos un archipiélago atlántico con vecindad a la costa africana y hasta finales del siglo pasado hemos tenido la mala costumbre de vivir casi de espaldas a ese vecindario, aunque es de justicia reconocer los esfuerzos realizados en los últimos lustros.

    Esa hora de diferencia que dicta el huso horario con respecto a la España continental y al otro archipiélago, es un símbolo de la superficialidad de las relaciones mutuas, donde se desconoce que nuestra historia es un relato de dependencia administrado por una clase gobernante intermediaria, con una historia económica que podemos representar como una pluma flotando en el alisio de la geopolítica, donde una sucesión de cultivos se sustituye mágicamente unos a otros y se obvia que en cada crisis ha tocado emigrar o mal sobrevivir o ambas cosas. Dicho con justicia, nosotros también vivimos con lejanía consciente lo que acontece en el continente.

    Primero fue la caña de azúcar, luego el vino, después la cochinilla, el plátano y el tomate hasta bien entrado el siglo XX.  Y en la segunda mitad del siglo pasado el turismo y la construcción y la presunta eterna primavera lo cambia todo.

    En el siglo XXI volvemos a los experimentos, en este caso con la energía, nada que objetar a la necesidad de la transición, pero sí a la forma en que se hace y a la mano que guía el proceso.

     El turismo es una actividad que requiere de una situación geoestratégica estable y la situación en el este de la UE, las declaraciones de unos y otros sobre una posible guerra en Europa, debieran ser argumentos más que suficientes para invitar a la prudencia, el paso firme y la mesura y sobre todo actuar desde lo local y contando con la ciudadanía, pues la solución si existe, está en la diversificación económica en las propias islas, con una especial atención a las relaciones con los países vecinos y en una relación funcional con el continente que vaya más allá de la guarda de fronteras y conformarnos con ser el balneario del norte de Europa o un plató más o menos exótico de cine y televisión que nos sirva de campaña publicitaria.  

     En los últimos años se ha comenzado a cuestionar el modelo de desarrollo, especialmente el crecimiento del turismo, el insostenible crecimiento poblacional, el reparto de la riqueza generada, los efectos en materia de vivienda y el desarrollo de infraestructuras especialmente en transportes y energía (Central Hidroeléctrica de Bombeo de Chira-Soria), que parecieran estar más ligados con los intereses corporativos que con las necesidades de la p oblación de las islas.

      La desafección política creciente es un fenómeno compartido con todo Occidente, pero cabe decir que en Canarias es una constante desde la transición de los setenta y ochenta y es un indicador de la pérdida de confianza en la clase dirigente en todos los ámbitos y sectores sociales, aunque cabe una interpretación peor, la inexistencia de relaciones con la misma.  

     La gestión de las consecuencias de la Erupción volcánica de La Palma de 2021 comienza a enredarse en la burocracia y la crítica política, todo un síntoma de que no queremos aprender y de que somos incapaces de abordar los denominados problemas de estado desde la cooperación y la negociación. Ello sin mencionar otros problemas comunes con el resto de España como la vivienda.

       Para terminar y hablando de España, las tendencias electorales indican una polarización política de manual según los datos de voto estimado del CIS de noviembre donde un 48,5% votaría por las izquierdas y un 46% lo haría por las derechas a lo que cabe sumar un 4,7% de voto inclasificable y que posiblemente no incida en representación parlamentaria directa, pero que resta electos a izquierda y derecha.

     Decía Erasmo de Roterdam de los príncipes: «Primero deciden lo que quieren y después buscan una razón para encubrir su acción». El problema es que ello provoca cansancio y desafección que se refleja en la respuesta que ha dado la ciudadanía a la pregunta del CIS sobre «¿cuál es a su juicio el principal problema que existe actualmente en España?«, la primera respuesta «los políticos en general», la segunda «el mal comportamiento de los políticos» y la tercera «el gobierno y los partidos» y todas ellas por encima de cuestiones como la vivienda, el paro, la sanidad o las migraciones.

[1] Deseo agradecer las sugerencias realizadas por Concepción García, Alberto Manganell y Oscar Vizcaino al primer borrador de este trabajo. De los aciertos todos somos responsables, de los errores quien suscribe.

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