De ganadores y perdedores / Eugenio Mateo


Por Eugenio Mateo
http://eugeniomateo.blogspot.com/

˗ ¡Hemos ganado todos, ¿no?, pues Viva España! ˗˗ Decía ayer, con sorna aragonesa, el dueño del bar en el que recalo para el vermú cotidiano, detrás de una barra bien surtida, a propósito de las recientes elecciones del 26 M.  ¡La sabiduría popular al poder!

     Si los políticos en liza por su sillón se fijaran más en lo que piensa el pueblo llano, otro gallo cantaría (dijo Perogrullo). Todos, o casi todos los ciudadanos, sin importar condición, recibimos el efecto claro de la parodia que se monta a cuenta de los resultados electorales, y para ser rigurosos, en esta ocasión, por nuestras tierras el asunto dependía de un concejal o de un diputado y se puede entender en las sonrisas de todos los candidatos ciertos rictus en función de su estado de ánimo; el real, no el fingido. No hace falta aclarar que no nos engañan porque sabemos sumar, incluso restar, y aceptamos que la división es sencilla, no así la multiplicación (véase, si no, la del pan y los peces). Se notaba en que andaban con la calculadora mental mientras desparramaban euforias ante sus fieles. Nada nuevo por otra parte, pues desde que en este país las elecciones dejaron de ser cosa de dos, siempre ha sido todo un espectáculo ver a los contendientes acudir a la parafernalia post parto para obviar las matemáticas y tergiversar con un lenguaje perverso los propios fundamentos de la democracia. Pero no hagan caso, ˗˗ya dijo Aristóteles que la política es el arte de lo posible˗˗˗ el pacto es algo que saben hacer bien cuando les interesa, y se da la paradoja que nos vendieron que se había acabado el bipartidismo y resulta que todo se resume a las dos orillas de siempre, la izquierda y la derecha, más divididas cada una, pero dos bloques ideológicos enfrentados a priori. Es significativo, sin embargo, que los que mejor deberían conocer las reglas del juego, justamente porque aspiran al cargo de alfil, como mínimo, en ese juego, se agarren, cuando les toca, a la llorera victimista a propósito de la lista más votada, la aritmética pactista, o cualquier aspaviento que convenga para mantener el encono en sus conmilitones. También es llamativo, para escarnio de tirios y troyanos, la manipulación del concepto “Rigor” en los medios de comunicación y la siniestra siembra del sentimiento frentista.

     Con los matices que se quiera, cada bando proclama lo mismo con diferentes palabras. Así se habla de cuatro derechas o de cinco izquierdas, ni juntas, sino revueltas, con soflamas parecidas en cada bandería, como no puede ser de otra manera, y da la sensación de que los programas han pasado a la historia. Ahora todo se maneja a través de declaraciones que son en sí mismas de juzgado de guardia, encaminadas a no resistir la mínima prueba de inteligencia si cada uno de nosotros supiéramos realmente lo que nos conviene. A los líderes actuales se les puede achacar demasiadas carencias, sobre todo, la poca o nula capacidad de ser hombres de Estado. Sin grandeza de miras todo se resume a una aburrida trivialidad, y la política de estos tiempos se convierte en algo preconcebido y falso, provinciano y cateto; ciega y sorda ante el ridículo de unas tesis que escarban en los bajos en lugar de estimular las meninges. Peligroso ridículo, por otro lado. ¿Y el centro? ˗˗ ¡El centro soy yo! ˗˗ Centro derecha, centro izquierda, centro de ellos mismos, centro de la reconquista, centro escorado, centro frontal antifascista. Vaya lío, tío Belío, A este paso, y excepto para los daltónicos, votar será como ir a la verdulería: rosa fresa, azul achicoria, naranja calabaza, morado berenjena, verde repollo, amarillo maíz, rojo sandía… ¡Anda!, que no harán falta carteles.

   Una de las cuestiones pendientes que tiene este país para ser un país digno de serlo es la de resolver la mediocridad de sus dirigentes, quienes, con tal de medrar, no están a la altura de los que representan ni tampoco manifiestan propósito de enmienda. Total, para acabar cumpliendo a rajatabla los designios de la U.E. no hacen falta tantas alharacas. El futuro se ve según el cristal por donde se mire, pero, si los ciudadanos han dicho con sus votos lo que piensan, bien dicho estará ¿O qué? A ver si va a resultar que lo que votamos no sirve para nada.

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