Un sueño de colores


Por Nacho Juan

      Hay lugares donde cada detalle es una victoria, un triunfo de lo diferente o un tributo a los cuentos de hadas. Aunque a veces, el resultado es la normalidad.

   Quizá por eso entrar un miércoles al Pabellón Municipal de Tenerías (Zaragoza) no fascine a nadie, o al menos de primeras. Porque todas las canchas suenan igual. Es un lenguaje universal, que sin embargo, cobra sentido cuando ves una amalgama de culturas corriendo detrás de una pelota. 

   La excusa es el balonmano, y el culpable, el Club Balonmano Colores. No hay casualidades en el nombre, como tampoco en la realidad que vive. Y que se ha ganado. Especialmente el padre de la criatura. Más de 30 años en el balonmano aragonés demandaban a Miguel Ángel Mendo (Miguel, incluso para quienes no lo conocen) un cambio, una nueva forma de hacer las cosas. Por eso en 2007 decidiría emprender una aventura donde el deporte, más que la meta, era el medio. 

   Al menos entonces, porque 11 años después hablar del Balonmano Colores significa hacerlo sobre el referente del balonmano femenino en Aragón. Palabras mayores para una iniciativa que no se puede entender sin su componente social ni su proyecto educativo. El paso del tiempo dignifica el trabajo de Miguel, pero también le preocupa. No quiere olvidar los orígenes. 

“Nuestro club es un reflejo de la sociedad actual, es algo normal que la gente debería ver como tal” – Miguel Ángel Mendo

    “Nosotros nacimos con la intención de que fuera un club abierto a niños y niñas de todas las culturas”, explica. Creyó que el deporte de su vida sería la forma de conseguirlo, de dar una alternativa a quienes no pueden pagar un abono de un club o una ficha federada en un colegio. Para demostrarlo tuvo que ir puerta por puerta, locutorio por locutorio, parque por parque. Miguel es incapaz de contar las tardes que se ha pasado pegando carteles o hablando con familias en el parque Bruil de Zaragoza.

   Los primeros meses no cobraron a nadie y con el apoyo del Javier Cortés, ya ex presidente de  la marca deportiva Fabregas Sport, regalaban las equipaciones. Sin embargo, ahora las necesidades son distintas. Entonces eran 2 equipos y ahora son 11, y aunque la cuota ha ascendido de 90 a 125 euros, siguen siendo el club más asequible de la ciudad, con rebajas a aquellos niños en situaciones especiales. El resto de las fuentes de financiación se reparten entre varios patrocinios, las aportaciones del Club Amigos del Colores y las subvenciones municipales.

   El club trabaja sobre todo en la zona del Casco Histórico, desde el barrio de Tenerías hasta el Arrabal. Allí donde se concentra la mayor parte de la población inmigrante de la ciudad, que cuando empezaron, situaba el nivel demográfico de la población extranjera en un 23%. Un dato, que según Miguel, daba sentido a todo lo que estaban construyendo: “Nuestro club es un reflejo de la sociedad actual, es algo normal que la gente debería ver como tal”. 

   Miguel reconoce que una de las particularidades se encuentra en el deporte: “El entorno cultural del niño extranjero es fútbol, fútbol y más fútbol, así que es más difícil”. Es el pretexto para trabajar desde la base. Tienen convenios con colegios, a los que les llevan la organización del balonmano hasta la categoría alevín, donde pasan a formar parte del club. Una vez llegan al Colores, el mayor compromiso es asegurarles la continuidad. 

    Es el caso de Lara, una niña de doce años que se apuntó a uno de los campus que organiza Colores durante el año, esta vez en Semana Santa. Apenas lleva unos días y le cuesta. Sin embargo, quiere jugar allí. Y como ella, decenas de niños y niñas que ahora llaman a la puerta del club. Durante 15 minutos está repitiendo el mismo ejercicio. Consiste en dar los tres apoyos que permite el reglamento antes de lanzar el balón, sea a portería o pasándoselo a un compañero. Algo simple si no fuese por la técnica que requiere, y para eso está Mosshin.

   Mosshin Rabhi tiene 22 años, es marroquí, y según Miguel, una de las figuras más representativas del Balonmano Colores. “Creo que lo dice por lo mucho que trabajo, porque me gusta”, confiesa. Son razones de peso, sin duda, pero la balanza se decanta hacia todo el camino que ha tenido que recorrer para llegar donde está. “El balonmano me ha ayudado mucho, porque además yo no era buen estudiante y sólo quería entrenar”. Mosshin encontró en el balonmano una vía de escape para evitar las malas compañías. Fue jugador hasta el año pasado y lo dejó porque su pasión ahora es entrenar. 

