Homenaje a José Antonio Labordeta

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Por Alberto Haza


     La Fundación José Antonio Labordeta, constituida en septiembre de 2014 y formada por familiares y amigos del cantautor fallecido, además de personas e instituciones del establishment provinciano (la “gusanera” a la que se refería el propio “abuelo”), celebró el lunes 29 de septiembre un concierto de presentación.

    Estaba previsto oficiarlo en el Teatro Principal, pero la demanda de invitaciones aconsejó trasladarlo a la sala Multiusos del Auditorio.

    A la entrada, un cabezudo de factura discutible, efigie del finado, recibía a la multitud; en el interior, el DJ Mister Pendejo “amenizaba” la espera, como a la salida hizo la Ronda de Boltaña con sus dulzainas. Y la primera en la frente: las preclaras mentes organizadoras del acto habían dividido el espacio para el público en dos, separando a mitad de sala la zona VIP, con sillas, de la de la plebe, dotada, eso sí, de barra… en la que no se servían bebidas alcohólicas.

    El periodista Miguel Mena fue el maestro de ceremonias, al más puro estilo José Luis Moreno. La escenografía, una gran pantalla que ocupaba todo el fondo del escenario, donde se proyectaban imágenes de Labordeta. El ritmo del evento, inexistente. Entre actuación y actuación, quizás se había decidido que había que fomentar el uso de la palabra entre los ciudadanos, y se dejaba pasar ese tiempo precioso que, o mata de tedio, o confraterniza.

    Arrancó Santi del Campo (Enfermos mentales, Especialistas), atreviéndose a cantar un dúo con la voz enlatada del homenajeado. Salió airoso de “El poeta”, tema dedicado a Miguel Labordeta por su hermano. Por cierto, que en Zaragoza ya tenemos dos fundaciones Labordeta: de la de Miguel no sabemos nada.

    Se sucedieron las actuaciones: BiellaNuei, Carmen París a voz en grito, Pablo Guerrero con Luis Mendo, Beatriz Bernad y Nacho del Río, Rodrigo Mabuse, Eliseo Parra con KepaJunkera, María José Hernández, dos miembros de la Orquesta Popular de la Magdalena, Eduardo Paz con Joaquín Carbonell, Silvia Pérez…

    Paco Ibáñez desgranó su versión de “La mala reputación” de Brassens y Joan Manuel Serrat interpretó “Aragón”, acompañado de aires joteros con su propia guitarra. El Noi del PobleSec pudo decir unas inspiradas palabras al respecto del sustrato de dignidad en el que es bueno apoyarse. Al final, se corearon en comandita los himnos “Somos” y “Canto a la libertad”, con el añadido del público reclamando a gritos el consabido “Este es el himno de Aragón”.

     No hubo incidentes provocados por espontáneos animados por su estado etílico; no hubo espíritu reivindicativo, aunque por un momento el ingenio de Mena quiso asomar, pidiendo que la parada del tranvía “Carlos V” se renombrara “Parque Grande José Antonio Labordeta” y así su nombre sonara sin cesar por la megafonía de los convoyes. Quizás no tuvo en cuenta que la denominación de ese punto hace alusión al intercambiador de autobuses de la zona.

    Y eso es lo que fue el acto: un intercambiador del espíritu que abanderó José Antonio Labordeta (insumiso, contracorriente, luchador, de lírica atroz) por la corriente de cero voltios que recorre la espina dorsal de lo institucional maño: adocenamiento, autocomplacencia, calma chicha y orden público. La pasión, la utopía, la justicia social, la vida a flor de piel, se quedaron debajo de los adoquines, como la playa de mayo, atados y bien atados.

Fotos: El Pollo Urbano e Internet.

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