‘Aute retrato’, documental de Gaizka Urresti


Por Don Quiterio

  “Mi nombre es John Ford y hago películas del oeste”. Así se definía uno de los grandes creadores de la historia del cine, pese a tener una filmografía inmensa en la que figuran obras maestras de todos los géneros.

    Quizá esa declaración la hiciera porque sus wésterns resumen toda su obra y, seguramente, todo lo que pueda ocurrir en la vida.

     En otro registro, el productor y director Gaizka Urresti -bilbaíno (sin diptongo) de Portugalete, afincado en Zaragoza- no iba a ser menos y manifiesta su predilección por la estela cinematográfica de las biografías, acaso para actualizar la dimensión de esos legados artísticos y emocionales.

  Hace biografías, al parecer, porque le gusta mucho la vida de las personas. Y procura buscar vidas y personas que puedan llegar a ser “ejemplificantes” (quitándole –o no- el sentido católico del término). Siempre hace biografías de gente a la que admira y el cantautor Luis Eduardo Aute es una de esas personas. Para Urresti (y Fernández de Valderrama), además, el documental permite más digresiones que la ficción, “está menos contaminado”. Y como hizo con los cineastas Segundo de Chomón y Luis Buñuel, el escritor Félix Romeo Pescador o el sacerdote y cooperativista José María Arizmendiarrieta –a la espera de José Antonio Labordeta-, Urresti, autor del guion junto a Nacho Cabana y Juan Moya (este encargado igualmente del montaje), se sumerge de lleno en la vida y obra de este juglar contemporáneo en un largometraje documental fotografiado por Pepe Añón, en el que se muestra su faceta como creador multimedia, tanto en la música (compositor e intérprete) como en la pintura, el dibujo, la poesía o el cine, “un indisciplinado de las disciplinas artísticas”.

  Aunque tal vez la letra de una de las más emotivas canciones de Aute, ‘Como una estrella fugaz’, defina con mayor rigor la idea de este documental, esforzado y bienintencionado -¡ya empezamos!-, pero rematadamente escaso e irregular, al contrario del retratado, un tipo de evidente talento y bonhomía: “Un rayo que se desplaza del odio al amor; ceniza que quedó al arder ese momento que ya se fue. Solo un recuerdo es, al fin, lo que llamamos vivir. La vida es verla pasar. Qué hermosa broma del azar, nacer de la inmensa oscuridad para, al instante, volver a la tiniebla otra vez. La vida es verla pasar…”.

  Los testimonios de Serrat, Sabina, Silvio Rodríguez, Ana Belén, Víctor Manuel, Dani Martín, Pedro Guerra, Jorge Drexler, Rozalén, Marwan, Ismael Serrano, Forges, Jaime Chávarri, Azucena Rodríguez, Miguel Munárriz, Antonio Escohotado, Luis Mendo, José Sacristán, Pastora Vega, Rosa León, Massiel o el propio Aute sirven para penetrar en su dimensión humana, ofreciendo una imagen de honestidad profesional y coherencia personal, y hacer, así, un recorrido por la luces -muchas, todos hablan bien de él- y las sombras –pocas- de su persona a través de estos amigos, colaboradores o artistas varios, desde su llegada a España (nace en Manila, cosecha del 43) hasta sus éxitos con sus temas recurrentes referidos al erotismo, el amor o el humor. Todo ello contribuye a perfilar su personalidad versátil, demostrar su impronta en la música española, ubicar el origen de sus ideas de tentación onírica, entre mística y pagana, o medir el grado de sus compromisos, con su guitarra y sus pinceles. “La libertad de crear siendo uno mismo”, como reza el póster del documental.

  También muestra al Aute más aragonés, pues tiene a Goya –y a Buñuel y a Calanda- como uno de sus máximos referentes, como demuestra en su artesanal (y experimental) película de animación ‘Un perro llamado dolor’ (2001), la primera de un tríptico formado por ‘El niño y el basilisco’ (2009) y ‘Vincent y el giraluna’ (2015). Y es que, además de cantautor, poeta o pintor, el prolífico y heterodoxo Aute se ofrece como un disciplinado realizador cinematográfico, iniciándose en el filme colectivo de ficción ‘Delirios de amor’ (1986), en el que también es guionista. Son cuatro episodios independientes (los otros dirigidos por Antonio González Vigil, Cristina Andreu y Félix Rotaeta), hermanados por la temática del amor obsesivo como motor argumental y dramático. Filme que supone el debut en el campo del largometraje de sus respectivos realizadores, procedentes de otros campos artísticos, aunque de dispar vinculación respecto al medio cinematográfico.

  Tampoco hay que olvidar las bandas sonoras de Aute para el cine, incluida la película de Fernando Fernán Gómez ‘Mi hija Hildegart’ (1977), aquella historia inspirada en hechos reales ocurridos durante la segunda república y recogidos en el libro de Eduardo Guzmán ‘Aurora de sangre’, un filme sombrío y algo moralizante, rico en descripción de época, dramáticamente terso y excelentemente interpretado por Amparo Soler Leal en el papel de esa mujer ferrolana de clase media que concibe la idea de procrear un auténtico monstruo cultural con el que liberar al género femenino.

  En el documental, algo borroso en sus líneas de fuerza, se recoge el concierto de 2018 ‘¡Ánimo, animal!’, un homenaje en el que un numeroso grupo de colegas interpretaron versiones de sus temas más conocidos, y así se escuchan ‘Al alba’, ‘Pasaba por aquí’, ‘Rosas en el mar’, ‘Invisible’ o ‘Las cuatro y diez’. Y se plantea un relato sobre lo que significaba cantar determinadas letras con Franco a punto de morir (y también una vez muerto). Está claro que el papel jugado por la canción protesta en la agitación política de los setenta es impagable, pero en los ochenta pierde protagonismo y va diluyéndose poco a poco, como hila la vieja el copo. De este modo, el documental es un viaje por la transición política, la España del posfranquismo y las libertades. Porque nos devuelve un poco a ese tiempo pasado que no fue mejor, pero que sí creíamos, ingenuos, que auguraba tiempos mejores. Toda esa España se perdió como lágrimas en la lluvia, sin que sepamos muy bien por qué. Hay que recordar que Aute empieza a componer canciones a partir de 1966.

  Gaizca Urresti no es, desde luego, John Ford, y su ‘Aute retrato’, que así se titula la cosa (‘Aute panegírico’ le hubiese venido mejor), no pasará a los anales de los documentales biográficos. Porque le falta cine, cine, cine, cine, más cine, por favor. Que pruebe con los wésterns…

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