  Asegura ser un ejemplo de inclusión social como puede serlo cualquier chico marroquí, y que eso es lo que hace especial a este club. Cuando llegó al Balonmano Colores desde el colegio Cándido Domingo, todos le acogieron de maravilla. El respeto nunca se discutía y ahora es él quién trata de dar ejemplo. Porque él continúa trabajando dónde empezó, en su colegio, junto a un grupo de entrenadores donde solo uno es español, donde apenas había antes 17 niños y ahora es la extraescolar con más participantes. 

   Tras la figura de Mosshin se esconden dos de las mayores ambiciones de Miguel. Una de ellas es su deseo de romper con el molde que asociaba el balonmano a una clase social alta, un deporte propio de colegios privados. La otra es la formación e incorporación de entrenadores. “Una de las claves del crecimiento del club se ha basado en la captación de entrenadores hechos y derechos”, sentencia. 

“Aquí no vale cualquier entrenador” – Miguel Ángel Mendo 

   El club experimenta un punto de inflexión en 2009, cuando el proyecto recibe el premio Ciudad de Zaragoza al DEPORTE E INTEGRACIÓN SOCIAL, del Ayuntamiento de Zaragoza, y cuando es reconocido por la Fundación Olímpica en Barcelona. Sin embargo, Miguel insiste en que el club crece al mismo ritmo que su cuerpo técnico: “Si quieres rendimiento deportivo hace falta compromiso, volumen de trabajo, esfuerzo, sacrificio y más trabajo”. 

   Ahí aparecen figuras como la de Juan Luis López, entrenador del equipo Senior y Juvenil femenino. Llegó al club en 2015 tras haber dirigido a la selección de Aragón Infantil y no sabía qué se iba a encontrar: “los tiempos cambian y los jóvenes también, y además, en un grupo tan heterogéneo, con tantas nacionalidades, no estaba seguro de cómo iba a encajar”. La respuesta del equipo fue la de un grupo disciplinado y comprometido. Un club asentado. 

   El técnico asegura que las circunstancias a las que te enfrentas en el Balonmano Colores no distan de las que te encuentras en otros lugares. Las apariencias engañan, dice, pero no la filosofía del club: “es diferente, por estructura, por valores, por masa social y por el ambiente”. 

   Por eso asumió el reto y por eso, tal y como afirma Miguel, “aquí no vale cualquiera”. Las características del proyecto suponen una implicación que sale de la norma. Mosshin, como otros entrenadores jóvenes, aprovechan su condición para ayudar a sus jugadoras con sus problemas del día a día. Juan Luis, curtido en muchas batallas, lo concibe como un deber. Para dirigir un grupo en el Balonmano Colores hay que saber involucrarse a todos los niveles, siendo conscientes de las particularidades de cada jugadora.  

    En este ámbito Miguel Mendo también marca la pauta. Tiene claro que no se puede generalizar, que hay culturas más cercanas o lejanas a la nuestra y que el trato personalizado es fundamental para garantizar el funcionamiento del club. “Hay familias a las que no conocemos, o bien porque se cierran o bien porque no pueden”. Sin embargo, asegura que que una de las mayores victorias del club ha sido conseguir que los padres, especialmente de los niños africanos, vengan a los partidos.

    El triunfo que más ensalza es poder describirlo todo en clave femenina. El balonmano femenino es muy minoritario en Aragón, con equipos solo en Zaragoza, Huesca, Ejea y Tarazona, proyectando así su iniciativa a un foco muy concreto. “Ahí teníamos un escenario para avanzar y trabajar, descubriendo una vía alternativa deportiva para ellas”, explica. Algo que se refleja más allá de la pista. En la junta directiva del Balonmano Colores hay más mujeres (4) que hombres (3). “Aquí también queremos ser un club atípico”, asevera Miguel. 

   La apuesta por el balonmano femenino ha conjugado las claves de una entidad que se ha consolidado social y deportivamente. Fieles a su identidad, el Balonmano Colores ha pasado de ser un proyecto eminentemente educativo a alcanzar la élite de las categorías formativas. El club cuenta con equipos en todas las categorías y dio un paso de gigante en su estructura el año pasado, incorporando por primera vez un equipo Senior. En su primer año se han proclamado campeonas, a lo que hay que añadir el subcampeonato juvenil, el campeonato cadete o la clasificación para la final infantil. 

   Todas esas niñas argelinas, marroquíes, gambianas, senegalesas y españolas tienen una referente. Danila So Delgado se ríe cuando se lo mencionan, le da vergüenza, como a cualquier adolescente de 16 años. Su sonrisa es imborrable, al igual que las horas de entrenamiento que le han llevado a ser la mayor promesa juvenil de Aragón. “Mi desarrollo se ha basado en la constancia, mía y de mis entrenadores. Trabajo, trabajo y trabajo. No ha habido nada especial”, sentencia.

“La diversidad cultural me ha ayudado a sentirme más cómoda. No te sientes ni inferior ni superior a nadie” – Danila So Delgado

   Desde su madurez y humildad también se puede entender cómo Danila ha logrado disputar un Campeonato de Europa sub 17 con la selección española. Ella llegó al Colores con 9 años, con sus amigas, como la mayoría, y sin tener ni idea de lo que era el balonmano, como la mayoría. “Emociona ver cómo con el paso de los años hay cada vez más niños y todo está más organizado y controlado”, declara.

