Decide quien gobierna. O sea, Sánchez / Guillermo Fatás


Por Guillermo Fatás
Catedrático de Historia Antigua de la Universidad de Zaragoza 

Asesor editorial del Heraldo de Aragón
(Publicado en Heraldo de Aragón) 

      La destrucción de las Torres Gemelas de Nueva York fue sin duda orquestada por la CIA (servicios secretos) para imponer la influencia americana en Oriente Medio…».

    Sobre el libro donde se lee esta frase conspiranoica (‘Histoire du XXe siècle en fiches’, Ellipses, 2019) avisa el editor en su portal de internet: «El autor desea suprimir dicha frase en la página 204. No debiera haber aparecido, pues se hace eco de teorías complotistas desprovistas de base factual y no refleja la línea editorial ni la posición del autor». Hasta ese punto la conspiranoia nos infecta, multiplicada por internet, y nos impide discurrir.

     De uso ya normalizado, la voz creada por Enrique de Vicente en 1989, mixta de ‘conspiración’ y ‘paranoia’, designa la creencia obsesiva de que las cosas que importan ocurren en el mundo previa conjura de grupos poderosos que las deciden en secreto. Famoso fue, durante el franquismo, el ‘contubernio internacional judaico-masónico-marxista’, que actuaba sin cesar para socavar el régimen y dañar a España. Pero así, en plural, los judíos, los masones y los marxistas aunados en una orquesta que interpreta la misma partitura son un imposible histórico. La ventaja del espantajo es obvia: difumina la responsabilidad propia.

   La masonería española, por ejemplo, ha sido muy débil; incluso risible para un historiador hostil como Vicente de la Fuente que, en su antaño exitosa ‘Historia de las sociedades secretas, antiguas y modernas en España y especialmente de la Francmasonería’ (1874), subrayaba su descrédito: «¿Será –decía– por el tráfico político que ha hecho con los destinos públicos, y la perturbación que ha producido en el país con sus incesantes conspiraciones? ¿Por sus frecuentes riñas, cismas, disensiones, habitual indisciplina y ‘equivocaciones’ frecuentes en el manejo de los caudales? (…) O, según dicen los ingleses que han tenido la debilidad de agregárseles, ¿porque en España son muchos los masones que alargan la mano para pedir y muy pocos para dar? ¿Será por el silencio que ha guardado acerca de su origen y vicisitudes?».

    Si hay quien ‘prueba sin duda’ que la mortífera destrucción de las Torres en 2001 (11-S) fue obra de la CIA, en España, algunos postulan una alambicada conjura que habría causado la atroz matanza ferroviaria de Atocha en 2004 (11-M). Ni unos ni otros aceptan que, básicamente, ambos terribles estragos nacieron de la misma matriz: el odio del yihadismo armado contra el Occidente capitalista y judeocristiano. Ignoran la prudente ‘navaja de Ockham’ (‘lex parsimoniae’): en igualdad de condiciones y si es satisfactoria, es preferible la explicación simple de un problema a otra que resulte enrevesada.

     (Inciso: la ‘navaja’ intelectual ideada por el sabio franciscano inglés no es una antigualla: científicos de toda laya, desde Cajal a Chomsky, desde Descartes y Newton a Planck, han buscado unir la novedad de las ideas a una sencillez racionalmente elegante).

   Cierto que Ockham (m. 1349) tiene muchos contradictores. Uno notable fue Leibniz (m. 1716), que dio pie al ‘principio de plenitud’: cuanto sea posible que suceda, sucederá. Y en él parecen escudarse los argumentadores conspiranoicos. Empero, suelen dar un paso de más: ¿no es imposible que fuera así? Pues, entonces, así ha tenido que ser. Y saltan sin vacilar desde el postulado teórico a la realidad histórica. Lo mismo hacían ciertos teólogos: justificaban todo misterio o hecho milagroso con la tesis de que, si convino, fue bueno y era posible, entonces Dios había sin duda obrado el prodigio. A cada cual, lo suyo

    Los españoles vivimos un momento inquietante –otro– de nuestra larguísima historia conjunta. Una de las debilidades recidivantes del rico ensamblaje histórico que es España son sus tendencias centrífugas. En general, ruidosas y poco operativas, pero peligrosas si el conjunto se deja debilitar.

    Los analistas rastrean las causas: las hay de origen de plazo entre largo y mediano (la Constitución misma; o el desarme legal de 1985 que cerró temerariamente el acceso al Tribunal Constitucional, al eliminar los recursos previos contra normas de dudosa legalidad); las cesiones continuas a la presión nacionalista (ahora le toca al Código Penal); ciertos efectos regionales de la ley electoral nacional; la puesta en tela de juicio del concepto constitucional de nación; la contemplación estólida de actuaciones institucionales sediciosas; el pacto indisimulado de programas inducidos por fuerzas separatistas; la coincidencia con una doble crisis económica, externa y nacional…

   La derecha más cerril recurre a explicaciones conspiranoicas como la ‘internacional socialcomunista rusobolivariana’ o la ‘ecolofeminista’. La progresía más obtusa explica el mundo por supuestas y oscuras tramas del tipo Bilderberg. Cualquier invento les vale. Pero no hay conjuras globales.

  De lo que pase en España, bueno y malo, será responsable, más que ningún contubernio, su Gobierno. El que preside Sánchez.

    Coda lunisolar

    Ayer empezó el Año de la Rata. En China.

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