Naturalista altoaragonés, universal y precursor de Darwin

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Por Eduardo Viñuales

     Félix de Azara, nacido en Barbuñales (Huesca), está considerado como el más insigne naturalista español del siglo XVIII. Para honrar a su persona y trabajo, la Diputación de Huesca creó hace unos años el galardón y los premios que llevan su nombre.

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Eduardo Viñuales 
Escritor Naturalista
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   Félix de Azara forma parte del notable movimiento científico y cultural que contribuyó desde Aragón al estudio del medio natural americano, movimiento que alcanzó su cota más alta en el siglo XVIII. Las expediciones científicas y naturalistas en las que participaron los aragoneses Félix de Azara, Cosme Bueno, Íñigo Abbad, Juan Diego del Castillo, Baltasar Boldó, Martín Sessé y Francisco Barrera, constituyeron el mayor esfuerzo de nuestro país dirigido al conocimiento del Nuevo Mundo. Era el nacimiento de la idea ilustrada de inventariar la naturaleza, la flora, la fauna. Azara, nuestro protagonista, se dedicó plenamente a la zona de Paraguay, hasta el punto de que llegó a ser considerado el naturalista español más insigne del siglo que le tocó vivir.

     Se asegura que sus observaciones naturalísticas son ascendientes directas de las que, poco más de medio siglo después, llevarían al famoso naturalista Charles Darwin a formular su tesis de la evolución de las especies. Logró tales aciertos en su estudio y clasificación de los animales, que acertó a corregir al mismísimo Buffon, y hoy es saludado como precursor de Darwin. Pero desgraciadamente, Félix de Azara tardaría en ser reconocido en su tierra. El Vicedirector del Gabinete Real de Historia Natural, José Clavijo y Fajardo, falto de preparación para valorar la obra desarrollada en América por el naturalista altoaragonés, sólo ve que se pone en cuestión la obra del eminente Buffon, cuyas obras había traducido o que ni tan siquiera cita a clásicos como Linneo. “Para mayor inri, el nombre de los pájaros es el indio y no el usual” dice José Clavijo y Fajardo. El mejor conocedor de la obra de Azara, Olivier Baulny, comenta “que lo que hoy nos fascina de la obra de Azara, fue entonces motivo de rechazo”. Azara propuso como causa de las mutaciones observadas en los animales las de orden interno, endógeno y que modifican la especie de la misma.

    De la labor naturalista de Azara, María Dolores Albiac Blanco, explica en un libro sobre el nombre de Aragón en el mundo que “es un observador curioso al que su portentosa inteligencia y su tenacidad laboriosa le llevan a llenar cuadernos de apuntes con las anotaciones más enciclopédicas”. Azara observaba los animales, su comportamiento, sus medidas, color y diferencias entre machos y hembras, e iba dibujando y anotando para pasar a la fase de la clasificación por familias.

    María Dolores Albiac prosigue: “La actividad de Azara fuera de su trabajo como naturalista fue también prodigiosa. Además de los viajes de reconocimiento por la cordillera del Paraguay y Misiones, recorre el Paraná, Corrientes, Picomayo, Tiviguray, S. Estanislao, S. Joaquín, Carapecúa, Quiyindi, Uruguaty y la laguna Iberá,…”, entre otras cosas. Azara anotaría también las características fonéticas y fonológicas de las hablas autóctonas y discurre sobre los errores o aciertos de la obra española en América con aséptica distancia crítica”. Estudia los problemas, lucha por darles soluciones y por llevar al Nuevo Mundo los avances de la civilización europea y sus valores morales.

    En “Aragoneses ilustres” el historiador Guillermo Fatás se refiere a Félix de Azara como “un hombre cuyos libros obligaron a la ciencia europea a rectificar la obra casi intangible de Buffon. El trabajo de don Félix mereció tanto, que hoy en día tiene calles y estatuas por todo el mundo. Sus estudios se tradujeron al alemán y al inglés.

