¡Que inventen ellos! / Dionisio Sánchez


Por Dionisio Sánchez Rodríguez
Director del Pollo Urbano
elpollo@elpollourbano.net

   El otro día estaba yo dirigiéndome hacia un carrascal que poseo con la sana intención de hacer una limpieza del entorno y podar algunas ramas.

   En mitad del paseo me topé con un amigo que últimamente pastorea un buen rebaño  de royas bilbilitanas, esta oveja tan apreciada y que en cierto modo no dejan de ser  una claras  representante de lo que podríamos denominar “reducto genético”, bien diferenciado – sobre todo de la “rasa aragonesa”-,  sometido a un natural proceso evolutivo y perfectamente concretado en una determinada área ambiental, y como consecuencia muy interesantes de  conocer, conservar y mejorar.

   En una solana del camino, nos paramos a echar un trago y, como es natural, a charlar sobre los últimos acontecimientos políticos que están ya consiguiendo dormir a casi todos los asistentes a este circo en el que dicen que nos hemos metido por propia iniciativa. La opinión de mi pastor preferido es contundente: “Mira, Dionisio, el asunto es muy simple. Aquí de lo que trata es  de que  los partidos tradicionales  dejen de tenerle miedo a los nuevos, se junten y, ¡hala!, otros veinte años por delante en paz y en gracia de Dios. ¡Como en Alemania, hostia! ¿Son tontos los alemanes? ¿No son los que mejor viven de Uropa? ¿Por qué nosotros no aprendemos de una puta vez y nos dejamos de pijadas ?”

   Echamos un amplio sorbo de vino tinto de su  bota, bien sobada por el uso, y que guardaba fresco un exquisito tinto de la cooperativa de Magallón. Estos estimulantes tragos me hacen rebuscar en mi talega y poner a disposición de ambos una fiambrera que me había preparado mi mujer con tres torreznos y un huevo frito. Cuando un huevo frito se enfría rodeado de torreznos en una fiambrera, estamos frente a uno de los mayores manjares que puede degustar un viajero en su circunstancial parada. Y nos pusimos a ello. Mojaba él, untaba yo. Partí los torreznos en buenos trozos y a punta de navaja le pasaba  la exquisita vianda, de manera que entre pringada y untada, nos daba tiempo a meternos un casco de torrezno al coleto y atizarnos un buen trago para pasar la charla.

   Al cabo, nos separamos y cada mochuelo enfiló hacia su nido.

   Efectivamente, si el Psoe y el PP se juntaran, al igual que ocurrió con la CDU (definido como un partido democrático, cristiano, liberal y conservador)  y el Partido Socialdemócrata (SPD) formación de centro izquierda, los gobiernos sucesivos serían una tranquilísima partida de ping pong. No digamos nada si a esta unión (¡por España!, naturalmente) se sumara Ciudadanos . En 20 años la estabilidad sería absoluta, casi repelente. Los nuevos (viejos) partidos, sin tocar marro, no durarían ni una década. Eso sí, tendrían la posibilidad de ir descubriendo nuevos nichos de acción y nuevas (viejas) formas de aglutinarse olvidadas por inacción (falta de contenido liberador, vulgo “gasolina”)  las mareas, las confluencias  e, incluso,  el “streaming on line”. Por cierto, ¿dónde han quedado esas transferencias continuas con los ciudadanos  que nos prometían los nuevos (viejos) partidos? Apenas ha durado cuatro  o cinco sueldos. ¡Qué decepción y qué capacidad de olvido produce la nómina!

   Representando sobre todo a los «nuevos movimientos sociales» nacidos en Alemania durante los años setenta: el ecologismo, el pacifismo, el feminismo etc., aparece en 1980 un nuevo partido: Los Verdes ( Die Grünen). No sé si esto les suena.

  En la elecciones federales de 1983 Los Verdes consiguen entrar por primera vez en su Parlamento (Bundestag) con un 5% de los votos y ¡27 diputados! En las siguientes, las del 87, obtienen el 8,3% de los votos  y ¡47 diputados! No sé si esto les va sonando.

   En estos años de “grandes logros” el desarrollo del partido estuvo marcado por los conflictos entre las alas «fundamentalista» y «realista» del partido: mientras los fundis defendieron una línea izquierdista más radical, rechazando el sistema parlamentario existente en Alemania, los realos trataron de abrir el partido, para hacer posible la participación en pactos de gobierno con el SPD. ¿Les suena esto a lo que está sucediendo en el ámbito podemita?

   Por poner un punto y seguido en  este relato, he de decir que al final –como casi siempre ocurre- ganó la línea realista que hizo posible una alianza rojiverde en el Parlamento Regional Hesiano, donde  Joschka Fischer fue nombrado ministro de Medio Ambiente.

   Al volver de mis tareas camperas rumbo al bar del pueblo para tomar vermú,  el rabadán  que regresaba  de colocar su ganado bajo una buena  sombra vigilada por un moderno “pastor eléctrico” me invita a subir a su vehículo. “Sánchez, ¿qué diferencia crees que hay entre la CDU y el PP o Ciudadanos? ¿Y entre el SPD y el Psoe?”- me espeta apenas apoyo mi culo en el polvoriento asiento de la furgoneta. “Realmente creo que ninguna, amigo mío”- le respondí. “Y, ¿entonces?”-me miraba fijamente. “Creo que lo que lo mejor que podemos hacer es meternos unos berberechos y unos botellines y dejarnos de política, ¿no te parece?”-le dije

    No solo berberechos, sino  que nos atizamos varias banderillas de langostillos, unas de olivas y piparras y otras de escabeche y varias de arenques con pimiento rojo y pepinillo. ¡Y quince botellines por barba! ¡Qué trompa, machos! Y respecto a la situación política…. ¡que inventen ellos, quió!

   Queridos amigos, compañeros y camaradas: ¡A caballo! ¡Yihíiiiii! ¡Salud!

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