Solo se vive una vez: De profanaciones y trastiendas


Por Don Quiterio

   De adolescente pasé mucho miedo con ‘No profanar el sueño de los muertos’ (1974), un icono internacional del cine de terror de serie b, como la previa ‘Ceremonia sangrienta’ (1972).

    Y me perturbó María José Cantudo en ‘La trastienda’ (1975), historia melodramática de un adulterio protagonizado por un médico del Opus Dei para un conflicto amoroso, moral e ideológico no del todo desdeñable. Ahí tuvo lugar el primer desnudo integral femenino del cine español, aunque ya se había visto el pecho de Ana Belén frente al espejo en ‘El amor del capitán Brando’ (1974), de Jaime de Armiñán. Pero integral, el de la Cantudo. El ministerio franquista de información y turismo había suavizado la prohibición de la desnudez, permitiéndola “según las necesidades” del director.

  El catalán Jordi Grau es el director de las tres primeras películas citadas (en el reparto de ‘La trastienda’ aparece la zaragozana Carmen de Lirio)  y acaba de fallecer tras una carrera en verdad interesante. Y quién me iba a decir que llegaría a conocerle y a tratarle (como al propio Federico Fellini, su gran amigo) a través de su hijo, Carlos Grau, también cineasta y profesor universitario. Grau tuvo su primer contacto con el cine en 1949, como extra en una película. Más tarde se inclinó por la pintura y expuso sus cuadros en varias ocasiones. Tengo varios óleos suyos. Se encarga de dirigir algunas escenas adicionales para ‘Los jueves, milagro’ (1957), de Luis García Berlanga, y luego debuta en el largometraje en 1962 con la sobresaliente ‘Noche de verano’, el desencantado retrato de tres parejas burguesas, en cuyas relaciones el amor y la comunicación son inexistentes, al modo del universo de Antonioni (del que fuera su ayudante de dirección) y con una cita directa al Rossellini de ‘Te amaré siempre’.

  En su filmografía destacan por distintas razones ‘El espontáneo’ (1964), drama taurino con un desenlace estremecedor, mediante una puesta en escena seca, cortante, digna del maestro oscense Carlos Saura; ‘Tuset Street’ (1968), película que finaliza y firma Luis Marquina, por desavenencias con la productora; ‘El secreto inconfesable de un chico bien’ (1975), especie de comedia de autor bastante desafortunada, la historia de un joven (José Sacristán) que tiene problemas sexuales con su novia (la Cantudo, otra vez) y un amigo –el zaragozano Antonio Garisa, tío del arriba firmante- intenta ayudarle haciendo lo que él es incapaz de hacer, o ‘La puñalada’ (1989), curioso filme sobre bandoleros que remite al excelente ‘Carne de horca’ (1953), de Ladislao Vajda, ambientado en las aldeas pirenaicas a finales del siglo diecinueve. Su última película como director, ‘Tiempos mejores’ (1994) es un homenaje a la sala barcelonesa El Molino, con Arturo Fernández al frente del reparto.

  Aparte de formar parte de la renovadora escuela de Barcelona, una osada vanguardia estilística que durante el franquismo se enfrentó a la mediocridad ambiental con abundantes dosis de insolencia, en la senda rupturista de la ‘nouvelle vague’, Grau ha sido autor de los guiones de sus películas y también se ha dedicado a la literatura. Y a la crítica cinematográfica. Cabe señalar su ensayo ‘El actor y el cine’, publicado en 1962. O su libro sobre el cineasta Fellini, de 1985. O sus memorias tituladas ‘Confidencias de un director descatalogado’, de 2014. U obras teatrales como ‘Ella’, ‘La sal’ o ‘La cáscara de la nuez’. Pero hay que recordarlo asimismo por su película ‘Una historia de amor’ (1966), un sólido relato sobre la felicidad de un joven matrimonio a punto de destruirse por la atracción que se produce entre el marido y su cuñada, en el que el zaragozano Alfredo Castellón escribe el guion junto al propio Grau y a José María Otero.

  Este último, precisamente, también ha fallecido recientemente y siempre fue un gran admirador del cineasta catalán. José María Otero convivió durante cinco lustros con los más grandes creadores y realizadores de televisión –además de Castellón, el igualmente zaragozano José Antonio Páramo-, a la que llegó de la mano de Adolfo Suárez, su íntimo amigo, cuando era, entre 1969 y 1973, el director general de la entonces única televisión de España. Curtido desde joven en el mundo del cine, Otero fue jefe de estudios de doblaje, coordinador de diversos festivales, director del ICAA y ejecutivo de RTVE. Ha escrito libros básicos para el sector audiovisual (‘El arte de programar’), guiones varios (‘Los cien caballeros’, ‘El hueso’) y ha sido tanto productor independiente (‘Ninette y un señor de Murcia’) como productor ejecutivo de series televisivas. También ha ejercido la crítica cinematográfica y destaca, ante todo y sobre todo, por el delicioso volumen de entrevistas titulado ‘Aprender cine de los maestros’, donde se encuentran diálogos con Nicholas Ray, Vittorio de Sica, François Truffaut, Vittorio Cottafavi, Francisco Rovira Beleta y, por supuesto, Jordi Grau.

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