     A su vuelta a España en 1801 espera un año para publicar “Historia de los páxaros” en la prensa de París, donde es recibido por las Sociedades Cieníficas del momento, y con los honores del Museo de Historia Natural que se halla bajo la protección personal de Napoleón Bonaparte, y considerada como la institución científica más relevante en este campo del mundo entero. En 1808 se retira finalmente, en compañía de su hermano el marqués de Nibbiano, a su localidad natal, Barbuñales. Desde allí interviene en la Sociedad Aragonesa de Amigos del País – de la que es cofundador- para escribir en 1918 los informes dedicados a las “Las pardinas del Alto Aragón”, a “Los olivos de Alquézar y sus aldeas” o “La agricultura de Huesca”.

     Francisco de Goya, amigo personal de Félix, lo pintó con en un retrato magnífico donde aparece representado junto a las aves americanas a las que tanto estudio y esfuerzo personal dedicó. Es, seguramente, su imagen más representada y representativa. Félix de Azara es un naturalista altoaragonés universal que tiene dedicadas calles y estaturas en Montevideo, Buenos Aires, Asunción, Barcelona y Huesca.

    Para el Área de Desarrollo y Comarcalización de la Diputación Provincial de Huesca “la denominación Félix de Azara es todo un reconocimiento a la potenciación y conservación del espacio natural, y toda una distinción que rinde homenaje en cada edición a un altoaragonés ilustre, a la figura que da nombre a tan preciado galardón, a D. Félix de Azara. Biólogo, naturalista, topógrafo, etnólogo,… hombre polifacético y comprometido con la naturaleza y con el entorno. Estudió la flora y la fauna con profundidad, corrigió las teorías de la época, y hoy es considerado como el primer precursor de Darwin”. Su biografía, apasionante como ninguna, nos muestra el carácter de un amante y estudioso del mundo natural que le vio nacer y con el que convivió toda su vida.

DE BARBUÑALES A PARAGUAY, PARA VOLVER AL ALTOARAGÓN A ESTUDIAR SU TIERRA NATAL.

     Félix de Azara nace en 19 de mayo de 1742 en Barbuñales (Huesca) –a 40 Km. de Huesca y cerca de Barbastro-, en el seno de una ilustre familia. Su padre Alejandro de Azara y Loscertales, fue señor de Lizana, y sus hermanos ocuparon puestos relevantes en la España del XVIII: uno, de nombre Eustaquio, fue Obispo de Barcelona, José Nicolás se convirtió en uno de los ilustrados más relevantes del país y diplomático al servicio de Carlos III y Carlos IV, noble con el título de Marqués de Nibbiano y amigo de tres Papas, Mateo fue auditor de la Real Audiencia de Barcelona y profesor de la Universidad de Huesca,… En una familia tan sobresaliente, Félix fue el hijo más universal de todos, aunque no fuera el más famoso en España.

    Félix, el penúltimo de todos los Azara, formado como ingeniero, marino, naturalista, ingeniero y descubridor de las Tierras del Río de la Plata, escribiría “Viajes a la América Meridional” que le darían fama en el mundo entero. Fue un ilustrado español típico que se forjó en la lectura, la conversación, el intercambio de ideas, etc. En 1761 elige la carrera de armas, siendo militar profesional en 1775: la guerra con Argelia dejará a Félix de Azara herido de gravedad, hasta tal punto que se le dio por muerto y su estado fue inquietante debido a una herida mal curada que no cicatrizaba. Pero en ese año nace la Sociedad Económica de Amigos del País y, en 1776, Azara –entre otros- impulsa la fundación de la Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País.

    Previamente a su tarea naturalista, a partir de 1777, Félix de Azara es encargado de cumplir una misión real con sus conocimientos de topografía cuando la política centralizadora y el deseo personal de Carlos III deciden fijar de una vez las fronteras de sus dominios en América y crear el virreinato del Río de la Plata. Doce años permanecería Azara en Paraguay y América, donde los gobernadores y grandes hacendados se confabularon para dificultar las tareas, contrarias a sus intereses, que tenía el altoaragonés encomendadas de averiguar el estado legal de inscripciones de tierras, herencias y sucesiones. Con esa situación, y su espíritu ilustrado, Azara se vería impulsado a buscar un objeto que ocupara su detención con utilidad. Ahí empieza su tarea naturalista de levantar un mapa partiendo del estudio del territorio, su fauna, sus moradores y costumbres, geografía, etc.

    En octubre de 1821 sufre una pulmonía y el 20 de ese mismo mes muere en Barbuñales. En la actualidad sus restos reposan en el mausoleo de Los Latanosa, en la Catedral de Huesca.

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