Alergia primaveral

Por Cristina Beltrán

   Esta primavera me está afectando, me produce alergia, una alergia que entra por los ojos haciéndome llorar, por la nariz los oídos y la garganta resecándola; me encoje el pecho produciéndome hasta náuseas.

    Estamos en una tierra maravillosa aún húmeda tras las últimas y benefactoras lluvias y sin embargo algo huele a podrido, son las hojas secas de un jardín que va desprendiéndose de lo que no vale, pero le servirá como abono. Desesperanzada, a ratos combato por seguir admirando el paisaje a pesar de los efectos que me ocasiona.

La tengo delimitada generalmente en el estallido de la polinización, cuando las semillas van desparramándose en el ambiente. Es una contradicción, cuando el hábitat está más exuberante y más bonito el horizonte, el nivel alérgico se eleva. Lo mismo pasa con las noticias de actualidad, “La manada” ha sido el pan nuestro de los últimos días y creo que este tema me causa sarpullido.

  Después de la evidente victoria social del feminismo, victoria para todo el mundo mundial, nos salen setas con esporas venenosas para vengarse de las mujeres, para recordarnos que el machismo puro y cruel sigue entre nosotras, alimentado por jueces y periodistas, por militares y clérigos, por gentes corrientes y por gentes miserables que aprovechan cualquier resquicio para lanzar discursos a favor del silencio de las mujeres, para gritar que siguen siendo los machos/amos, para condicionar a sus pretensiones la forma de hablar, vestir, beber o salir de jóvenes que inician sus experiencias y al parecer no entran en sus ideales.

   La pureza de la primavera conlleva el ataque de las alergias pero es también nuestra aliada, cualquier alegoría de la naturaleza tiene aspecto de mujer y nuestra imagen es tan variada como la naturaleza misma.

   Somos perfectas con nuestras imperfecciones, como la belleza de las suaves flores del cactus, efímera belleza, rodeada de pinchos. Enseñando michelines como las plantas crasas de pequeñas flores amarillas y blancas o luciendo palmito y pasión como las rosas rojas de afilados garfios en los tallos.

   A observar y poner la mirada más allá de lo que se ve, me enseñó mi padre, los padres, si los hay, son tan importantes para las hijas como las madres, a mi madre le gustan las flores silvestres delicadas, importantes y casi siempre pequeñas, aunque le producen moquita y picor de garganta, las cosas se heredan, nos dejan poso y vamos aprendiendo quedándonos con lo mejor.

   Mi padre también tenía alergia a los matojos que poblaban sus tierras y cada día tenía que andarlos. No, no vengo de padres perfectos, ni soy perfecta, pero sabemos distinguir el bien del mal y sabemos que la vida tiene contradicciones, cuando vemos que la naturaleza es llamada por la poderosa primavera nos prevenimos, pero disfrutamos de ella

    Así que no se puede entender el veneno que extienden padres, hijos, hermanos, parejas; compañeros, al fin y al cabo, contra la otra mitad de su vida. No, no se puede entender porque todas y todos distinguimos el bien del mal, aunque seamos todas las personas contradictorias en ocasiones.

   No es que quiera hacer una soflama moralina, metáfora entre ser humano y naturaleza, esto me sirve para comprender más y mejor lo que me produce malestar, repulsa y asco, saber que seres humanos disculpan a otros en actos de violación, aquí y en la India, a mujeres africanas o de América del Sur, a ricas o a pobres, el silencio no impide que estos actos se produzcan. Alzamos las voces porque estamos hartas de callar y la discreción ante la barbarie no tiene buen efecto.

   En las barras de los bares los listillos pseudopatriotas dan lecciones de cómo deberíamos comportarnos, se les llena la boca de palabras soeces, frases hechas y fáciles, de menosprecio, pero ya hay valientes que les llevan la contraria, hombres que disfrutan de las mujeres a su lado, ni por encima ni por debajo, hombres que tendrán que ceder protagonismo para escuchar a sus compañeras, madres, amigas, hijas o hermanas porque ellas están en plena efervescencia primaveral y no es plan parar la sinergia que se ha creado, en todo caso aplacar los síntomas alérgicos con escucha y comprensión, poniéndose en el lugar de ellas, atendiendo demandas de libertad y orden, postergando a los rincones sin voz ni luz a las manadas que se comportan como fieras.

   Tranquilas todas, la primavera pasará y llegará el verano con una luz intensa que nos espabilará, que está fraguándose fuerte para remover los cimientos de la justicia, de la política, de la Iglesia, de los medios de comunicación y de todo lo que se nos ponga por delante, porque ya es hora de compartir de otra manera las cosas, porque No es No, y si no lo podemos decir por tener la boca tapada, otras mujeres hablaran por nosotras.   

    Las rosas se defenderán como zarzas que son, para que el rosal y el jardín crezca en libertad incluso con la contradicción de la necesaria poda y las alergias que pueda causar, la primavera feminista es imparable e irreversible.

   No está en nuestra naturaleza ir hacia atrás ni añorar el pasado, sino aprender de él para avanzar fuertes, cueste lo que cueste el machismo está en vías de extinción y con él todas aquellas personas que no aceptan las reglas de igualdad, equidad y solidaridad.

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