   La figura de Danila, nacida en Lisboa y con padres de Guinea Bisau, también sirve para entender los frutos de la inclusión social. De hecho, Miguel insiste en el concepto de inclusión, que no integración, porque como intenta explicar a todos aquellos que lo mencionan, siempre han querido evitar que el Balonmano Colores se convirtiese en algo exclusivo, en un gueto ideado para construir jugadores de élite. “A mí la diversidad cultural me ayudó a sentirme más cómoda. No te sientes ni inferior ni superior a nadie”, concluye Danila.

   Para Danila el balonmano lo es todo. Le cuesta explicarlo, pero cuando entra al pabellón solo quiere coger un balón y ponerse a entrenar. Reconoce que al principio le servía para desahogarse, pero que gracias al balonmano ha conocido facetas de sí misma que desconocía. A Juan Luis, su actual entrenador, no le sorprende: “Tiene unas condiciones por encima de la media, pero sobre todo, una capacidad de esfuerzo y sacrificio brutal”.  

   No existen las casualidades, como tampoco lo es, que al final, preguntes a quien preguntes, todos acaben hablando de la misma persona. Todos los triunfos empiezan y terminan en Miguel Ángel Mendo, que mientras relata con normalidad la meteórica evolución del club, demuestra ser un almacén de anécdotas. Ha visto de todo, desde a una niña africana descubriendo lo que era una sábana mientras tiritaba de frío en un torneo a ver como otra se levantaba a las 7 de la mañana para barrer el bungalow del camping donde se hospedaban porque era lo que hacía en casa cada día. Porque a la vez que cuenta cómo ahora se le acercan familias para apuntar a sus hijos a balonmano, también se acuerda de aquella vez que tanto le costó convencer a unos padres llevarse a su hija de campeonato porque nunca había salido de casa.

   Miguel, conocedor a la fuerza del callejero zaragozano, tampoco sabría contar la cantidad de kilómetros acumulados los fines de semana para a llevar a los partidos a los niños y niñas que no tenían transporte. La que si se acuerda es Danila, concretamente de cómo Miguel iba detrás de ellas para que respetaran los horarios y no faltaran a los entrenamientos. Y si lo hacían, le faltaba tiempo para llamar a los padres y preguntar qué había ocurrido. 

   Sabiendo todo esto, no sorprende ver a Miguel preguntándole a una niña todos los días por su merienda, porque ésta acaba de salir de un tratamiento por anorexia. O que te pregunte, con semblante orgulloso, cuántas de las niñas musulmanas has visto que lleven pantalones cortos en el entrenamiento. Inclusión, no integración. Él insiste. 

   “Miguel da libertad pero supervisa. No está encima, pero sí hay mucho contacto”, explica Juan Luis López. Añade que tiene la confianza para bajar en cualquier momento a la pista y hablar contigo. El secreto está ahí, en que son receptivos. Algo tan positivo como difícil de conseguir, y que según reconoce, han de esforzarse para que no se pierda en el tiempo. 

“Estamos destinados a dar saltos más grandes” – Juan Luis López

   Pese a que la supervivencia es un reto, en el Balonmano Colores son ambiciosos. En la junta directiva hay consenso sobre el siguiente paso: quieren un equipo en la División Honor de Plata. “Es nuestro planteamiento a medio y largo plazo, porque queremos dar salida a las juveniles que tienen nivel para que puedan progresar”, explica Miguel. Un reto que afrontan con ilusión pero siendo conscientes de que más allá de los resultados, le separa una barrera económica que a día de hoy alcanza los 40.000 euros. Por esa razón Juan Luis es cauto: “Estamos destinados a dar saltos más grandes, así que tenemos que ser pacientes para evitar que en esa espera el club se venga abajo”.

   Tras proclamarse campeonas del sector estatal, el club se ha ganado una plaza en la División de Honor de Plata.  

   Porque lo alcancen o no, al Balonmano Colores siempre le quedarán las pequeñas victorias. El adolescente que en vez de estar en la calle va a entrenar, la niña que hace nuevas amigas o las meriendas internacionales que se organizan después de las finales de campeonatos. Porque como dice Mosshin, “el balonmano hay que vivirlo, hay que sentirlo y a partir de ahí todo es progreso”. 

   Miguel confiesa que desde el primer día nunca hubo un manual o unas pautas muy claras para hacerlo funcionar. Sin planearlo, ha visto como centenas de niños de todas las partes del mundo, de toda suerte y condición, se sentían identificados con un club, con unos valores y hasta con un himno.

   “Sienten los colores, nunca mejor dicho”

   Las pequeñas victorias. 

Fuente: https://thegoalpoint.com/2018/05/15/un-sueno-de-colores/

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